La Tercera

Las historias no contadas del mítico bar Berri de Lastarria

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CUANDO terminó su etapa como administra­dor en la Confitería Torres, Eduardo de Azcuénaga recién pudo plantearse seriamente lo que había soñado hacer desde chico: ser dueño de un bar. Por eso, cuando se encontró con esta propiedad de calle Rosal 321, en toda la esquina de José Victorino Lastarria, hace 28 años, no dudó en comprarla junto a su hermano.

Poco a poco la fue habilitand­o como un bar, en sólo 60 m2 del edificio, lo que no era ni la cuarta parte del total. Muy lentamente la casa señorial fue transformá­ndose en una cuidada cantina. Se nota al día de hoy. Nada ahí está puesto al azar. De hecho, no sólo eligió las mesas y las sillas, sino también las baldosas y los guardapolv­os. “El Berri tenía que hablar por mí”, dice Eduardo de Azcuénaga, dueño de este lugar desde 1985 y quien inauguró la vida nocturna en Lastarria.

El bar es, por definición, ordenado, y su clientela, estable, fiel y rigurosa. Porque no cualquiera se adapta al Berri: ahí hay reglas que cumplir. Al segundo piso, por ejemplo, no entra nadie de lunes a miércoles. Y algo más: “En favor de las buenas costumbres y la convivenci­a, no se aceptan más de cinco personas por mesa. Tampoco se modifican los platos: son los que están en la carta y nada más. Son los que he preparado desde la apertura y así seguirán”, aclara este vasco que solía usar unos enroscados bigotes al estilo Dalí.

Para vigilar que sus normas se cumplan, están sus ojos y su nariz, que sirven de escáner. Si un cliente no pasa esta barrera, simplement­e no entra. Pocas veces ha fallado en sus corazonada­s, por lo tanto, les hace caso.

De Azcuénaga es de la idea que para entrar a su bar, hay que merecerlo. Por algo, dice, se ha tomado tiempo para levantarlo, sin

 ?? FOTO: RICHARD ULLOA ?? El bar de Lastarria tiene sus reglas: en el salón del segundo piso, por ejemplo, no está permitido juntar las mesas ni tampoco sentar a su alrededor a más de cinco personas.
FOTO: RICHARD ULLOA El bar de Lastarria tiene sus reglas: en el salón del segundo piso, por ejemplo, no está permitido juntar las mesas ni tampoco sentar a su alrededor a más de cinco personas.

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