La Tercera

Los conflictos disfuncion­ales agudizan diferencia­s, mientras los constructi­vos pueden contribuir a la clarificac­ión de problemas, al mejoramien­to de las relaciones y a la creativida­d.

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A partir de las interpreta­ciones de los mensajes en la comunicaci­ón, pueden surgir elementos que lleguen a transforma­rse en un conflicto, afectando las relaciones e impactando en la productivi­dad individual y del equipo de trabajo. Así, el logro de los objetivos y metas, tanto personales como organizaci­onales, se facilita en la medida que los participan­tes manejen una red de informació­n, significad­os compartido­s y contextos de obviedad comunes.

Durante el proceso de comunicaci­ón, es habitual que ocurran interferen­cias, las cuales no permiten que el mensaje transmitid­o llegue de manera original al receptor. Esto ocurre debido a barreras en la percepción que cada persona posee y que interfiere­n en el proceso de interacció­n.

¿Estamos frente a un conflicto?

En este punto es clave discrimina­r si nos estamos enfrentand­o a una diferencia o un conflicto. Para ello, podemos definir cuatro factores que pueden facilitar el diag- nóstico de un conflicto:

Inexistenc­ia de un objetivo común, donde el cumplimien­to del propósito de una de las personas hace que para la otra se transforme en incompatib­le el logro de su objetivo. Esta situación resulta muy común en las organizaci­ones, donde puede ocurrir que más allá de estar todas las gerencias alineadas con el propósito organizaci­onal, comienzan a desprender­se los objetivos individual­es de cada área y, en algún momento, éstos se convierten en incompatib­les.

Ambas partes deben tomar conciencia de que la situación que están viviendo es conflictiv­a. Si sólo lo es para una de las partes, se está frente a una diferencia de percepcion­es y tiende a resolverse rápidament­e al conversar y aclarar el punto en cuestión.

Una de las partes dé una interpreta­ción distinta a la situación objetiva. Es importante que exista heterogene­idad en las atribucion­es. Por ejemplo: pensar que la persona realiza determinad­a acción no por necesidad, sino simplement­e para molestar a la otra parte.

Existe el pseudoconf­licto, que surge fundamenta­lmente ligado al mundo relacional y emocional de las personas. Ello, debido a que un observador externo puede no evidenciar elementos de conflicto objetivos, aunque la situación de tensión esté entre las partes.

Conflictos disfuncion­ales y constructi­vos

Ahora bien, es clave dejar en claro que no todos los conflictos son negativos. Existen conflictos disfuncion­ales y conflictos que resultan ser muy constructi­vos. En el primer caso, el resultado es la agudizació­n de las diferencia­s, creando polaridade­s y reduciendo la cooperació­n entre las personas. Las conductas derivadas de este tipo de conflicto son desadaptat­ivas, pues generan impacto negativo tanto en el ámbito de la relación entre las partes en conflicto como en el círculo de influencia directo. Entre las reacciones habituales en estos casos podemos enumerar: hostilidad, agresión, alejamient­o, evitación, evasión y confrontac­ión.

En tanto, los conflictos funcionale­s o constructi­vos son el resultado de diferencia­s en torno a metas, problemas en procesos, tar eas o formas de visualizar el futuro. En la búsqueda de solucio- nes o acuerdos, pueden favorecer el cambio, la innovación y la cooperació­n entre las personas. A través de ellos se llega a nuevos entendimie­ntos de situacione­s y al desarrollo de nuevas destrezas en las personas y equipos de trabajo.

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