Al Sisi, el general que guía Egipto
ES EL UNICO en el que podemos confiar”, es “el águila de los árabes”. Así reza en varios carteles que empapelan la ciudad de El Cairo con la imagen del general Abdel Fattah Al Sisi, “Los posters con su cara son más comunes que los souvenirs de la esfinge”, señala un artículo de la publicación online The Daily Beast. “Entender a Al Sisi es esencial para entender l a di r e c c i ón que e s t á tomando Egipto”, añade el texto.
A un mes de asumir el poder, Al Sisi sigue permaneciendo como con un perfil bajo y enigmático. De hecho, a menudo se le compara con el líder Gamal Abdel Nasser, quien gobernó en el país entre los cincuenta y los sesenta, prácticamente no habla con la prensa y poco se conoce sobre su familia o su pasado, a diferencia del derrocado líder, Hosni Mubarak, cuya vida era conocida por todos.
En todo caso, el general se ha des- crito como un hombre religioso y su esposa a menudo usa Niqab, según le dijo el hermano del general a The Daily Beast. “Nuestras mujeres no trabajan, se quedan en casa y crían a los niños”, dijo.
Nacido en El Cairo el 19 de noviembre de 1954, el general sirvió en los cuerpos de infantería después de graduarse en la Academia Militar Egipcia en 1977. A pesar de nunca haber tenido experiencia en combate, fue ascendiendo en los rangos del Ejército. Entre los cargos que ocupó se encuentra ser el responsable de inteligencia y seguridad en el Ministerio de Defensa y el agregado militar en Arabia Saudita.
Lejos de ser una rígida figura militar, tiene una presencia carismática. A menudo se lo ve sonriendo y se le conoce por sus discursos sobre temas emotivos. Según la BBC, en una alocución ofrecida en abril pasado en un concierto, algunos de los artistas que estaban en el escenario se pusieron a llorar al escucharlo. Incluso, en las acciones del Ejército previas a la caída de Morsi, los manifestantes opositores creyeron que el general no permitiría que el gobierno los silenciara. “Al Sisi sí vela por los intereses del pueblo, no como Mubarak o Tantaui”, sostuvo al diario El País, Seid, un estudiante de Ingeniería en Tahrir, durante las protestas en la emblemática plaza.
Su llegada a las más altas esferas del poder se produjo cuando fue nombrado miembro de la Junta Militar que condujo a la transición hasta la celebración de las elecciones presidenciales, en junio de 2012. Sin embargo, a poco andar sus antecedentes impecables se mancharon cuando acaparó la portada de los medios después de que emitiera una declaración para defender la conducta de las Fuerzas Armadas durante las protestas en la Plaza Tahrir de El Cairo en 2011. Esto, porque cuando los soldados entraron violentamente para despe- jarla, el 9 de marzo de ese año, 17 mujeres fueron detenidas, golpeadas, punzadas con bastones de choques eléctricos, sometidas a registros desnudas, forzadas a hacerse “pruebas de virginidad” y amenazadas con acusaciones de prostitución.
El general Al Sisi indicó que “el procedimiento de las pruebas de virginidad fue llevado a cabo para proteger a las niñas de violaciones y también para proteger a los soldados y oficiales de acusaciones de violación”, según indicó el periódico del gobierno Al Ahram. Pese a que el Consejo Supremo del Ejército se distanció de los dichos, el incidente continuó siendo un estigma para los militares.
A pesar de ello, el momento clave de su carrera llegó cuando Morsi lo nombró ministro de Defensa y jefe de las Fuerzas Armadas, el 12 de agosto de 2012. Muchos analistas en los medios egipcios se preguntaron cuál era la relación del general con los Hermanos Musul- manes. Según el diario The Guardian, la población pensaba que el general le debe al derrocado presidente tanto su grado militar como su autoridad. No obstante, el alto mando militar ha insistido en que sus miembros no tenían afiliación partidista o ideológica a ninguna fuerza política en Egipto. Por esa misma época, el periódico Al Tahrir también informó que el general Sisi tenía “fuertes lazos con funcionarios de Estados Unidos tanto a nivel diplomático como militar”. El diario señaló que el general estudió en Washington, asistió a varias conferencias militares en la capital de Estados Unidos y participó en “cooperación con respecto a ejercicios de guerra y operaciones de inteligencia en años recientes”.
No obstante, su rol clave ocurrió el 1 de julio, cuando lanzó un ultimátum al gobierno de Morsi para que encontrara una solución consensuada a la crisis. Si bien no leyó la declaración, ésta llevaba su firma.