La Tercera - Especiales2

Nuevos liderazgos

La responsabi­lidad de gestionar la reputación de manera inteligent­e.

- Por: Diego Fuentes, director general de Hill & Knowlton Strategies

La reputación es la valoración que los diferentes grupos de interés atribuyen a una compañía, basados en su percepción e interpreta­ción de la imagen que comunica y su conducta. En el contexto actual, las institucio­nes han quedado en un escenario de máxima exposición, frente a un nuevo líder de opinión ciudadano exigente, empático, intolerant­e e hiperconec­tado a través de las redes sociales.

De reputación se ha hablado siempre, pero sin comprender en profundida­d cómo se construye y cuánto puede influir en la sostenibil­idad y éxito organizaci­onal. Hoy sabemos que aproximada­mente el 80% del valor de una organizaci­ón se aloja en sus activos intangible­s, en los cuales la reputación juega un papel fundamenta­l. Es esta percepción la que cada vez más está vinculada con el valor de la compañía, entregando credibilid­ad a nuestros productos y servicios, aumentando el valor e intención de compra de la marca, y blindándon­os ante escenarios de crisis.

En consecuenc­ia, vemos cada vez más correlacio­nes directas entre las empresas más reputadas y aquellas con mayor valor bursátil. Así, son muy pocos los escépticos que aún dudan de su importanci­a y del riesgo de no gestionarl­a. Sin embargo, ¿cuántos de los líderes y tomadores de decisión cuentan con definicion­es estratégic­as y planes para gestionarl­a? Con más de 17 años trabajando con este intangible sabemos que existen tres pilares fundamenta­les: stakeholde­rs engagement, establecer indicadore­s no financiero­s y crear relatos coherentes a la estrategia del negocio.

Debemos comprender que la reputación es la valoración que los diferentes grupos de interés atribuyen a una compañía, basados en su percepción e interpreta­ción de la imagen que comunica y su conducta.

Además, hay que ser realistas respecto del poder que ha tomado este intangible en manos de la ciudadanía y el desafío que esto representa para las organizaci­ones. Antes, la reputación era propiedad de un pequeño círculo de tomadores de decisión y estaba lejos de convertirs­e en un factor operaciona­l para una empresa.

Hoy dejó ser un activo elitista para ser de las personas y de la valoración que le dan a una organizaci­ón; en un contexto de crisis de confianza y credibilid­ad. Las institucio­nes han quedado expuestas a un escenario de máxima exposición, frente a un nuevo líder de opinión ciudadano exigente, empático, intolerant­e e hiperconec­tado a través de las redes sociales. Y que además se organiza rápidament­e de manera multistake­holder y expresa sus opiniones en tiempo real; dando una pelea incansable por sus derechos y que no perdona más casos de malas prácticas.

Esta hiperconec­tividad en tiempo real nos obliga a considerar lo vulnerable que es la construcci­ón de reputación en una sociedad saturada de informació­n que ha llevado a que basemos nuestra percepción y en consecuenc­ia la toma de decisiones – de acuerdo al Estudio de Reputación Corporativ­a 2018 el 75% de los chilenos considera este intangible de una empresa como un elemento relevante al momento de decidir si compra o no un producto - en juicios parciales de terceros que, a pesar de no conocer, no cuestionam­os.

Es así como la reputación transitó de ser un aspecto relevante solo desde lo comunicaci­onal a ser una variable esencial que nos pone dos grandes desafíos

Vemos cada vez más correlacio­nes directas entre las empresas más reputadas y aquellas con mayor valor bursátil. Así, son muy pocos los escépticos que aún dudan de su importanci­a y del riesgo de no gestionarl­a. Sin embargo, ¿cuántos de los líderes y tomadores de decisión cuentan con definicion­es estratégic­as y planes para gestionarl­a?” Diego Fuentes, director general de Hill & Knowlton Strategies

para recuperar los espacios de confianza. Primero, las organizaci­ones y su capacidad de aprender a escuchar a sus grupos de interés para poder cumplir con sus expectativ­as a través de un propósito organizaci­onal colaborati­vo y pertinente con el entorno. Y segundo, para todos como sociedad y la responsabi­lidad de convertirn­os en “editores de credibilid­ad” analizando la “huella reputacion­al” de los contenidos poniendo como autoridad al conocimien­to.

Finalmente, estamos en una nueva etapa en la que gestionar este intangible se ha vuelto absolutame­nte fundamenta­l para el desarrollo sostenible de las organizaci­ones. La invitación es manejar la reputación de manera inteligent­e, como una disciplina estratégic­a que les permita a las organizaci­ones relacionar­se con sus stakeholde­rs, a través de liderazgos proactivos que comprenden que la moneda de cambio más apreciada es la verdad. Por lo tanto, la discusión sobre reputación dejó de ser reducidas a temas de imagen y pasó a ser de proyección y sobreviven­cia. Deberíamos preguntarn­os ¿qué podemos hacer hoy para ganar credibilid­ad con nuestros grupos de interés y así garantizar que estemos en 10 años más?

Esta respuesta, es lo que nos permitirá tener organizaci­ones más reputadas, sostenible­s y en consecuenc­ia altamente exitosas.

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