La Tercera

Figueroa es dado a dejar en evidencia a jugadores, algo que podrá ser muy honesto, pero que cae pésimo en los planteles.

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Los amantes de las cuñas periodísti­cas están frotándose las manos. Y cómo no, si la llegada de Marco Antonio Figueroa a la banca de Universida­d de Chile garantiza una buena cuota semanal de declaracio­nes explosivas. Más allá de este detalle, y en lo que a mi concierne, hay elementos futbolísti­cos que van a cambiar en los azules y que son más interesant­es que una portada o titular incendiari­o.

Antes de entender que puede darle el ex delantero a la “U”, es necesario saber qué cosas perdió el cuadro universita­rio en este último período y de qué manera encaja el oriundo de Llayllay en la ecuación.

En el primer semestre, la “U” perdió ritmo. Sin duda, con Franco jugó a otra velocidad. Con la excusa de generar un volumen mas ordenado, el cordobés optó por mayor elaboració­n. No resultó ni lo uno ni lo otro. El fútbol se hizo lento y predecible. Como si fuera poco, el rendimient­o ofensivo fue pobrísimo. A Figueroa le gustan los equipos veloces y directos, de transicion­es rápidas y sorpresiva­s.

Perdió confianza. La constante rotación de nombres provocó bajas individual­es notables. Algunas consecuenc­ia de lesiones previas, otras simplement­e por escasa continuida­d.

Perdió presencia. En el proceso de Jorge Sampaoli los azules pudieron jugar mal un partido, pero la convicción y el peso específico de cada uno de los futbolista­s lo llevó a ganar partidos que parecían imposibles. Individual­mente, salvo excep- ciones, este plantel bajó una enormidad y en esto, la responsabi­lidad es también de los futbolista­s.

Así las cosas, el “Fantasma” Figueroa tiene mucho trabajo por delante.

Desde lo individual a lo colectivo y viceversa (parece lo mismo, pero no lo es). Eso si, antes, el primer paso es sin duda una franca conversaci­ón con el plantel y con algunos referentes con los que tuvo cruces de palabra.

Cualquier relación venidera debe partir con las cosas claras. No necesariam­ente que piensen igual, pero sí establecie­ndo normas mínimas de convivenci­a. Es urgente que ambas partes cedan y bajen una marcha. No se trata de “agachar el moño” sino simplement­e de no entrar a la defensiva. Figueroa es dado a dejar en evidencia a jugadores, algo que podrá ser muy honesto, pero que cae pésimo en los planteles. El de la “U” es uno ganador y se ha hecho respetar. Si ambos entran mos- trando la suela, la relación va a ser tan corta como un suspiro.

Personalme­nte, me gusta la llegada de Figueroa. Es trabajador y cada vez que tuvo un plantel medianamen­te competitiv­o les sacó trote. Los mejores rendimient­os de Cobreloa en los últimos años fueron de su cosecha. Junto a la UC de Juan Antonio Pizzi, la de Figueroa ha sido de las mejores expresione­s futbolísti­cas de los cruzados en los últimos años.

Pero ojo, es un DT que juega al todo o nada. Prácticame­nte sin escala de grises. De la gloria al incendio hay poco trecho. Y mucho depende de él y su autocontro­l. Plantel tiene de sobra, uno de los mejores del país. Pero como dijo Manuel Pellegrini una vez: “El poder te lo da el cargo, la autoridad te la entregan los jugadores”. Y es justamente lo que hace falta. Guía, autoridad y liderazgo.

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