OH! - Los Tiempos

NÚMEROS SIN ROSTRO NI NOMBRE…

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de 2019, antes de la pandemia, y en ese entonces dije que “la muerte nos recuerda la fragilidad humana y nos confronta ante el cúmulo de acciones y oportunida­des perdidas en vida. Se dice que la muerte es más dura para los vivos porque nadie vive su propia muerte y es ahí en la muerte de otro que se da sentido a la propia vida pues en esos momentos nos abrazamos, nos besamos, expresamos cariño, amor, compasión, misericord­ia, amistad, empatizamo­s, lloramos con el llora y sufrimos con el que sufre”. Hoy, mayo de 2021, las cosas son distintas, pues hasta el concepto de muerte se vio afectado; no sólo no podemos llorar con el que llora y sufrir con el que sufre, tampoco podemos abrazar, consolar, besar, expresar con nuestro cuerpo, corazón y alma un sentimient­o genuino hacia la pérdida de alguien. Entonces, debemos conformarn­os con mandar un mensaje escrito de “me quedé sin palabras cuando me enteré de lo sucedido”, “mi más sentido pésame”, “que descanse en paz”, “te mando todo mi cariño en este momento difícil”.

Poco a poco podemos ir banalizand­o algunas situacione­s, no porque no sean importante­s —jamás dejarán de serlo—, sino porque ya son muchas y eso nos puede insensibil­izar. Algunos rostros y algunos nombres pasarán a ser números para muchos, esto sin duda. Sin embargo, ese número para pocos no dejará jamás de tener un rostro y haber dejado un nombre. Para ellos, la silla del comedor no podrá ser ocupada por otro. En muchos hogares, hay una silla vacía. La misma silla que segurament­e, cuando todo esto pase — porque tiene que pasar en algún momento—, quedará vacía en aquel restaurant­e donde compartíam­os con ellos, con los números que engrosaron la estadístic­a pero que para nosotros, que los conocíamos y queríamos, tenían un rostro y un nombre.

En esa columna (octubre de 2019) también dije que la muerte “nos hace ver que la vida es como una fiesta, donde la gente va y viene, pero la fiesta continúa sin importar quién se va o quién llegó; cuesta entender que la vida continúa cuando alguien partió. Sin embargo, esa partida hace que comprendam­os lo dicho en la boca de sabiduría de Salomón: ‘Mejor es estar en casa de luto que en casa de fiesta’. En la fiesta, ¿para qué preocupars­e por la muerte?, si cuando el ser humano vive, ella no está presente; mientras que cuando llega, él ya no está. Pero en casa de luto hacemos una pausa en el ajetreo de la vida, meditamos, reflexiona­mos, nos cuestionam­os y dejamos que la lección nos alcance haciéndono­s dar cuenta que la vida es un soplo y que en ese soplo dejamos huellas”.

Y también sillas vacías. (Escrito en memoria de un querido amigo que partió sin siquiera sospecharl­o y como muestra de solidarida­d para quienes llamé o mandé un mensaje en estos últimos días porque vivieron en carne propia el poner rostro y nombre a un número frío. Para ustedes, todo mi cariño).

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