Maravíllate con el majestuoso Sajama en Oruro.
TIEMPO LIBRE A siete horas de Cochabamba, en Oruro, este sorprendente lugar maravilla por sus montañas, planicies y aguas volcánicas donde el silencio lo inunda todo
Qué privilegiados que somos los bolivianos al tener un pico como el nevado del Sajama, el más alto de Bolivia (6.542 metros), que es a su vez un volcán extinto y se avista a kilómetros de distancia sobre la carretera hacia Tambo Quemado, como diciendo a gritos “Aquí estoy”. Está rodeado por una belleza excepcional y paradisíaca en altura, donde predominan los escenarios montañosos, planicies con fauna silvestre, cascadas, lagos, riachuelos y géiseres.
Y es que el Sajama es una ruta para aventureros, alejada de la urbe y de las carreteras de asfalto, es una montaña para alpinistas atrevidos que se animan a escalarlo con guía porque requiere una planificación previa y equipos. Pero aun sin escalarlo, se puede caminar hasta el campo base o hacer una excursión hasta los pies de la montaña respirando el aire puro de las montañas y dejándose acariciar por el viento frío del altiplano.
Las caminatas por los alrededores son absolutamente conmovedoras. Rodea un silencio arropador que invita a la reflexión y a cada paso uno se topa con rebaños de llamas y vicuñas que pastan ajenas a los visitantes. Los turistas más pequeños se maravillan con los animales silvestres, perdices, flamencos y lagartijas que se dejan ver sin temor. Acariciar a las llamas parece obligatorio, pero ellas —fieles a su carácter tímido y pausado— se alejan inmutables. Se tienen 154 especies registradas de flora y se estima la existencia de 250 especies de plantas superiores en la zona.
En la falda del volcán, a 4.200 msnm, está el pueblito Sajama,
donde la modernidad se encuentra sólo en las tiendas surtidas y en algunas casas, en su mayoría de una planta. Hay casitas de adobe, construcciones con techo de paja, piedra y ladrillo. Algunas de ellas sirven como alojamiento. Pero en general parece un pueblo fantasma abandonado en medio del altiplano boliviano. Sus habitantes están ausentes en el día porque pastan a sus llamas y, como por la noche baja la temperatura temerariamente, no camina nadie por las calles excepto algunos perros ruidosos o gallinas de plumaje largo.
A una hora en vehículo y dos horas a pie, se llega a los géiseres. Se pueden ver algunos más activos que otros y las erupciones no asustan porque son mínimas. Impresionan los colores de la tierra y las formaciones rocosas enmarcadas en el bellísimo fondo de los cerros. De este punto se puede volver al pueblo en bicicleta. Es un descenso de poca dificultad pero absolutamente gratificante para los amantes de las ruedas. La arena dificulta un poco el pedaleo, pero es tan extraordinario el entorno que da tristeza llegar a destino.
En esta zona también están las lagunas de altura, entre ellas, Khasiri, Soropata o Chiar Kota, con formas y colores diferentes. En algunas se encuentran bandadas de flamen- cos que nadan tranquilamente en las aguas. A la menor señal de acercamiento de los visitantes, se elevan y surcan los aires en círculos para volver a descender una vez que el peligro ha pasado.
En la zona también se encuentran los nevados Payachatas (Parinacota con 6.032 msnm) y el bosque de queñuas (árboles que crecen a mayor altitud en el mundo).
Y por la noche, salir a ver las estrellas fugaces desde una planicie es imperdible. La experiencia se convierte en una charla astronómica con observaciones de la Vía Láctea.
Cómo no sentirte maravillado con la naturaleza colorida del Sajama, en la que habitan diversos ecosistemas y ya se transforma en uno de los destinos turísticos más importantes de Bolivia.