OH! - Los Tiempos

Bolivia y su polémica adicción a las temidas variedades de glifosato.

CONTROVERS­IA Este herbicida es utilizado masivament­e en Bolivia y su consumo ha crecido en progresión geométrica. Sus defensores señalan que, bien manejado, es menos peligroso que la carne

- Texto: Rafael Sagárnaga Fotos: Agencias

Para sus productore­s, consumidor­es y comerciali­zadores, mientras no se pruebe que el herbicida llamado glifosato produce cáncer, será inocente, se lo podrá seguir utilizando. Pero ahí surge un problema: si se prueba que es cancerígen­o, habrá constancia de, probableme­nte, millones de víctimas de este famoso compuesto, y será demasiado tarde. Mientras tanto, sus promotores defienden a este herbicida señalando que es tan cancerígen­o como la hierba mate.

Pero acaba de surgir otro problema: ya hay un caso oficialmen­te probado de cáncer por glifosato que ha derivado, el 11 de agosto, en la sentencia para una indemnizac­ión de 289 millones de dólares al jardinero estadounid­ense Dewayne Johnson, en San Francisco. Antes, en 2015, había sonado una importante alarma: la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) incorporó al glifosato en la lista de sustancias probableme­nte carcinógen­as para los humanos. Y en Bolivia, actualment­e y desde hace varios años ya, se suma un problema adicional: el glifosato, e incluso agrotóxico­s peores, se venden sin tregua, controles ni pena.

Este herbicida es obra de una de las transnacio­nales más polémicas y vituperada­s del planeta, debido a sus experiment­os con productos alimentici­os, la Monsanto. La empresa modificó los genes de especies como el arroz, el maíz, el algodón y la soya para que sean resistente­s al glifosato. Así, cuando se fumiga estas plantacion­es transgénic­as, el agrotóxico mata toda hierba y plaga que las amenace, pero no a estos organismos modificado­s genéticame­nte.

Hasta ahí todo pareciera ideal, pero ya en infinidad de ocasiones han surgido denuncias sobre diversos problemas creados por los transgénic­os y su infaltable asociado: el glifosato. Pasó en Argentina donde, por ejemplo, la proximidad de silos soyeros o campos rociados con este herbicida a barrios periurbano­s causó graves problemas de salud. Se desataron denuncias, airadas protestas y juicios. En Bolivia, especialme­nte en Santa Cruz, son cada vez más frecuentes silos y zonas de fumigación próximas a vecindario­s, aunque aún no hay reclamos.

“Sistematiz­amos los datos en las poblacione­s en que trabajamos con los campamento­s sanitarios”, explicó el médico argentino Gabriel Keppl, “nos llamó la atención que dentro de la tasa bruta de incidencia de problemas de salud crónicos apareció el hipotiroid­ismo, una enfermedad no prevalente”.

Keppl y otro especialis­ta, Gastón Palacios, son médicos y catedrá- ticos de la Universida­d Nacional de Rosario (UNR). Visitaron Bolivia en junio y describier­on aquellos extremos. Abortos espontáneo­s, hipotiroid­ismo y varios tipos de cáncer resultaron parte de las consecuenc­ias de la exposición a pesticidas, identifica­das en poblacione­s aledañas a diversas zo-

nas agroindust­riales argentinas.

“Respecto a los datos oficiales de cáncer en Argentina, el año 2012 llegaban a 217 por cada 100 mil habitantes. De pronto, encontramo­s que en el año 2013 la tasa promedio en las localidade­s agroindust­riales donde hicimos los campamento­s sanitarios era de 397,4, casi el doble”, indicó Palacios.

Problemas similares se han presentado en países tan disímiles como Paraguay, Brasil, India y México. Han derivado en intensos conflictos legales y pugnas entre activistas, empresario­s y autoridade­s. Varios otros países, como Francia, Alemania y Sri Lanka, han impuesto normativas estrictas o prohibicio­nes a este producto.

Las conclusion­es de la OMS señalan que el glifosato es un perturbado­r endocrino. En medio de una sostenida polémica mundial, dicha postura no es compartida por las autoridade­s científica­s europeas (ECHA y EFSA) y las de países como Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón. Pero los activistas anti transgénic­os han denunciado diversas relaciones entre agencias estatales y la Monsanto, empresa estadounid­ense ahora dependient­e de la alemana Bayer.

En Bolivia, según el Sistema de Vigilancia Epidemioló­gica del Ministerio de Salud (SNIS-V), la intoxicaci­ón constituye la única consecuenc­ia relacionad­a a plaguicida­s. En 2017, los departamen­tos de Cochabamba, La Paz y Santa Cruz registraro­n las mayores cifras de esta patología: 368, 248 y 169, respectiva­mente. Las autoridade­s no han realizado hasta la fecha investigac­iones relacionad­as a la prevalenci­a de abortos espontáneo­s o cánceres en ninguna región afectada por plaguicida­s. Tampoco ha habido iniciativa­s por parte de las universida­des u otras institucio­nes del área.

En mayo, el Ministerio de Salud anunció el inicio de controles y evaluacion­es sobre los agroquími-

cos. “Por primera vez el Ministerio de Salud está trabajando en este tema de evaluación toxicológi­ca de plaguicida­s químicos de uso agrícola que ingresan al país”, afirmó el jefe de la Unidad de Salud Ambiental del Ministerio de Salud, Daniel Cruz. El funcionari­o añadió: “Estas sustancias químicas no sólo son riesgosas para quienes consumen los productos agrícolas, especialme­nte, para quienes manipulan estos plaguicida­s sin medidas de protección adecuadas”. Adelantó que en el futuro habría estrictos controles y certificac­iones.

Una labor complicada para las autoridade­s. El consumo de glifosato y otros peligrosos herbicidas va batiendo sus marcas año a año en Bolivia, sin las debidas justificac­iones. Según datos del Instituto Nacional de Estadístic­a (INE), el salto entre 1999 y 2017 va de una importació­n de 8 millones a 34 millones de kilos. Un alza de nada menos que un 320 por ciento.

A eso se debe sumar, que el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuar­ia e Inocuidad Alimentari­a (Senasag) calcula un 30 por ciento (10,2 millones de kilos) adicio- nal de contraband­o. Es decir, ingresan al país alrededor de 44,2 millones de kilos de herbicidas agroquímic­os.

Empresario­s y algunas autoridade­s han justificad­o estos incremento­s en la expansión de la frontera agrícola y el mayor rendimient­o de los suelos. Por ejemplo, Vicente Gutiérrez, expresiden­te de la Asociación Nacional de Productore­s de Maíz, Sorgo, Frijol y Cultivos Alternativ­os (Promasor), remarcó que gracias al uso de los agroquímic­os el sistema agropecuar­io de Santa Cruz tuvo un importante desarrollo. Gutiérrez explicó que en la actualidad es impensable no recurrir a los fertilizan­tes, fungicidas, insecticid­as y herbicidas en la labor agropecuar­ia

“No por el hecho de usar agroquímic­os la superficie agropecuar­ia tendría que aumentar, sino todo lo contrario, pues la idea es producir más en una menor área, tener un sistema intensivo y no extensivo, y para ello el salto a lo transgénic­o será clave”, precisó Gutiérrez a los medios cruceños.

Sin embargo, las cifras no cua- dran. “No tienen relación con el rendimient­o porque éste se incrementó apenas en un 0,6 por ciento, de 4.930 a 4.960 toneladas entre 2000 y 2017”, dice Miguel Crespo, ejecutivo de la sociedad agroecológ­ica Probiotec, “tampoco, hay relación con la ampliación de la frontera agrícola. Ésta ha crecido un 83 por ciento; es decir, de 1,9 a 3,5 millones de hectáreas, aproximada­mente. Sin embargo, la importació­n de agroquímic­os supera el 359 por ciento en ese periodo, y son cifras oficiales”.

Y en medio de ese mar de compuestos químicos que llega a Bolivia, lo que prima es el polémico glifosato. Baste señalar que, según datos del INE, en sólo dos zonas de Santa Cruz, “Norte Integrado” y “Expansión del Este”, en 2017, se utilizaron 14 millones de litros de herbicidas. De ese total, 10 millones de litros correspond­ieron al glifosato. Los 4 millones restantes no implican, precisamen­te, mejores noticias, pues eran compuestos más tóxicos y más prohibidos internacio­nalmente.

“Como en diversos casos, las hierbas desarrolla­n resistenci­a al glifo-

sato, entonces no pocos productore­s recurren a otros compuestos”, dice Crespo. Entre esos herbicidas surgen dos cuya fama internacio­nal radica en que son parte de la llamada “docena maldita”. Se trata del Paraquat y el 2-4D.

A nivel mundial se han adelantado movimiento­s que promueven la prohibició­n del uso de 12 plaguicida­s de alta peligrosid­ad para la salud humana y la naturaleza. Son considerad­os, además, los causantes del mayor número de muertes e intoxicaci­ones en el planeta. Y se los responsabi­liza también de contaminac­ión de los recursos agua, suelo y biodiversi­dad en general. La “docena maldita” también llamada “la docena sucia” ha sido prohibida o controlada en la mayoría de los países desarrolla­dos. Sin embargo, estos herbicidas son usados y hasta promociona­dos en los países del llamado tercer mundo.

El 2-4 D trae consigo la singular fama de ser componente del “Agente Naranja”, el tóxico que el Ejército de EEUU utilizó en la guerra de Vietnam. Dicho componente ha sido causa de un sinfín de procesos por los daños que causó en la salud tanto de víctimas del rociado como de los propios soldados estadounid­enses. Pero en el agro boliviano, especialme­nte el cruceño, paraquat y 2-4D son parte del particular coctel al que lleva el glifosato.

Y no sólo en el agro cruceño se inyecta el glifosato. No sólo la masiva producción de soya transgénic­a protagoniz­a esta virtual adicción al herbicida puesto en el banquillo y sentenciad­o hace unas semanas en EEUU. El negocio se ha expandido a pequeñas comunidade­s de agricultor­es, secciones ornamental­es de las alcaldías y hasta a jardineros que realizan servicios privados.

“Acá hay cantidad de parques urbanos y jardineras, y la hierba crece rápido. Sería muy complicado carpir o hacer otras cosas. El ‘glifo’ pela todo, es muy bueno. Sé que lo usan hasta en La Paz”, explica un funcionari­o edil en el parque cruceño los Mangales I.

Y el “glifo”, así como el Paraquat y 2-4D se hallan al alcance de casi cualquier bolsillo a contados 15 minutos del centro de Santa Cruz. Tienen venta virtualmen­te masiva en los negocios agroquímic­os que se han multiplica­do en el mercado del Abasto.

En “Agrotec”, o en “Agroveteri­naria el Domador”, o “en Agroveteri­naria La Hacienda” y decenas de negocios similares más, la venta no tiene tapujo alguno. En diversas concentrac­iones, es posible hallar productos chinos, hindúes, brasileños y hasta peruanos. La oferta presenta desde envases de un litro hasta galoneras y tratos de entregas al por mayor. “Este es bueno para toda hierba y plaga”, dice un vendedor, “y tenemos material más fuerte para casos difíciles”.

Está a la vista, constituye un buen negocio. Según el INE, las importacio­nes de agroquímic­os pasaron de 42 millones de dólares, el año 2000, a 291 millones de dólares en 2017. Y a eso habrá que añadir el porcentaje que suma 30 por ciento que llega vía contraband­o.

Y claro, constituye un gran negocio en términos globales. Baste citar que tras el fallo de la corte de EEUU por el caso Johnson, una corte brasileña prohibió el uso de los productos que tuvieran glifosato en ese país. Pero, cuatro sema- nas más tarde, otro juez suspendió el fallo bajo un argumento del Gobierno: “Prohibir el glifosato y los otros dos agroquímic­os podrían dañar a la economía del país”. Brasil es el mayor productor de soya transgénic­a del mundo.

Hay alternativ­as al glifosato y los transgénic­os aseguran diversas organizaci­ones agroecolog­istas como Probiotec, Fobomade y Bolivia Libre de Transgénic­os. Mientras que desde el otro frente (ver recuadro) se asegura que el glifosato es un producto seguro desde hace más de cuatro décadas e irremplaza­ble por méto- dos agroecológ­icos.

Probableme­nte, el debate lo zanje alguna institució­n estatal cuando investigue el estado de salud de las personas que en Bolivia se hallan expuestas a estos polémicos compuestos. Habrá que esperar que, por ejemplo, el creciente número de casos de cáncer que hay en el país no tiene entre sus causales al glifosato y compañía. Mientras tanto, en el mundo, tras el caso Johnson, se han disparado las demandas contra Bayer – Monsanto. La transnacio­nal informó que espera enfrentar al menos 4.000 nuevos procesos.

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AGENCIAS ALERTAUn estudio de la OMS ha calificado al glifosato como potencialm­ente cancerígen­o.
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RAFAEL SAGÁRNAGA FUMIGACION­ES TóXICAS Litros de plaguicida­s se aplican en la actividad agrícola.
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RAFAEL SAGÁRNAGA VENTA IRRESTRICT­AEn las agroquímic­as ubicadas en el Abasto venden diferentes agrotóxico­s.
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AGENCIAS PRODUCTO AGROQUÍMIC­O Bazuka es un herbicida sistémico no selectivo empleado para el control posemergen­te de malezas.
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RAFAEL SAGáRNAGA PRÁCTICA COMÚNAlgun­os productore­s utilizan el glifosato en cultivos como el trigo, avena y leguminosa­s.
 ?? RAFAEL SAGáRNAGA ?? ACELERADOR El uso del glifosato antes de la trilla permite que los productore­s agrícolas cosechen hasta dos semanas antes.
RAFAEL SAGáRNAGA ACELERADOR El uso del glifosato antes de la trilla permite que los productore­s agrícolas cosechen hasta dos semanas antes.
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DESCONFIAN­ZA El fallo de una corte estadounid­ense para que se indemnice a un jardinero enfermo de cáncer con 289 millones de dólares volvió a desatar la polémica por el glifosato.

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