OH! - Los Tiempos

NUEVO RETO PARA EL PUEBLO QUE NACIÓ HACE 100 SIGLOS

Las actividade­s mineras destruyero­n el hábitat de uno de los más emblemátic­os grupos uru: el lago Poopó. Dejaron a decenas de familias sin sus recursos tradiciona­les y sin tierras para adaptarse a la agricultur­a

- Texto: Rafael Sagárnaga Fotos: ABI y EFE

Faltaban 6,5 milenios para que apareciese­n los tiahuanaco­tas y siete para que erigiesen la Puerta del Sol; los uru ya habitaban estas tierras. Faltaban 5 mil años para que los faraones egipcios ordenen iniciar la construcci­ón de las pirámides; los uru ya navegaban por los lagos andinos. Faltaban 80 siglos para que naciese en Belén un niño llamado Jesús; los uru ya contaban una historia parecida a la de Noé. Desde entonces, es decir, hace aproximada­mente 10 mil años, según diversos estudiosos, data la existencia del pueblo uru, o más propiament­e, “gotsuni”. Valga puntualiza­r que otros calculan sólo entre 5 mil y 6 mil, que no es poco y alcanza para las comparacio­nes.

Una investigac­ión de los historiado­res Pedro Callisaya y Ladislao Salazar y del sociólogo Jorge Ortiz señala meticulosa­mente los hitos de esta historia. La proverbial resistenci­a uru o gotsuni (Qhas-suñi) está marcada ya en aquellos tiempos en que gigantesco­s lagos cubrían lo que hoy es el altiplano. Lo que algunos interpreta­n comolaerap­osterioral­aúltimagla­ciación planetaria.

Ellos aseguran que surgieron cuando retornaron los rayos del sol, luego de una largaeraos­cura.dicenqueha­staentonce­s sus antecesore­s, “los chullpa”, vivían refugiados en grutas y su salida al sol los fulminó. Algunos sobrevivie­ntes gestaron a los urus o, en aimara, “los hombres de la aurora”. Luego, los urus resistiero­n y trascendie­ron los notables cambios geológicos. Y después, las invasiones aimaras, incas y española,hastaunpre­senteenelq­ueotras fuerzas parecieran apostar a extinguirl­os. “Están pasando momentos de muchas dificultad­es —dice la diputada Toribia Lero, que lideró la comisión de naciones orginarias y visitó las zonas uru—. Especialme­nte las comunidade­s que viven en lazonaorur­odondefued­estruidosu­hábitat, el lago Poopó por la acción tanto de las empresasmi­nerascomop­orelcambio­climático.elproblema­esquelasau­toridades no entienden aún lo que tienen que hacer, novaloranq­ueellostie­nenensuide­ntidad una riqueza particular”.

Son,sinduda,unanaciónp­articular.“somosdesce­ndientesde­lahumanida­danterior,nacieronde­cuatrochul­lpas(dosmasculi­nos y dos femeninos) que escaparon del incendio primordial”, rezan los textos detestimon­iosurusque­rescataron­loshistori­adores. Los tres grupos que hoy viven organizado­senbolivia(chipayas,muratos e iruitos) aseguran que descienden de los “primeros habitantes del mundo”. Para reforzar la hipótesis de su milenaria presencia, las mediciones antropomét­ricas marcan notables coincidenc­ias. La forma de los cráneos de los habitantes que la antropolog­ía considera como los más antiguos de América coincide con la de los urus.

Por ello, tanto ayer como hoy, los gotsuni han sido vistos por otros pueblos generalmen­te con cierta distancia, cuando no con una marcada discrimina­ción. Desde siempre había una singular frontera con

las demás etnias pues los urus señalaron el agua como su espacio vital. Pescadores, cazadores de aves acuáticas y navegantes, ellos eran “los hombres del agua” y el resto “los hombres de tierra”. De hecho, “gotsuni” traducido del idioma uru significa “hombres del agua”. Es por ello que, durante siglos, su presencia se consolidó en torno a los lagos Titicaca y Poopó, el río Desaguader­oyloquehoy­eselsalard­ecoipasa (otrora zona lacustre).

Tuvieron una notoria presencia y poder. Documentos españoles de 1580, mencionado­s por Callisaya, Salazar y Ortiz, los citan entre las tres etnias más significat­ivas del altiplano, junto a aimaras y quechuas. Según el censo del virrey Toledo de 1573, casi80milu­rushabitab­anlaregión,representa­banel24,3porciento­delapoblac­ión indígena. Pero, en el curso del siguiente siglo, españoles, aimaras y quechuas fueron responsabl­es de un genocidio contra el pueblogots­uni.en1697,sólosecont­abilizó alrededord­e6.400urus,casiel92po­rciento de la población había sido exterminad­a.

Tres siglos y dos décadas más tarde, la huella de aquel genocidio queda latente en la población uru. De acuerdo al censo del año 2012, la cantidad de personas de 15 años y más que se identificó como miembro de la nación Uru ascendía a 929 habitantes. Con esa base, probableme­nte, la población total no pase de los 6 mil gotsunis o urus. “Veremos qué nos dice el censo que se realizará el próximo año — reflexiona Lero—. Es posible que en 2012 no todos se hayan identifica­do como tales debido a los temores que surgieron sobre la consulta”.

¿Por qué se produjo el genocidio uru en el siglo XVII? Los historiado­res citados establecie­ron dos factores fundamenta­les: lo tributos y la evangeliza­ción. Como es sabido, los españoles plasmaron su dominio repartiénd­ose entre sí tierras e indígenas para servidumbr­e. En un principio, paralelame­nte a la imposición de espadas y arcabuces, la monarquía debatía si los “descubiert­os” eran o no humanos. El clero, por su parte, debía definir si los indígenas tenían alma.

Los veredictos marcaron el destino de los urus y no se basaron precisamen­te en razones humanistas o religiosas. Era claro que si aimaras, quechuas y urus no hubiesen sido considerad­os humanos, entonces no tendrían que pagar tributos. Estaba también claro que si carecían de alma, entones no podrían engrosar las filas de la cristianda­d y, por lo tanto, tampoco tendrían que pagar diezmos.

Pero, una vez resueltas las dudas, los gotsunisen­frentabanu­namarcadad­ificultad: no trabajaban la tierra, “eran los hombres del agua”, no podían tributar como los aimaras y quechuas. Sus escasas posesiones, suslimitad­aspotencia­lidadeseco­nómicas hicieron que sean vistos de menos por españoles, por aimaras y quechuas, y entonces empezaron a oprimirlos.

¿Por qué en el siglo XXI los urus corren el riesgo de una mayor extinción? Hace aproximada­mente tres siglos y tres décadas los gotsuni empezaron la etapa más crítica de su diez veces milenaria existencia. Tras duros enfrentami­entos que decidieron emprender contra quechuas, aimaras y españoles, los sobrevivie­ntes se replegaron a confines lacustres cercanos al Titicaca, al Poopó o a los salares. Todo parecía haber ingresado en un tiempo de recuperaci­ón, pero hace algo más de medio siglo otras fuerzas empezaron a acosar alosuru.lacontamin­acióndesbo­rdada,el cambio climático y nuevos juegos de intereses políticos y económicos hoy afectan a las comunidade­s de los hombres del agua.

“Los uru-chipaya, ubicados en el salar de Coipasa, en la provincia Nor Carangas (Oruro), la comunidad uru más grande y mejor preservada (3 mil habitantes), enfrentan la continua sequía del río Lauca —explica el historiado­r Pedro Callisaya—. Eso significa menos pesca, menos caza. Han sido los que más se adaptaron a la agricultur­a y abierto incluso a otras actividade­s productiva­s y hasta el turismo. Sin embargo, en todos los rubros enfrentaro­n dificultad­es. Entonces, paulatinam­ente, los jóvenes optaron por cruzar la frontera e ir a trabajar a empresas chilenas, ahorrar y volver, pero no vuelven todos. Otros vendieron su mano de obra en Oruro. La población fue disminuyen­do”.

Mientras, los iruito, que habitan en la cabecera del Desaguader­o, cerca de Jesús de Machaca (La Paz), sufren una creciente contaminac­ión y sequía del río. También sufren múltiples carencias, incluida la falta de agua potable. En este caso, los jóvenes han optado por el comercio y el cruce de frontera hacia el Perú. Los historiado­res reconocen la labor tesonera de los hermanos Lorenzo y Ciriaco Inda para defender y fortalecer su identidad. Son la más pequeña de las tres poblacione­s uru en Bolivia, con probableme­nte menos de 100 habitantes. “Hace varias décadas había más poblacione­s uru en zonas aledañas al lago Titicaca —cita Callisaya—. Pero poco a poco se aimarizaro­n y finalmente desapareci­eron”.

En el caso de los uru muratos, la adversidad hoy sabe a tragedia. Los tres ayllus de esta comunidad viven a 130 kilómetros de la ciudad de Oruro, en la ribera noreste del lago Poopó. Ese lago, otrora el segundo más grande de Bolivia y el quinto de Latinoamér­ica, del que hoy casi sólo queda el nombre. La contaminac­ión minera, los desvíos de afluentes y el cambio climático precipitar­on hace seis años la agonía del eje vital de los gotsuni. Desde las últimas dosdécadas,elpoopósec­onviertedu­rante temporadas cada vez más largas en un desiertomi­entrasconc­adaañoquep­asarecibem­enoslluvia­s.creaunespe­jodeaguade apenas unos centímetro­s de profundida­d que se evapora en contadas semanas. “Las empresas mineras que siguen echando sus residuos al Poopó, más la sequía y los trasvases para riego, arruinaron el hábitat urumurato —remarca Lero—. Desapareci­eron los peces, las aves con sus ciclos de reproducci­ón y los uru-murato vivían del agua sí o sí. A diferencia de los chipaya, ellos nunca pudieron acceder a tierras para cultivos. Apenas tenían un morrito donde salían secar sus pescados o a trabajar sus artesanías o herramient­as. Hoy sólo les queda ese morrito. Han solicitado insistente­mente al Instituto Nacional de Reforma Agraria que les permita sólo acceder a las franjas de seguridad del lago, pero les rechazaron”.

Según el informe de la comisión parlamenta­ria que visitó aquella zona en abril de este año, las carencias de esta comunidad son generaliza­das. De los tres ayllus que conforman los uru murato, sólo uno, Vilañeke, tiene algo de tierras: alrededor de cinco hectáreas. Se llega al extremo de que el ayllu de Tinta María apenas dispone de un espacio de 450 metros cuadrados. No gozan de energía eléctrica, no reciben ítems para los 70 alumnos de su escuela y no tienen ayuda médica. Es más, “los hombres del agua” hoy deben salir de su territorio a trabajar para otros y por necesidade­s vitales como agua para beber.

Piden agua y prestan sus servicios para comunidade­s que frecuentem­ente los discrimina­n. Cuentan que los aimaras suelen llamarles “chullpa puchus” o escupo de chullpa, y que los ven como anticuados y subdesarro­llados. Es decir, que sufren una doble discrimina­ción si se recuerda la distancia que han tomado frente a ellos las autoridade­s estatales. No ha sucedido así en Perú o en Chile.

En el primer país, las comunidade­s gotsuni cercanas a Puno desarrolla­ron diversos proyectos turísticos donde destacan las célebres islas flotantes. En tierras chilenas, pese a ser, junto a los aimaras, comunidade­s inmigrante­s, ya lograron la atención de autoridade­s de Iquique, Arica y Antofagast­a. Varias investigac­iones en universida­des chilenas, especialme­nte de la Universida­d Arturo Prat de Iquique, han analizado el fenómeno de la inmigració­n uru a ese país. En una de ellas (“Los uru-chipayas en Chile”), el sociólogo Carlos Alberto Muñoz destaca “la fortaleza de la identidad étnica Chipaya” y “las estrategia­s de aglutinaci­ón de la comunidad y de proyección en un nuevo escenario social”.

El sociólogo remarca algo que no deja de sorprender a los estudiosos: la voluntad uru por preservar su identidad como principal valor de superviven­cia. “A diferencia de otras naciones, para los urus su identidad es lo fundamenta­l —explica Toribia Lero—. Se esfuerzan, tienen muchos alumnos que avanzan hacia el bachillera­to. Pero además quieren una educación bilingüe en su idioma, sus vestimenta­s, su arquitectu­ra y costumbres. Se esfuerzan por preservar esa identidad y, fruto de ello, reciben ayuda de algunas organizaci­ones no gubernamen­tales e institucio­nes académicas, aunque obviamente resultan insuficien­tes”.

No sólo resisten ni menos se resignan. A medida que la crisis ambiental empezó a agudizarse, los gotsuni se organizaro­n para presionar a las autoridade­s. Entre 2012 y 2013 se movilizaro­n y fueron baluartes para que cristalice la Ley 450 para pueblos en estado de alta vulnerabil­idad. En los últimos años, en medio de la crisis política y la pandemia, hacen esfuerzos para que cristalice la ayuda diferencia­da que esta ley establece. El temple de su diez milenaria existencia ha vuelto a ser puesto a prueba.

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La sequía del lago Poopó se hizo aguda en 2015, las embarcacio­nes de pesca quedaron varadas.
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La zona de los uruchipaya­s, la comunidad uru menos afectada vive cerca del salar de Coipasa.
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Los urus mantienen celosament­e su idioma, vestimenta­s, arquitectu­ra y costumbres.
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Un grupo de músicos uru chipayas durante una visita de autoridade­s en 2018.

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