El nuevo machismo
NADIE, EN SERIO, se cree la publicidad política; sin embargo, habrán notado supongo esas fotos cada vez más frecuentes del candidato, me corrijo, de la candidata, rodeada por una montonera de adherentes. El efecto es muy Cordillera de los Andes, el de un macizo impresionante. Su centro de atención es siempre el Aconcagua, pero de tanto en tanto, el levantamiento topográfico distingue algunos accidentes conspicuos, empinados, familiares de tanto haberlos visto antes. La foto, a diferencia de otras estrategias propagandísticas, es gratis, y puede que hasta pose de pintoresca e informativa. Este es el horizonte que se avecina, ésas, las grandes cumbres que tutelarán los valles y a las que habrá que escalar, mejor nos ubiquemos: ese es el mensaje. Sospecho que, entre tanto publicista, hay antropólogos y geólogos. La estrategia es incásica.
Pero no hay que dejarse engañar. Fotos así de “espontáneas” requieren mucha preparación, como las de las páginas sociales. Las distinciones protocolares, el quién es quién y dónde se les ubica, pueden llegar a ser exquisitamente proustianas; no porque ofendan (los fotografiados están ansiosos, encantados de aparecer), sino porque sirven para aleccionarlos, que les quede claro y se ubiquen (la foto es útil para equilibrar facciones en pugna). Aquí nadie está de más… no todavía. Antes al candidato se le proclamaba de una vez por todas, ahora el ritual se sucede varias veces por semana. Antes había un programa político, ¿qué programa? si ahora “lo están haciendo”. Antes en tole-toles de este tipo se cantaban himnos y coreaban canciones con letras con contenido (Quilapayún, Víctor Jara, Inti-Illimani), eran de izquierda, ahora bailan cumbias, se sale en la televisión y se retransmite todo de nuevo por redes sociales. Pero la
NO DEJA de sorprender el revuelo que ha causado el tener dos mujeres compitiendo por la presidencia. Se ha dicho de todo. Que es un paso histórico para el país; que estamos ante el fin del liderazgo masculino; o que se dejó atrás el clásico machismo de la sociedad chilena. La realidad, a mi juicio, es justo lo contrario: sorprenderse es una nueva forma de machismo.
Para esto hay que partir de algo muy simple: Chile ya tuvo una presidenta. Y, más aún, fue la misma que ahora compite con las mejores oportunidades. Entonces no se entiende tanto revuelo. Volver a analizar la situación como si esto nunca hubiera ocurrido es, por lo menos, extraño y muy injusto para las mujeres. Porque el que ahora sean dos las candidatas puede ser anecdótico, pero no significativo respecto del fondo del asunto. Ya sabemos lo que es un país gobernado por una mujer. Eso es lo importante. Plantear la situación actual como novedad es simplemente desconocer la historia.
También se afirma que sería conveniente, desde el punto de vista electoral, tener una candidata mujer. Bueno, esto es algo que no tiene ninguna evidencia en las cifras, ni siquiera entre ellas. Por el contrario, la tendencia histórica dice que las mujeres, en general, son más de derecha que los hombres, independiente del candidato. En la elección del 2005 esto es claro, por cuanto la diferencia entre Bachelet y Piñera es menor en el caso del voto femenino que en el masculino. En otras palabras, Bachelet tuvo un éxito relativo mayor entre los hombres que entre las mujeres.
Finalmente, se dice que, en los tiempos que corren, lo que se requiere es un liderazgo femenino. Incluso, algunos han planteado que Piñera representa el fin de la era de lo masculino. Esta es una afirmación que no deja de ser audaz. Porque si bien es cierto que hombres y mujeres tienen características distintas, lo importante en materia de liderazgo es que ambos sean capaces de ser personas completas. Así, cosas como la empatía o cercanía, si bien se asocian más a lo femenino, no son privativas de ellas. Lo mismo sucede con la fuerza o la determinación en los momentos complejos, que algunos vinculan más a los hombres, pero que también están presentes en muchas mujeres.
Esto es evidente en la elección actual. Porque si bien tenemos dos mujeres compitiendo, lo cierto es que Bachelet y Matthei tienen liderazgos muy distintos. La primera, más asociada a lo femenino; la segunda, a lo masculino. Mientras Bachelet tiene su fortaleza en la empatía, Matthei se destaca como una mujer fuerte. Lo que nos habla de que lo que ahora está en juego no es el factor género.
Al final del día, la popularidad de Bachelet no se explica porque es mujer. Es simplemente porque la gente que la apoya considera que fue y puede volver a ser una buena presidenta. Un buen líder. Lo mismo sucede con Matthei. Si ella se está posicionando como una opción válida, tampoco es una cuestión de género. Es porque ella está mostrando cualidades e ideas interesantes para gobernar. Esa es la cuestión de fondo. Plantear que ellas están donde están porque son mujeres no es un piropo, como algunos piensan. Por el contrario, es una ofensa. Una que prueba que el machismo sigue estando muy presente en la sociedad chilena.