Aires de optimismo
El deporte chileno tuvo su época dorada en los años 50. Fue potencia sudamericana en casi todas las disciplinas y alcanzó categoría mundial en varias.
Nuestras delegaciones olímpicas volvían con medallas, las basquetbolistas peleaban el título mundial y los cesteros varones eran terceros, los pilotos automovilísticos le ganaban al campeón mundial en pruebas de turismo carretera, los equitadores daban clase en los más exigentes escenarios.
De ese tiempo quedaron nombres inolvidables: la jabalinista Marlene Ahrens, el jinete Oscar Cristi y el boxeador Ramón Tapia (medallas de plata en los Juegos Olímpicos de Melbourne), el tenista Luis Ayala (considerado el mejor del mundo en canchas de arcilla), el tirador Gilberto Navarro (récord mundial en skeet), los desconocidos y olvidados campeones mundiales de pesca de atún. De esa época eran las atletas descendientes de alemanes que arrasaban en los sudamericanos de atletismo (Betty Kretschmer, Marion Huber, Ilse Barends) y la chilenísima Eliana Gaete, el mediofondista Ramón Sandoval, el ciclista E xequiel Ramírez y los hermanos Massanés, el equitador Alberto Larraguibel (todavía vigente record mundial de salto a caballo), los pilotos Lorenzo Varoli y Bartolomé Ortiz, la golfista Sara García, el pentatleta Nilo Floody, la inigualable basquetbolista Ismenia Pauchard y el gran cestero Rufino Bernedo, Y, por si fuera poco, la selección de fútbol fue subcampeona panamericana en 1952 y sudamericana en 1955 y 1956.
Tal vez por eso alegra tanto ver que el deporte chileno resurge con cierta velocidad. Para no ir tan lejos este domingo los diarios traían triunfos de categoría universal en balonmano (mundial en Dinamarca), rugby (premundial en Viña) y en el Dakar, mientras los tenistas se aprontaban para debutar en el Abierto de Australia, las remeras esperaban nuevas hazañas y Joaquín Niemann está a las puertas de la consagración mundial. Tal vez no se llegue a tanto como en los 50, pero esperanzas hay.