Productividad + Personas: las claves del éxito
C
on el fin del ciclo de los altos precios de los commodities, especialmente el del cobre, volvemos a lamentarnos de las falencias de nuestro sistema productivo. Independientemente de cuánto durará esta nueva fase a la baja, habrá que detenerse a pensar cómo avanzar finalmente en aquellos esfuerzos que nos ayuden a mitigar los efectos de los menores ingresos del cobre con una estructura industrial más diversificada, con la creación de mayor valor agregado y con la incorporación de aquellos elementos que definirán las economías del conocimiento.
El factor más esencial para este esfuerzo son las personas. Pero, ¿Cómo vamos a avanzar mientras Chile se encuentra entre aquellos países con la mayor extensión de horas de trabajo?¿Por dónde empezaremos, si más de la mitad de la fuerza de trabajo no terminó el colegio? ¿Cómo enfrentar la competencia internacional, cuando aún no hemos ajustado consecuentemente los contenidos de enseñanza en todos sus niveles, además de sobredimensionar la educación universitaria?
Es indispensable mejorar los sistemas de educación con medidas que aporten en tiempos más acotados a una mejora de la calidad y productividad del trabajo. En este último aspecto hablamos, específicamente, de la formación profesional técnica y la capacitación de calidad. En este universo es donde se encuentra la mayor parte de los jóvenes vulnerables que buscan obtener una profesión estando al mismo tiempo obligados a generar rápidamente ingresos para sus familias. Es allí donde debemos poner el énfasis de los esfuerzos como sociedad, pues junto a los ingenieros serán los técnicos altamente calificados los que generarán finalmente las condiciones para un desarrollo industrial sostenible y, por ende, para la riqueza del país.
¿Qué pasaría, si una empresa pudiera usar parte de los impuestos crecientes debido a la reforma tributaria para participar activamente en la formación técnica de sus futuros trabajadores? ¿Qué sería de las negociaciones con los sindicatos, si en éstas pudieran tratarse los programas de capacitación cofinanciados por Estado y empresa, en directo beneficio de los trabajadores, entregándoles más conocimiento y, por lo tanto, mayores oportunidades para acceder a mejores salarios? Estos últimos serán entonces solventables por la empresa gracias a una mayor productividad de sus trabajadores.
¿Qué pasaría si además, los diferentes actores del sistema - colegios, institutos profesionales o centros de formación técnica y universidades - conversaran de tal manera que formaran un todo permeable, que permita el avance de la persona a través de diferentes pasos en su formación continua durante toda la vida?
La respuesta me parece simple y clara: tendríamos empleados y trabajadores más comprometidos, más productivos y más innovadores, con una mayor comprensión de los procesos, más opinión y propuesta de mejora, más empoderamiento ante sus pares y superiores, y con mucho más proyección y avance en un esfuerzo mancomunado de fuerza laboral y empresa. Ojalá el reciente anuncio presidencial para potenciar la educación técnica lleve luego a pasos concretos de implementación. De nuestra parte como CAMCHAL, al menos, estamos disponibles para cooperar.