La Tercera

Políticas para la ciencia

- Felipe Villanelo Lizana Ariel Rappaport

Señor director: El domingo pasado, Jorge Babul escribió en su diario acerca de los problemas que aquejan a la ciencia y a los científico­s nacionales. Cualquier científico sólo podría sumarse a la solicitud de tener más fondos para investigar y mejores mecanismos de inserción académica o laboral en la industria. Incluso, la creación de un ministerio de ciencia y tecnología (CyT) parece ser la cúspide de estas demandas.

Sin embargo, ¿cambiaría algo si se mantienen las lógicas que operan hasta ahora? Me refiero a financiar la investigac­ión en función de la competitiv­idad y no de la curiosidad científica; utilizar los indicadore­s de productivi­dad -tan criticados en el mundo- como criterios de calidad (número de publicacio­nes, factor de impacto, etc.); financiar proyectos centralist­as, dejando atrás a regiones; dejar los desafíos del país a la vorágine de la competenci­a entre investigad­ores; poner a las “ciencias duras” por encima de l as ciencias sociales y humanas; dejar la cooperació­n y la int e r a c c i ón c on e l e nt or no como elementos decorativo­s en los proyectos de investigac­ión; exigir productivi­dad a los científico­s sin fortalecer a las universida­des que los acogen, o fomentar la privatizac­ión del conocimien­to (patentes) en lugar de socializar el conocimien­to.

Mientras no cambiemos –o al menos discutamos– las políticas de fondo en la CyT, querer más recursos, mejores mecanismos de inserción o un ministerio dedicado al tema, es caer en el peligroso riesgo de profundiza­r estas lógicas. La comunidad académica y científica debiera responder a estas interrogan­tes, elaborando un diagnóstic­o y proponiend­o un proyecto científico país, ligado a las necesidade­s y desafíos de Chile. Hoy, muchos proyectos se encuentran vendidos 100% en verde, y parte de la desacelera­ción de las ventas se debe al bajo stock disponible. Según datos de varios bancos, las tasas de desistimie­nto son bajas y no hay nuevas restriccio­nes al crédito más allá de las observadas a fines del año pasado.

Estos cambios en la política de otorgamien­to de créditos inmobiliar­ios no son una novedad. La mayor restricció­n a los compradore­s la observamos, por lo menos, desde hace seis meses. Dicha actitud de la banca fue una respuesta oportuna y responsabl­e a señales del Banco Central. Si bien el requisito de pie subió en promedio del 5% al 10% y el monto del financiami­ento bajó de entre 90 y 95% a 80 u 85%, estas cifras pueden seguir considerán­dose razonables. El alza del pie ha ayudado también a mantener baja la tasa de desistimie­nto al momento de la escriturac­ión.

La situación del sector inmobiliar­io es auspiciosa. Si bien la demanda de los últimos tiempos generó dos problemas (falta de inventario para entrega inmediata y escasez de mano de obra calificada), actualment­e el stock de viviendas para la entrega inmediata es casi inexistent­e. La escasez de mano de obra c a l i f i c a da debido a l “boom”, especialme­nte de proyectos mineros en el norte, se está solucionan­do con una consecuent­e estabiliza­ción de los costos.

La razón para mantener el optimismo es que el público conserva su confianza gracias al buen nivel de empleo. Esto quedó demostrado en la fuerte demanda por viviendas durante el primer semestre de 2013, que sigue registrand­o niveles extraordin­arios. El l l a mado es a la cautela, no al pánico.

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