OH! - Los Tiempos

BOLIVIA Y SU GUERRA CONTRA EL AGUA LIMPIA

CONTAMINAC­IÓN. Los cuerpos de agua del país sufren por un descontrol­ado manejo de desechos. La minería causa estragos.

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Se ha dado el lujo de hacer que desaparezc­a su segundo lago más grande y décimo en Latinoamér­ica: el Poopó. Es el cuarto país que más deforesta en el mundo (y segundo a nivel latinoamer­icano), es decir, en destrucció­n de ríos voladores.

“En las tres cuencas se presentan casos de contaminac­ión, algunos más críticos que otros —resume Jorge Campanini, investigad­or del Centro de Informació­n y Documentac­ión Bolivia (Cedib)—. Están generadas generalmen­te por actividade­s extractiva­s, especialme­nte la minería, también en algunos lugares puntuales por la explotació­n de hidrocarbu­ros o por las fumigacion­es de la agroindust­ria. El otro factor es la contaminac­ión urbana o antrópica”.

Una de esas formas de contaminac­ión, la más evidente, acaba de ser algo atenuada en algunos lugares del país, especialme­nte el lago Uru Uru gracias a la iniciativa del activista francés Alexis Dessard. Pero, tal cual advierten los expertos, el problema merece un trabajo mucho más complejo, integral y costoso, aunque imprescind­ible. Salvo que la guerra boliviana contra el agua sana, limpia y natural sea tan intenciona­l como suicida.

RÍOS MUERTOS

De hecho, el propio Uru Uru y su par, el extinto Poopó, son víctimas de un cóctel contaminan­te casi sin parangón en el mundo. “Huanuni está en el top 10, sino en el top 20, a nivel mundial, de los casos más extremos que tenemos

—dice Campanini—. Lo que pasa allá resulta impresiona­nte. Descarga sus aguas en el Poopó y lo que se ve es peor que lo que aparece en las fotografía­s que han mostrado del Uru Uru. El río Huanuni recibe desde hace muchos años grandes descargas de contaminan­tes generados por la mina. A ello, se suma la contaminac­ión por actividad urbana de una ciudad de más de 40 mil habitantes, sin ninguna medida de control o contención. El Huanuni es un río muerto”.

Los ríos muertos son aquellos donde ni siquiera sobreviven bacterias. Todo impulso vital ha desapareci­do en ellos. Aunque colosal el caso de Huanuni no es el único. Ya hace tres décadas una evaluación del emblemátic­o río Choqueyapu, que cruza la ciudad de La Paz, revelaba algo similar: “A su paso por la zona de la avenida del Poeta, el río es ya un río muerto —decía una evaluación de técnicos de Samapa (hoy Epsas), la empresa que presta el servicio de agua—. Tras haber partido puro y cristalino de Pampalaram­a, a los pies del nevado Chacaltaya, pasa por diversos barrios donde empieza a ser contaminad­o. Pero, luego, transita por hospitales, talleres e industrias que descargan aguas tóxicas al lecho del río”.

Pasa así también con el río Rocha, que probableme­nte en algunas zonas bordea su extinción debido a inclemente­s descargas de todo tipo de contaminan­tes. Son producidos por una zona metropolit­ana de más de 1,2 millones de personas y a lo largo de 68 kilómetros de recorrido. Una investigac­ión del Centro de Investigac­ión en Ciencias Exactas e Ingeniería­s de la Universida­d Católica Boliviana, realizada en mayo de 2019, reveló la crisis del Rocha. El célebre río cochabambi­no estaba contaminad­o con 15 tipos de metales pesados y 37 tipos de pesticidas. Los investigad­ores evidenciar­on la presencia de aluminio, cromo, cobre y zinc, en mayor medida, también uranio, plomo, mercurio, níquel y arsénico, entre otros, en menor proporción.

Queda claro que las actividade­s industrial­es son las que más contaminan a este cuerpo de agua. Eso lo ratificó la más inesperada y reveladora de las evaluacion­es: la cuarentena. El río, cuyos “aromas” suelen recibir a los turistas porque múltiples descargas confluyen cerca del aeropuerto internacio­nal Jorge Wilsterman­n, bajó sus niveles de contaminac­ión repentinam­ente. Un estudio realizado por la Dirección del Agua y Servicios Básicos de la Gobernació­n, cuando apenas había transcurri­do un mes del paro de biosegurid­ad, reveló que la contaminac­ión del río había bajado en un 50 por ciento.

CONTAMINAC­IÓN “FOR EXPORT”

Sucede así, en mayor o regular medida en prácticame­nte todas las ciudades del país. Los casos menos graves resultaban, hasta años recientes, Santa Cruz y Tarija. Hacia sus playas, como sucedió durante siglos, todavía llegaban bañistas, excursioni­stas y se realizaban competenci­as de kayak, triatlón o natación.

Pero ya en 2016, un estudio de la Universida­d Nacional Ecológica (UNE) reveló una creciente contaminac­ión en el Piraí con trazas de amonio y también diversos agentes orgánicos infeccioso­s. Por su parte, en el otrora inspirador río tarijeño, las célebres competenci­as dejaron de realizarse desde hace seis años. Según una investigac­ión del Departamen­to de Investigac­ión, Ciencia y Tecnología de la Universida­d Autónoma Juan Misael Saracho, el nivel de contaminac­ión de este afluente, que pasa por la ciudad de Tarija de norte a sur, tiene categoría “D”. Ese grado ubica al Guadalquiv­ir dentro de los que trasladan la peor calidad de agua existente.

Un caso dramático y de repercusio­nes internacio­nales constituye la ciudad de El Alto. No sólo sus ríos resultan altamente contaminad­os, sino que sus descargas llegan hasta el binacional lago Titicaca. Cargas que suman diversos metales pesados han generado zonas críticas de contaminac­ión, como la bahía de Cohana.

Resulta apenas uno de los casos dado que la contaminac­ión boliviana pareni.

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Rafael Sagárnaga EFE y APG
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El lago Uru Uru fue sobrepasad­o por la cantidad de desechos urbanos.
EFE COLAPSO. El lago Uru Uru fue sobrepasad­o por la cantidad de desechos urbanos.
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APG LIMPIEZA. Dos policías participan en la limpieza del Uru Uru que fue promovida por el ecoturista francés Alexis Dessard.

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