Con sindicatos divididos, Brasil enfrentó primera huelga general en 22 años
El país vivió una jornada de bloqueo de carreteras y falta de transporte. El paro no tuvo la misma convocatoria que las marchas de junio.
En lo que se consideró como un termómetro para medir el poder de negociación con el gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff, sectores de las cinco principales centrales sindicales de Brasil realizaron ayer una huelga general, apenas unas semanas después de las manifestaciones ciudadanas de junio.
El Día Nacional de Luchas -así fue denominado por los organizadores- se trató de la cuarta huelga general en la historia del país desde su independencia, hace 190 años. La última ocurrió hace 22 años y fue en contra del entonces presidente, Fernando Collor de Mello, quien terminó renunciando al cargo.
A los sindicatos se unieron los Trabajadores Sin Tierra , el oficialista Partido de los Trabajadores y la Unión Nacional de Estudiantes. En los últimos 10 años, tanto los sindicatos como el movimiento estudiantil han sido cercanos al gobierno, sobre todo desde que llegó al poder el ex sindi- calista Luiz Inácio Lula da Silva, en 2003. En la actualidad, no obstante, los que llamaron a la huelga general están divididos, excepto por algunas reivindicaciones laborales, como la jornada de 40 horas, más dinero para salud y educación, mayor calidad en el transporte público y la siempre aplazada reforma agraria.
Así, no hay consenso sobre si esta manifestación nacional fue contra el gobierno de Rousseff. El Partido de los Trabajadores, de hecho, aprovechó la movilización -que abarcó 23 de los 27 estados del país- para apoyar las reformas propuestas por Rousseff como respuesta a las exigencias de la protesta callejera de hace unas semanas. Por otro lado, el sindicato opositor Fuerza Sindical, tal como había amenazado su líder, Paulo Pereira da Silva, sacó ayer las pancartas de “¡Fuera Dilma!”.
Según el diario Folha de Sao Paulo, unas 20 carreteras en 10 estados fueron bloqueadas producto de la huelga. Además, en muchas ciudades se paralizó el transporte público, obedeciendo el llamado de los sindicatos. Los colegios y las universidades, al igual que los bancos, también se unieron a las movilizaciones y cerraron en varias urbes del país. Belo Horizonte y Porto Alegre fueron las ciudades que más sintieron el impacto de las protestas.
Pero a diferencia de junio, cuando más de un millón de personas salieron a las calles para reclamar mejores servicios públicos, denunciar la corrupción de la clase política y los millonarios gastos del Mundial 2014, sólo unos pocos miles se manifestaron en las principales ciudades del país detrás de sus banderas sindicales y políticas.
En Sao Paulo, la mayor ciudad del país, con 20 millones de habitantes, el tráfico fue cortado en una de sus avenidas principales, la Paulista, donde protestaron más de 4.000 personas, según la policía. Buses, trenes y el metro operaron con normalidad.
En Río de Janeiro, unas 2.500 personas marcharon en el centro, según la policía, que lanzó bombas lacrimógenas por los disturbios provocados por encapuchados, con un saldo de 12 personas detenidas, según el diario Folha de Sao Paulo. Los buses y el metro funcionaron normalmente durante el día.
Anoche, además, casi medio millar de manifestantes intentó invadir el palacio de Guanabara, sede de la gobernación local, siendo dispersados por batallones de élite de la policía militar.