La Tercera

Villarrica vive su período más extenso sin grandes erupciones en 600 años

Estudio más completo que se haya hecho de la actividad del volcán apunta 23 años sin un gran evento. Pausa sería porque acumula energía para una gran explosión o la está eliminando por una vía alternativ­a. Kilauea, Hawai Estrómboli, Italia, 2002 Sinabung,

- Cristina Espinoza

El 2 de marzo de 1964 una erupción del Villarrica destruyó la mitad de Coñaripe, en la Región de Los Ríos. Como la lava entró en contacto con la nieve, se produjo una avalancha de barro, piedras y madera (lahar) que llegó hasta el lago Calafquén. Veintidós personas murieron. A 50 años de la tragedia, el volcán sigue activo -es uno de los más activos de Sudamérica-, pero desde 1984 que no produce una erupción similar; sólo un débil evento en 1991 y un aumento de la actividad en 2000 y 2005. Es la pausa más larga en 600 años.

Así lo determinó un estudio de la U. de Gante (Bélgica) y la U. Austral, que analizó los sedimentos depositado­s en el fondo del lago Calafquén y Villarrica. El análisis de las muestras, logradas con una perforació­n vertical del fondo, permitió el registro más completo de los últimos seis siglos de la actividad del volcán.

El geólogo Jasper Moernaut, coautor e investigad­or de la U. Austral, dice que el registro revela que el volcán tuvo, en promedio, una erupción moderada, cada cinco años. “Son erupciones significat­ivas, pero no violentas. El peligro no es la ceniza, sino los flujos de barro”, dice.

En total, registraro­n 112 erupciones con una explosivid­ad igual o superior a dos (ver infografía), y de ellas, al menos 22 produjeron lahares. El período más largo sin erupciones fue entre 1647 y 1669 (22 años). El actual lleva 23.

Si bien los volcanes no tienen un ciclo regular, el registro de eventos pasados “es de vital importanci­a”, dice. Sobre todo para planificac­ión territoria­l. “Tras los últimos flujos grandes (64-71) han construido mucho por el turismo. Pero los flujos de barro siempre usan el mismo camino, y si el volcán hiciera erupción los daños se- rían más grandes que antes”, dice. “Ha pasado mucho tiempo y, como en los terremotos, cuando no hay uno en mucho tiempo, la gente se olvida”.

Hugo Moreno, experto del Observator­io Vulcanológ­ico de los Andes del Sur (Ovdas), de Sernageomi­n, va más allá. Dice que si se considera el evento de 1984-1985 como el último importante, el Villarrica lleva 30 años de “silencio”, aunque aún activo. “Consideran­do los últimos 200 años en los que hay registro, nunca habían pasado más de 28 años entre grandes erupciones”, dice. La brecha más larga fue entre 1920 y 1948.

Al igual que el estudio, Moreno concluye que la probabi- lidad de un evento mayor en el futuro cercano es alta, “pero la naturaleza no se rige por estadístic­as”.

Para Moernaut hay varias opciones futuras. “Puede haber una erupción significat­iva pronto -aunque no hay signos de ello-, o que el volcán tenga una forma de liberar energía más continua”. La cantidad de gases atrapados en el interior del magma afecta la intensidad de una erupción. A mayor cantidad de gases atrapados en el magma, más intensa es la erupción.

Moernaut dice que los volcanes pueden cambiar la forma de liberar presión, lo que puede evitar una gran erupción, pero no hay estudios que confirmen que eso sucede acá.

José Luis Palma, vulcanólog­o de la U. de Concepción, no formó parte del estudio, pero analiza la actividad del volcán. Explica que por décadas este ha tenido actividad en su cráter, que incluye constante desgasific­ación del magma y explosione­s menores. Hoy la actividad del volcán es baja, “pero son fluctuacio­nes esperables en un volcán así”. Sobre las causas de la variación en la actividad, dice que puede haber varias hipótesis, “pero son difíciles de probar”.

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