¿DE QUÉ VIVIRÁ BOLIVIA EN LA NUEVA ERA
Expertos consideran que el extractivismo y la falta de una transformación educativa han condenado al país a crónicas crisis. Llaman a desarrollar una visión agroecológica productiva.
ciento menores en precio. Es el bajón perfecto: cada vez hay menos producción, menos mercados, menos reservas y obviamente, menos ingresos. Y valga recordar que ésa ha sido la principal fuente de ingresos del país en prácticamente dos décadas.
La lotería de las cotizaciones internacionales de las materias primas a la que juegan los gobiernos tampoco parece volver del todo a la “Bolivia minera”. Las recientes alzas de algunos minerales aún no compensan el bajón pandémico. La propia comparación del IBCE aún mostraba cifras rojas en relación a tiempos no pandémicos. En enero, Bolivia exportó 14 por ciento menos minerales en volumen y menos 3 por ciento en valor en relación al mismo mes de 2020.
EXTRACTIVISTAS CRÓNICOS
A ello se añade un agravante cada vez más sentido: la explotación minera está contaminando y destruyendo las fuentes de agua, el considerado recurso estratégico más importante del siglo XXI, a niveles de escándalo internacional. No se trata de ninguna exageración. Una reciente investigación del Centro de Información y Documentación Bolivia (CEDIB) denuncia una agravada contaminación con mercurio de los ríos amazónicos y platenses que toca a Brasil, Paraguay y Argentina. Ello al margen de infinidad de denuncias sobre malas prácticas mineras y actividades de empresas y cooperativas inescrupulosas, en gran parte del país.
Entre hidrocarburos y minerales se va el 76 por ciento de las exportaciones bolivianas. Formalmente, el tercer rubro resultan las exportaciones de los derivados de la soya. Estos suman el 11 por ciento de las exportaciones. Para celebración de los empresarios, incrementaron sus exportaciones en valor y volúmenes durante los últimos meses, con alzas de un 77 y 22 por ciento, respectivamente. Sin embargo, a semejanza del minero, se trata de un sector altamente agresivo contra el medioambiente y de baja tributación. Más de una voz continuamente recuerda los colosales incendios anuales que destruyen los bosques, esos que en 2019 arrasaron una extensión similar a la superficie de Costa Rica. O también cuestionan el uso de las polémicas semillas transgénicas, sólo aceptadas por una veintena de países en el mundo.
EXPORTAR PERSONAS
Pero, en realidad, el tercer rubro más importante en cuanto a ingresos para la economía boliviana se podría llamar “seres humanos”. Ello porque los emigrantes bolivianos, a través de las remesas, constituyen la tercera fuente de ingresos nacionales. Superan los casi mil millones de exportaciones que reditúa la soya. De hecho, en 2020, a pesar de la crisis pandémica, se dieron modos para enviar 1.116 millones de dólares, según informó el Banco Central de Bolivia. No aumentarán mucho más pues, a diferencia de otras crisis, debido a la pandemia, los procesos de emigración para potenciales remitentes se complicaron.
Otros rubros no llegan ni a superar el 1 por ciento de las exportaciones bolivianas. Para mayor adversidad, los proyectos lanzados en los últimos años, tras rimbombantes anuncios y millonarias inversiones, saben a fracaso. En esa lista suman, por ejemplo, el plan para industrializar el litio, en el que se invirtieron cerca de 1.000 millones de dólares. También, los proyectos de industrialización del gas que implicaron inversiones por más de 2.000 millones de dólares. O los polémicos planes de exportación de electricidad en base a megarrepresas que desataron una oleada de críticas debido a múltiples contradicciones.
Ni el gas, ni los minerales, ni la soya, ni nada ya parece mostrarse como el sostén de la economía boliviana. Mientras tanto, las Reservas Internacionales, la alcancía del país, se van agotando. Cayeron de 15.122 millones de dólares, en diciembre de 2014, a 4.968 millones de dólares, en febrero de 2021. Otros indicadores económicos, como los déficit fiscal y comercial, también se muestran amenazantes.
LA PREGUNTA CLAVE
En ese escenario vuelve a flotar la pregunta del millón o, mejor, de los 12 millones de habitantes que hoy ocupan el territorio boliviano: ¿de qué vivirá el país en la nueva era económica que marca a la humanidad?
“La economía boliviana está anclada en el extractivismo -explica Miguel Crespo, director de la organización Productividad Biósfera y Medio Ambiente (Probioma)-. Ello no le permite ni siquiera tener un desarrollo capitalista porque se ha incorporado muy tarde a la economía mundial. Entonces, ha sido condenada a ser un país proveedor de materias primas, de recursos naturales no renovables. Pero, si consideramos que Bolivia es rica en biodiversidad y recursos genéticos, para desarrollar la economía o, al menos para tener un ingreso que beneficie al país, debe preservar esa biodiversidad. Ello porque es un elemento que brinda las condiciones para que otras actividades económicas puedan desarrollarse”.
Así, bajo diversos matices y proporciones, la apuesta por la agroecología cobra cada vez más apoyos de parte de diversos investigadores. La pandemia y los crecientes problemas sociales y medioambientales que dejan los clásicos modelos económicos en todo el mundo refuerzan aquella percepción. Reconocidos economistas, científicos especializados y hasta los propios empresarios agroindustria
les (frecuentemente críticos de lo agroecológico) se han abierto a este rubro.
“Comparemos los índices de contaminación en las grandes potencias industriales antes y después de las cuarentenas -explica el investigador Justo Zapata-. Los contrastes entre los niveles de, por ejemplo, dióxido de nitrógeno, un contaminante súper tóxico, en las ciudades chinas resultan impresionantes. Y si vemos los mapas de incidencia de cáncer u otros males en Europa, EEUU, Canadá, Australia, en todo el mundo industrializado, nos debemos replantear las cosas. ¿Qué tipo de desarrollo queremos y querrá el mundo? El futuro económico está claro: si quieren los chinos, que sigan siendo la fábrica del planeta, pero a nosotros nos toca ir por lo orgánico basado en la preservación de la biodiversidad”.
Quienes se abren a más rubros no dejan de destacar la importancia de lo agroecológico y la poca planificación de la cual ha sido objeto. Economistas como Alberto Bonadona, por ejemplo, han cuestionado que la agroindustria transgénica haya orientado su explotación hacia bosques fértiles. “En su caso, deberían haber desarrollado ese tipo de producción en tierras poco productivas que pueden ser adaptadas con biotecnología -ha señalado-. (…) Pero hay una serie de productos que se podrían explotar en Bolivia y hacerlos exportables. Eso ocurre con el cayú, el copoazú, diverso tipo de palmeras, y en occidente con la cañahua, el amaranto, el tarwi, y, en general, la biodiversidad boliviana”.
El también economista e ingeniero industrial, David Guzmán, ha ejemplificado cómo tan solo las exportaciones de palta que realiza Perú suman un valor semejante al de la soya boliviana. Sin embargo, ocupan el equivalente a la mitad del área explotada y resultan menos agresivas a la biodiversidad y el medioambiente en general. “Pasa lo mismo en países como Costa Rica -explica-. Y está siendo impulsada por diversas potencias europeas que se han adelantado en tomar la bandera de transformación de la economía global”.
¿QUÉ PRODUCIR?
¿A qué clase de emprendimientos deberían orientarse los bolivianos para conjurar la crisis? “Es importante mirar a los recursos genéticos -explica Crespo-. Bolivia, por ejemplo, está entre los países más ricos del mundo en tubérculos, también en maíces y en ajíes. Tenemos frutas silvestres de gran valor nutritivo y vitamínico entre el Chaco, la Chiquitanía y la Amazonía que tienen demanda a nivel global. Ahí están desde el copoazú y el achachairú hasta el pitajaité y el acaí, más de 150 frutas silvestres. Tenemos fibras que sirven para la industria textil. Tenemos granos andinos como el amaranto, la quinua, energizantes y plantas medicinales de alto valor que hoy son la base para desarrollar fármacos, cosméticos y aceites esenciales”.
Sobre esa base, el investigador también plantea el desarrollo de actividades como el ecoturismo comunitario, el agroecoturismo y el ecoturismo científico. Todas las fuentes citadas suman además la urgencia de aprovechar las energías renovables de las que también el territorio boliviano goza en abundancia. Justo Zapata, quien ha liderado varios equipos de investigación y desarrollo de tecnologías, destaca por ejemplo el proyecto quinuero del ingeniero industrial Cesín Curi.
Curi ha desarrollado tanto las técnicas como los equipos que permiten la producción de quinua en el altiplano boliviano con altos niveles de rendimiento. En base a fertilizantes que podrían ser obtenidos del salar, la proyección de este emprendimiento alienta la idea de hacer productivas 20 millones de hectáreas en tierras hoy virtualmente abandonadas. Estas además podrían articularse con el uso de energía solar para la explotación de los pozos de agua que existen en el altiplano. El proyecto ha sido destacado por diversos observadores expertos y merecido múltiples reportajes especializados.
Proyectos similares se han lanzado en estudios universitarios, algunos respaldados por universidades europeas, para otros productos como el tarwi y las palmeras amazónicas. Pero, tras esas propuestas, surgen las condicionantes que, según señalan las fuentes, serían la base de una nueva era económica boliviana.
REQUISITOS FUNDAMENTALES
“Ningún proyecto podrá funcionar en Bolivia si no hacemos un gran cambio en la educación -señala Zapata-. Es urgente una transformación educativa radical por la que impulsemos una mejora sustancial de la educación básica. Paralelamente, debemos mejorar la calidad de la educación universitaria y articular a las universidades con las políticas de Estado y la creación de empleo. Eso debe hacerse ya. Nuestra crisis y toda crisis en el mundo se debe al nivel educativo, y el nuestro no para de caer desde hace décadas”.
Guzmán recuerda que en medio de crisis semejantes algunos contados países han sabido romper paradigmas e incluso imposiciones para despegar de su rezago crónico. “Cuando vemos quiénes hoy tienen una base económica ancha -explica-, es porque supieron insubordinarse al sistema. Eso fue, siempre, en base a educación, esforzada visión productiva, protección de sus riquezas estratégicas, entiendo que ahora es nuestra biodiversidad y su seguridad alimentaria. Si no, nos deberemos resignar a nuevas deudas impagables, saqueo de minerales, contaminación y grave crisis social”.