Andrea Spoerer y Luz Covarrubias dialogan desde la pintura y la escultura –respectivamente– proponiendo un juego basado en el kitsch.
través de obras que no caen precisamente en el rango de lo novedoso, logrando, no obstante, un diálogo simple y acertado.
Spoerer representa escenas de interiores arquitectónicos en el momento de la ausencia; dormitorios, pasillos, salas de estar vacías, donde la luz artificial genera una atmósfera que la pintura rescata saturada cromáticamente. La mirada se detiene en muebles, sofás, lámparas y alfom- brados de tipo neoclásico o art decó, o bien propias de un posmodernismo ochentero, siendo espacios encontrados en hoteles de cadenas internacionales. En medio del recorrido, los tres objetos escultóricos de Covarrubias representan lámparas de lágrimas. Son artefactos armados como un ensamblaje de adornos y brillos, de collares que cuelgan, formas de aves que aparecen sinuosas entre cuentas pintadas de plateado y joyas de plástico.
Estrategias de artificio hay en las lámparas, en la pintura y en esos rincones de hoteles globalizados. El diálogo de las artistas señala el juego entre lo auténtico e inauténtico del kitsch. Los objetos se refieren a esta simultanei-
Auténticamente kitsch
Pinturas de Andrea Spoerer y esculturas de Luz Covarrubias. En Galería Bech, Alameda 123. Hasta el 23 de julio.