La reinserción es para restaurar la dignidad secuestrada por la pobreza
El padre Luis Roblero sj, capellán nacional católico de Gendarmería, preside la Fundación Invictus, entidad que lideró en 2014 la creación de Espacio Mandela. A continuación una columna donde reflexiona sobre el desafío que implica la inclusión.
Comienzo esta columna, citando unas palabras que escribí para una revista jesuita (Promotio Iustitiae No 123, 2017/1), porque hace bien reflexionar desde la realidad tal cual es. Decía, “las historias de vida de la mayoría de los encarcelados en Chile es similar. Provienen de grupos familiares muy pobres, de padres ausentes y madres sacrificadas. Desertaron de la escuela o nunca fueron a ella y rápidamente abandonaron el hogar o ingresaron en hogares de custodia estatal. Consumidores tempranos de alcohol y drogas y gran parte de las mujeres presentan historias de abuso sexual y embarazos precoces. Son violentos en sus palabras, en sus relaciones; violentos con sus cuerpos y con los de otros. Pareciera que crecen con una relación distinta con la muerte, como si no le tuvieran miedo a vivirla o hacerla vivir. Estas violencias de cuna se reproducen y agudizan en el espacio carcelario. La cárcel es más de lo mismo, es un espacio que no repara el daño, sino que sólo lo ahonda. La cárcel es más ausencia, en definitiva más venganza. La cárcel es violenta porque reproduce las violencias (...) Los altos y gruesos muros de la cárcel no logran impedir que lo que ocurre “afuera” (en la calle) no repercuta dentro y viceversa, como si la cárcel y la calle fueran una misma realidad, un mismo todo en el que ocurren las mismas cosas”.
Esta descripción de la realidad carcelaria muestra lo difícil que es implementar un sistema eficaz de reinserción de personas privadas de libertad, pero ese es el desafío que tenemos como sociedad. Mandela es un buen ejemplo, entre muchos, de iniciativas que articulan en un espacio público los esfuerzos del estado con el de particulares que se sienten parte de la construcción del bien común del país. Nuestro modelo va a donde está el problema, a la población penal violenta, refractaria y multi-reincidente. Ese grupo humano concentra altas cargas de abandono y dolor, como lo he señalado más arriba, y también altos niveles de delincuencia del que por supuesto también y por sobre todo nos tenemos que hacer cargo. La reinserción es para restaurar una dignidad secuestrada por la pobreza y la marginalidad, es para resignificar una historia maltratada en todos los momentos de su historia y para la cual no hay justificación alguna. Pero también es para construir la paz social de un Chile que busca construirse desde el respeto sagrado por la dignidad de todos.