PAPÁ ME LLAMA PRINCESA
“Papá me llama princesa” es un proyecto en el que me relaciono con mi padre a través de todo aquello que no compartimos, tomando la herida como oportunidad y posibilidad de crear un nuevo universo.
La sesión de fotos funciona como un espacio de juego, diálogo y complicidad, de entendimiento mutuo. El traje, el disfraz, como espejo y como piel. Como piel para ponerme en su lugar cuando tenía mi edad, y como espejo para él, viéndose al mismo tiempo que mira a su propia hija.
El proyecto nació de una primera sesión, en la que me autorretraté vistiendo el traje militar de mi padre. Este traje había estado en casa desde que yo era niña, y siempre que salía de aquel armario era el detonante de conversaciones con él. La estrategia y las decisiones que tomé cuando hice esta primera aproximación son las que me llevaron a desarrollar un proyecto más extenso.
Decidí hacer las fotos en un jardín vinculado a la infancia de mi padre, y por tanto al acto de jugar y le elegí como ayudante. Esta dinámica se convirtió en un juego entre los dos, a través del cual nos comunicamos y tratamos de entendernos. Una parte importante del proyecto es la profesión de carpintero, que heredó de su padre, quien a su vez la heredó de su abuelo.
Desde pequeña, recuerdo habitar la carpintería con cierta distancia y rechazo, un lugar especialmente masculino que siempre sentí que no me pertenecía de alguna manera. Ahora habito esos espacios relacionándome con ellos con una presencia y una actitud diferentes: ¿Cómo habito esos lugares? ¿Cómo los habría habitado como hombre? ¿Qué significa para mí habitarlos como mujer? ¿Cómo me habría fotografiado en ellos? ¿Qué heredo de todo ello y cómo me construye?