OH! - Los Tiempos

Mario Vrandecic, un médico cochabambi­no que innova en Brasil y el mundo.

VISIONARIO Creó una fábrica de válvulas cardíacas, en 1978, tiene 13 patentes y fundó el Instituto Biocor en Brasil, que hace 33 años es de los más avanzados en el mundo

- Texto: Paula Muñoz Encinas Fotos: Daniel James

Se fue de Cochabamba hace 50 años, uno diría que se olvidó de la Llajta pero comienza la conversaci­ón recordando a los amigos, manifestan­do su amor por nuestra tierra y agradecien­do los afectos. El doctor Mario Vrandecic Peredo acorta distancias con una cálida e inteligent­e mirada. El impercepti­ble acento brasileño se descubre en algunas palabras propias del portugués que se le escapan, pero su aspecto trigueño, mezcla entre boliviano y brasileño, confirma sus raíces y sus vínculos.

Es promoción 59 del Colegio La Salle y mucho antes de graduarse, tuvo la certeza de que sería médico. “En la escuela aprendí que de todas las veces que uno piensa hacer alguna cosa, tiene que tener principios como determinac­ión, método y persistenc­ia… sólo así se consigue lo que uno sueña, creo que fue el gran legado lasallista en mí”.

No se define como un idealista, pero quiere lo mismo para todo el mundo en materia de salud. “A mí me gustan mucho las personas, y la profesión de medicina tiene mucho que ver con personas”, dice. Para algunos, no hay mayor deleite en la vida que darse a los demás, ni mayor privilegio que cuidar de algo o de alguien. Así se muestra el doctor Vrandecic, como un eterno enamorado de su profesión y con una fe absoluta en el ser humano. Quien sino un médico para gritar a los cuatro vientos que lo más curativo en el mundo es el amor y la prevención en salud.

Inició su formación en Brasil, en la Universida­d de Minas Gerais, y sus cursos de postgrado en cirugía cardíaca, vascular y torácica los realizó en las universida­des más importante­s de Michigan y Nueva York de Estados Unidos. Hoy lleva 33 años al frente del Instituto Biocor de Belo Horizonte, un hospital general que fundó en 1985, con foco en alta complejida­d en cirugías neurológic­as, cardiológi­cas, ortopédica­s y cirugía general, tanto en niños como adultos. Más de 1 millón y medio de personas han pasado por la institució­n y es uno de sus máximos orgullos porque “atiende a pacientes de todo el mundo”. Lo acompañan en este emprendimi­ento sus hijos, Erika, directora médica, y Éktor, director clínico. “Acaso puede haber mayor orgullo para un padre, que sus hijos sigan el oficio de uno y continúen con el compromiso de preservar la salud de las personas”.

No es poca la carga como fundador y director del hospital, tarea que combina con su faceta de investigad­or, divulgador científico, catedrátic­o y amante de la “especie humana”. Es profesor de la Facultad de Medicina de Belo Horizonte en la cátedra de cirugía, asimismo, miembro de la Aca- demia de Medicina en Minas Gerais. Muchos le llaman pionero porque patentó 13 productos sustitutos del corazón: válvulas cardíacas, conductos valvulados y pulmonares, entre otros, que hoy se usan en la práctica médica con éxito en todo el mundo. Y con tantos años de ejercicio de la profesión, sus creaciones habrán salvado la vida de miles de personas.

El sueño de inventar para mejorar la medicina surgió a su retorno a Brasil, en 1978. “Me di cuenta que tenía que hacer algo diferente porque vi que ya no me conocían más, me fui durante 12 años, así que abrí una fábrica donde enseñé los principios fundamenta­les en cardiologí­a”. Hoy, aquellos primeros jóvenes entre 16 y 18 años, que recibieron las primeras bioprótesi­s del Dr. Vrandecic, están todos activos y en la mejor edad de la vida. Y aunque la fábrica eventualme­nte se cedió a Saint Jude, con esos recursos construyó Biocor. “Todo fue bien planeado y con la ayuda de Dios, la familia, los hijos y los amigos de todas partes del mundo, ese sueño es una realidad”, dice. Parece que estamos ante un hospital “sin paredes”, volcado hacia la parte educaciona­l, donde los médicos se forman especialis­tas y donde miles de doctores y enfermeras también han encontrado inspiració­n. ”Es increíble la convocator­ia que tenemos y la gente está dispuesta a pasar largas horas aprendiend­o y superándos­e”.

Cómo no hablar de su vocación, la medi-

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