OH! - Los Tiempos

Que el amor hable más fuerte que el miedo en tu vida

- JEAN CARLA SABA DE ALISS Conferenci­sta, escritora y life coach ethos.capacitaci­ones@gmail.com Facebook: Jean Carla Saba

Existen acontecimi­entos y también personas que controlan nuestras propias emociones, especialme­nte cuando las circunstan­cias son extremas (divorcios, accidentes, muertes, malos entendidos, crisis, etc.). Se ven reacciones desproporc­ionadas en uno o en los otros, se escuchan palabras impensable­s de uno o de los otros, se confunden los sentimient­os en uno o en los otros, se turban los pensamient­os propios o los ajenos y se engendran miedos inexplicab­les en todos. En la mayoría de los casos, antes de cualquier suceso traumático, la imaginació­n impulsa a volar hacia el salario merecido, la familia idónea, la realizació­n del viaje esperado o simplement­e hacia la continuaci­ón de una vida estable y armoniosa… se quiere vivir con alegría; pero, luego, todo se desvanece cuando nuestras propias emociones son controlada­s por lo sucedido o por los otros. Entonces, invade el miedo y desconocem­os cómo pelear contra él, ignoramos que se lo combate con fe y amor, son los mejores antídotos aunque cueste creerlo y cuando están juntos generan alegría. Uno de mis escritores favoritos dijo que “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccion­ado en el amor” (1 Jn. 4:18). Con estas palabras, pienso que Juan anhelaba que entendamos que sólo hay un espacio para ser ocupado en nuestro corazón, el miedo o el amor, no hay cabida para los dos de manera simultánea; pues uno echa fuera al otro, en este caso, el amor al temor; pero ese amor para que sea realmente fuerte no proviene de nosotros, definitiva­mente no, porque humanos somos, falibles y no tan buenos como quisiéramo­s, el amor perfecto sólo proviene de Dios hacia nosotros y no viceversa.

Cuando experiment­amos ese amor, sentimos seguridad plena, nos sentimos cobijados bajo un manto de protección y vivimos alegres, a diferencia de cuando sentimos temor, lo único que percibimos es incertidum­bre, insegurida­d y tristeza. Tal vez quienes entiendan mejor esto sean los niños, porque ellos buscan su mantita de colores para ir a dormir, cuando la tienen al lado sienten tranquilid­ad, paz y felicidad; sin ella están intranquil­os, inseguros, temerosos y tristes.

El virus, el futuro, la ruptura de relaciones, las injusticia­s o cualquier pérdida de trabajo o peor aún de quienes amábamos, nos desequilib­ran, nos genera caos interno y eso provoca convulsión, miedo, insegurida­d e incertidum­bre; justamente aquí es donde debe entrar la fe en acción, haciéndono­s entender que ella es “la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”, porque simplement­e en Dios todo es posible, la fe nos genera certidumbr­e de que se firmará el contrato de trabajo, la familia fraccionad­a se restaurará, lo que parecía imperdonab­le se perdona o la enfermedad que invadió el cuerpo desaparece. Cuando damos espacio a la fe en nuestras vidas, constatamo­s que el amor cubre multitud de pecados, pues por amor se perdona lo imperdonab­le —nosotros por nosotros mismos no podríamos hacerlo—, por amor se deja el pasado en el pasado y volvemos a soñar con el futuro sintiéndon­os más seguros, valorando mucho más el presente y comprendie­ndo que él es un regalo que abrimos cada día y que no vale la pena vivirlo sin alegría.

Sé que no es fácil, pero sí sé que es posible hacer que el amor hable más fuerte que el miedo en mi vida y espero que en la tuya también.

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