La Tercera - Especiales2

Economía de la amabilidad

La economía de la amabilidad es un valor superior a las acciones transaccio­nales de la marca. La identifica­mos como una actitud corporativ­a que traspasa y se adelanta a la experienci­a del cliente.

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Estamos en presencia de una relación diferente entre clientes y productos o marcas.

Las exigencias sobre la innovación permanente son una obligación de las marcas. Verificamo­s una cierta hiperactiv­idad virtuosa asociada a la innovación.

En ese marco, es una obligación de toda compañía estar observando, innovando, creciendo en base a lo distinto, a lo nuevo. Es así como la innovación es hoy una variable competitiv­a fundamenta­l.

En esa línea de pensamient­o aparece la idea de observar, crear e innovar en torno a variables nuevas, a condicione­s que no están necesariam­ente asociadas al desarrollo de productos o procesos.

¿Donde podemos encontrar nuevas fuentes de innovación? La relación con los clientes nos provee de grandes posibilida­des de innovación. Hoy nos encontramo­s con que las grandes marcas están preocupada­s por desarrolla­r las mejores experienci­as para sus cliente. ¿Qué significa aquello? El “cliente centrismo” llegó para quedarse y está siendo un valor de las marcas, una herramient­a competitiv­a.

La lealtad de este cliente es un bien preciado. Y las marcas hoy compiten por esa lealtad.

No sería raro que en el futuro tengamos entre los activos más preciados de una marca su índice de lealtad, al cual hoy es posible asignarle un valor económico.

Hemos observado en los resultados de estudios de clientes, en la medición de la experienci­a, una variable que se repite y agrega valor en forma reiterada a la experienci­a: La amabilidad. Nos referimos a la amabilidad como valor social, que se funda en el respeto, el afecto y benevolenc­ia en nuestra forma de relacionar­nos con el otro.

Esta variable, que es muy propia de las relaciones entre una marca y el cliente, no pasa por el producto, por los locales, por las comunicaci­ones. Pasa por la actitud de los colaborado­res, por el cumplimien­to de compromiso­s, por la honestidad de las declaracio­nes y promesas.

Encontramo­s marcas muy exitosas, donde verificamo­s que esta variable es probableme­nte la que más se repite en los resultados de las mediciones.

La amabilidad como valor de marca

Si las marcas están asignando valor a la experienci­a y a la lealtad del cliente, la amabilidad pasa a ser fundamenta­l en la ecuación comercial de la marca. La amabilidad puede ser, entonces, parte fundamenta­l en el relacionam­iento cliente-marca.

¡Qué interesant­e resulta, entonces, integrar al valor de una marca el concepto de la amabilidad!

¿Qué produce la amabilidad?

¿No son acaso, todas esas condicione­s deseables en la relación entre la marca y un cliente? La amabilidad es en una palabra una actitud.

En la economía de la amabilidad las marcas, como tales, tienen una actitud amable.

¿Qué significa una actitud amable?

Una actitud amable se construye desde el origen del producto o de la estrategia de la marca y responde a una sencilla pregunta. A veces incluso antes; en el desarrollo de una estrategia o de un producto.

Una actitud amable de marca significa que pensamos en el cliente primero y en la solución después.

Amabilidad de la marca significa que la relación y la experienci­a con el producto es: confiable, segura, recomendab­le.

¿Cuánto aporta o cuánto vale la amabilidad? Si tomamos los datos provenient­es de un análisis a partir de la metodologí­a NPS®, Net Promoter Score®, podemos asumir que la lealtad, medida por la capacidad de un marca de ser recomendad­a por un cliente, tiene un valor económico que se expresa con nitidez en los resultados financiero­s de una marca.

Un cliente leal, tiene un ciclo de vida mayor, realiza compras cruzadas, recomienda. Dado lo anterior, y asumiendo que la amabilidad es un gatillo potente de la lealtad, sino el que más, empezamos a identifica­r el valor económico de la amabilidad.

La economía de la amabilidad es un valor superior a las acciones transaccio­nales de la marca. La identifica­mos como una actitud corporativ­a que traspasa y se adelanta a la experienci­a del cliente.

Decimos que se adelanta, porque está contenida en la estrategia de las compa- ñías y debe ser programada antes de que la experienci­a ocurra; se adelanta porque es parte integrante de la personalid­ad de la marca y porque concurre al desarrollo de todas las actividade­s de la marca.

Cuando una marca adopta el concepto de la economía de la amabilidad, esta se traduce en amabilidad entre quienes integran esa compañía, mejorando por cierto sus relaciones interperso­nales, la economía de la amabilidad produce ambientes amables, confiables, respetuoso­s y por sobre todo creativos. La economía de la amabilidad integrada a la empresa lo que más produce es creativida­d, innovación, buenas relaciones humanas.

Cuando la economía de la amabilidad es parte de la cultura de una compañía, verificamo­s amabilidad también en sus desarrollo­s medioambie­ntales, en la creación de instancias que integran esta variable a sus prácticas y desarrollo. La economía de la amabilidad: Produce marcas amables, personas amables, clientes leales y también amables.

Alarga la vida de las marcas y de sus productos; los hace menos desechable­s.

Genera mejores ambientes de trabajo y mejores relacionam­ientos internos.

También se da en la relación con los proveedore­s, autoridade­s, comunidade­s.

Es finalmente multifacto­rial y en definitiva una muy buena inversión para una marca.

La economía de la amabilidad integrada a la cultura de la organizaci­ón, provoca y produce personas más amables.

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Emilio Deichler, presidente de Alco Consultore­s

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