Políticas para la ciencia
Señor director: El domingo pasado, Jorge Babul escribió en su diario acerca de los problemas que aquejan a la ciencia y a los científicos nacionales. Cualquier científico sólo podría sumarse a la solicitud de tener más fondos para investigar y mejores mecanismos de inserción académica o laboral en la industria. Incluso, la creación de un ministerio de ciencia y tecnología (CyT) parece ser la cúspide de estas demandas.
Sin embargo, ¿cambiaría algo si se mantienen las lógicas que operan hasta ahora? Me refiero a financiar la investigación en función de la competitividad y no de la curiosidad científica; utilizar los indicadores de productividad -tan criticados en el mundo- como criterios de calidad (número de publicaciones, factor de impacto, etc.); financiar proyectos centralistas, dejando atrás a regiones; dejar los desafíos del país a la vorágine de la competencia entre investigadores; poner a las “ciencias duras” por encima de l as ciencias sociales y humanas; dejar la cooperación y la int e r a c c i ón c on e l e nt or no como elementos decorativos en los proyectos de investigación; exigir productividad a los científicos sin fortalecer a las universidades que los acogen, o fomentar la privatización del conocimiento (patentes) en lugar de socializar el conocimiento.
Mientras no cambiemos –o al menos discutamos– las políticas de fondo en la CyT, querer más recursos, mejores mecanismos de inserción o un ministerio dedicado al tema, es caer en el peligroso riesgo de profundizar estas lógicas. La comunidad académica y científica debiera responder a estas interrogantes, elaborando un diagnóstico y proponiendo un proyecto científico país, ligado a las necesidades y desafíos de Chile. Hoy, muchos proyectos se encuentran vendidos 100% en verde, y parte de la desaceleración de las ventas se debe al bajo stock disponible. Según datos de varios bancos, las tasas de desistimiento son bajas y no hay nuevas restricciones al crédito más allá de las observadas a fines del año pasado.
Estos cambios en la política de otorgamiento de créditos inmobiliarios no son una novedad. La mayor restricción a los compradores la observamos, por lo menos, desde hace seis meses. Dicha actitud de la banca fue una respuesta oportuna y responsable a señales del Banco Central. Si bien el requisito de pie subió en promedio del 5% al 10% y el monto del financiamiento bajó de entre 90 y 95% a 80 u 85%, estas cifras pueden seguir considerándose razonables. El alza del pie ha ayudado también a mantener baja la tasa de desistimiento al momento de la escrituración.
La situación del sector inmobiliario es auspiciosa. Si bien la demanda de los últimos tiempos generó dos problemas (falta de inventario para entrega inmediata y escasez de mano de obra calificada), actualmente el stock de viviendas para la entrega inmediata es casi inexistente. La escasez de mano de obra c a l i f i c a da debido a l “boom”, especialmente de proyectos mineros en el norte, se está solucionando con una consecuente estabilización de los costos.
La razón para mantener el optimismo es que el público conserva su confianza gracias al buen nivel de empleo. Esto quedó demostrado en la fuerte demanda por viviendas durante el primer semestre de 2013, que sigue registrando niveles extraordinarios. El l l a mado es a la cautela, no al pánico.