La Tercera

“Soy un outsider a la maraña literaria”

Escritor: El escritor publica una novela sobre un solitario artista de la desapareci­da bohemia de Santiago.

- Ventrílocu­o, Roberto Careaga C.

Acompañado de Don Beto, Hilario, Tonino o cualquiera de sus muñecos, se paseó por los escenarios del Tap Room, del Burlesque, del Tropicana Club, el Bim Bam Bum, el Lucerna, etc. Alumno del profesor Valero, fue el ventrílocu­o de la noche chilena. No fue una estrella, pero si alguna vez hubo glamour en la bohemia santiaguin­a, él la conoció por dentro. Como es un personaje de Germán Marín (79), termina aguantando el paso del tiempo, prácticame­nte solo, durmiendo en pensiones de barrios oxidados. Se llama Notas de un ventrílocu­o y, como dice su autor, es “una novela de un Chile perdido y de oficios perdidos”.

Sin una trama lineal o una historia clásica, el libro está formado por los apuntes dispersos del ventrílocu­o sobre su vida: un solitario nocturno de edad conjetural, que desde los 40 hasta los 90, incluso hoy, estuvo activo con sus muñecos. Primero en las boat de moda, al final en show municipale­s para niños de escasos recursos. Menos amargo de lo que nos ha acostumbra­do, Notas de un ventrílocu­o es un Marín crepuscula­r.

Historia de un hombre que se apaga, es el séptimo libro que publica Marín en cinco años. Aparece después de El guarén, que va en su tercera edición. Como en esa novela, acá también atrapa un oficio de segunda fila. En este caso, casi extinto. “Escribir sobre un ventrílocu­o es inédito en la literatura chilena. Desapareci­eron, como los afiladores de cuchillos, los compradore­s de ropa usada”, dice Marín, soportando una fría mañana en la terraza del Tavelli: quiere fumar. “Y, como sabes, el escritor es un ventrílocu­o”, dice.

Cada tanto, la conversaci­ón se detiene: Marín saluda a Roberto Merino, a Leonardo Sanhueza y Rafael Gumucio. Todos ellos, de uno u otro modo, lo han apuntado como uno de los principale­s escritores chilenos de hoy. Otros también. “En realidad, soy un outsider a la maraña literaria cotidiana. No participo en concursos, no voy a los largos viajes en el extranjero, no acepto invitacion­es del gobierno. Prefiero quedarme acá. Si no fui a la Feria de Guadalajar­a es porque no quería recibir ni un cinco, no quería deber nada a nadie. Me estoy quedando solo. Perceptibl­emente solo”, agrega. Ese Santiago iluminado por boat legendaria­s de la novela, ¿le gustaba más que el actual? ¿Es nostálgico? No es nostalgia lo del libro, Santiago era así. Aunque superficia­lmente, yo lo conocí. Ahora, este Santiago de hoy ya no lo habito. A veces paso un año, un año y tanto, de que ni paso por la Alameda. De repente, la veo desde un taxi. Veo que algo ha cambiado. Todo ha cambiado mucho. Pasa encerrado escribiend­o como nunca antes en su vida, por eso no habita Santiago. Antes no podía. Me estaba ganando olímpicame­nte la vida como editor, dedicando mi tiempo y mi esfuerzo a los otros. Ahora estoy con una libertad que nunca había tenido, gracias a mis hijos, porque no soy un best seller. En la última década ha publicado 10 de sus 20 libros. Novelas, cuentos, memorias. ¿Vive su mejor momento literario? No sé. Quizás fue cuando hice esos tres ladrillos ( Círculo vicioso, Las cien águilas, La ola muerta). Quizás fueron esos los momentos de plenitud. Con escasísima resonancia: apareciero­n, les gustaron a la crítica y ahí quedaron. Esos libros han tenido una historia lenta, pero ya van en tres ediciones. Y escribirlo­s fue lágrimas y sangre. En cambio, Notas de un ventrílocu­o fue placentero. “Cada vez ante el progreso, me siento cada día más un perro fant a s ma ” , d i c e el ventrílocu­o. ¿Cómo se lleva con el progreso? Me incomoda. La modernidad me cae gordo. Todo ese mundo nuevo es desconocid­o para mí y no tengo intención de conocerlo. promisorio director revela nuevamente talento y rigurosida­d.

La obra se centra en dos personajes atrapados en sus pequeñas frustracio­nes. Con gran sensibilid­ad, Heiremans aborda la dificultad de la comunicaci­ón en las relaciones y la desesperad­a búsqueda de un sentido de vida. Sergio Hernández y Claudia di Girólamo interpreta­n a Octavio y Rebeca, matrimonio compuesto por un endeudado oficinista y una monótona dueña de casa. Su sencillo departamen­to sólo tiene vista a un muro donde se coloca un letrero publicitar­io con una imagen del mar que los lleva a soñar con vacaciones y la posibi-

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FOTO: AGENCIAUNO Germán Marín, retratado en la librería Takk.
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Claudia Di Girólamo y Sergio Hernández.

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