EL QUE QUIERA CREER, QUE CREA...
EL SECUESTRO de más de 200 niñas de una escuela de orientación cristiana en Nigeria, a manos del grupo extremista Boko Haram, ocupó espacio en los diarios de todo el mundo. En Chile, el Centro de Cultura Islámica de la comunidad musulmana emitió una declaración que, junto con repudiar el secuestro, recuerda que el Islam es una religión de paz, a la que le duele ver manchado su nombre por grupos minoritarios que actúan “alejados de la luz de su fe”.
Noticias recientes indican que las niñas secuestradas fueron convertidas por la fuerza al Islam. Pero, el Centro de Cultura Islámica señala que su religión establece que la fe no se puede imponer por la fuerza, sino que “se evidencia por sí misma a la razón y al corazón del hombre”. El comunicado agrega dos citas del Corán: “no hay imposición en cuanto a la religión” (2:256); y “el que quiera creer, que crea; y el que no quiera creer, que no crea”. (18:29).
La Declaración Universal de Derechos Humanos instituyó la libertad religiosa y los países que pertenecen a las Naciones Unidas deben proteger este derecho, y los gobiernos, las instituciones y los particulares deben respetarlo. El artículo 18 señala que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión” y este derecho incluye “la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. El Centro de Cultura Islámica de Chile demanda rigor y respeto en las informaciones, porque las acciones de una secta “violenta e ignorante” no representa a las 1.600 millones de personas que profesan el Islam; y pide que los medios de comunicación no juzguen ligeramente.
Acrónimo de género
En la sección Correo de La Tercera del pasado 7 de abril se publica un twitter del señor Luis Larraín, que señala que “la lucha contra la violencia hacia la población LGBT en Chile debe ser tarea de todos”. El lector Mariano Garcés dice: “sospecho hacia dónde apunta la sigla, pero ¿qué significa? Creo que las siglas, aunque estén en twitter, hay que explicarlas para que se comprendan. El diario pudo indicar de qué se trata”.
Por muy conocida que sea una sigla, su primer uso debe ir precedido de un enunciado completo, porque ello contribuye a la claridad de un texto periodístico. Incluso al pie de un twitter, como sugiere el lector.
La sigla “LGBT” es un acrónimo que designa colectivamente a lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. Su uso se remonta a los años 90 como prolongación de una sigla an- terior -“LGB”- construida para reemplazar la expresión “comunidad gay”, que muchos homosexuales, bisexuales y transexuales sentían que no les representaba. En una columna anterior comentaba que muchos neologismos entran veloces en la lengua y se instalan aun antes de que los especialistas puedan decidir si corresponde su uso y si son necesarios o no. Pero, tanto periodistas como lectores los acogen antes. Así ocurrió con el término homofobia, que ya es un concepto hablado y escrito.
El “Vademecum del español urgente” -libro práctico, editado por la agencia española EFE- indica que tanto la palabra inglesa homophobia como la española homofobia están mal construidas, si lo que intentan definir es “aversión a los homose- xuales”. En ambas lenguas, el elemento compositivo homo se usa antepuesto a otro para dar la idea de semejanza. Fobia, en tanto, significa “aversión hacia algo”, como hidrofobia (horror al agua) y claustrofobia (susto al encierro). Así, la palabra homofobia significaría, en realidad, “aversión a lo semejante”.
Hoy sería imposible erradicar este término que ya se instaló en nuestra lengua con contrasentido. El diccionario de la Real Academia (RAE) cortó por lo sano e incluyó el vocablo con el significado “rechazo a la homosexualidad y a los homosexuales”. Y, para mayor claridad, cita un ejemplo: “la homofobia revela intolerancia”.