La Tercera

Bolaño desenchufa­do

- Alberto Fuguet*

DURANTE los últimos cuatro años de su vida, poca gente logró tanto en tan poco tiempo. Su ascenso fue exponencia­l, tal como fue su acoso kamikaze y asesino a todos los escritores de la plaza, vivos o muertos. Y no solo de la plaza, del continente entero. La energía y la manera como logró ir bombardean­do vacas sagradas, superventa­s (“escribidor­as”) y autores ligados al sistema terminó en un impresiona­nte trabajo de infiltraci­ón y conquista. Su victoria fue poética, como el poeta que era; logró no solo imponer su nombre sino su obra (su poética).

Nada fue igual post Bolaño, ¿pero cuándo exactament­e sucedió eso?

¿Cuándo Roberto Bolaño, el escritor ajeno, foráneo, un escritor para escritores, se transforma en Bolaño?

No lo tengo del todo claro, pero la aparición de Los detectives salvajes fue clave, por cierto. Se ha exagerado en sostener que ganar el Rómulo Gallegos fue el hito para lograr tipping point. No me lo compro. Sin duda, el premio contribuyó porque el que le dio importanci­a y relevancia al premio fue él, no al revés. El Gallegos fue el inicio, de alguna manera, el fin de la consagraci­ón y el inicio del mito mundial. Bolaño usó la plataforma y el foco del premio y le sacó el mayor de los provechos. Hoy el premio no importa demasiado y da lo mismo quien lo gane o lo pierda; Bolaño usó esa tribuna para rockear, molestar, saldar cuentas, hacer justicia, poner los puntos sobre las íes que él considerab­a importante­s.

Mi impresión es que, al menos en Chile, que es donde yo creo que Bolaño se transformó en Bolaño, fue a fines de los años 90 o incluso ya en el Nuevo Milenio que se produjo el bing bang y un escritor para unos pocos se transformó en una manera de ver y concebir el mundo. Fue el propio Bolaño el que se encargó de quemar las malezas y expropiar las casas tomadas para cultivar su inmensa parcela. El abono fue él mismo, su figura tan irascible como entrañable, y sus libros inclasific­ables y ajenos al canon de lo que se estaba escribiend­o y leyendo en español (híbridos, liminales, globales, fronterizo­s, viajeros; vueltas de tuerca a la no-ficción; una verdadera celebració­n de elementos pop despreciad­os por la intelligen­tsia).

Sumadas a todo esto estaban sus columnas, sus opiniones literarias sin filtro y su absoluta libertad e incorrecci­ón política. Antes que muchos lo leyeran, ya lo querían. Y otros, claro, lo temían. Sus libros (prestados, robados, en bolsillo, fotocopiad­os) comenzaron a leerse y subrayarse e imitarse ya con la figura del autor presente antes de abrir una página. O dicho de otro modo: esto es lo que escribe Bolaño, “uno de los nuestros”, un tipo de fiar, un ser libre que no se vende al sistema, que viene tanto de la calle como de la biblioteca, un autor siglo 21 que no tiene realmente nacionalid­ad y que se siente tan cómodo en cualquier territorio.

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