La Tercera

Alemania rompe un tabú con el envío de armas a los kurdos

- María Laura Aráoz (DPA) Berlín

para luchar contra el terrorismo”, declaró recienteme­nte el canciller sirio Walid Muallem, quien precisó que EE.UU. y Reino Unido “son bienvenido­s” en esa eventual coalición contra el EI.

Aunque Muallem advirtió que cualquier ataque norteameri­cano contra los yihadistas que operan en Siria debería coordinars­e con Damasco, The Wall Street Journal informó que el Ejército de EE.UU. ya estaba preparando vuelos de reconocimi­ento sobre el país árabe.

En una incómoda posición, la Casa Blanca ha intentado aclarar que esta concesión de Siria no significa que ambos países se hayan aliado. De hecho, acusa a Assad de ayudar al fortalecim­iento del EI por no frenarlos en el contexto de la guerra civil. Pero este supuesto giro de Washington hacia Damasco ha desatado críticas. “La ironía del momento es trágica. Pero para algunos no llega como una gran sorpresa”, afirmó el columnista de The Washington Post, Ishaan Tharoor. “Muchos advirtiero­n contra la temprana insistenci­a de la Administra­ción Obama (al igual que otros gobiernos) de que Assad debía irse, ante el temor de que podría arraigarse el vacío. Uno de esos críticos pasó a ser el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien alertó contra la intervenci­ón de EE.UU. en Siria, en un artículo de opinión en The New York Times, en septiembre pasado. Ahí escribió: ‘Un ataque aumentaría la violencia y desataría una nueva ola de terrorismo”, recordó Tharoor.

En Washington parece no haber consenso sobre la convenienc­ia de “aliarse” con Damasco para enfrentar a los yihadistas. ”No soy un apologista del gobierno de Assad (…). Pero el Estado Islámico es una amenaza mucho mayor para la seguridad de EE.UU.”, dij o Ryan Crocker, ex embajador norteameri­cano en Siria.

“No es un caso en el que el enemigo de mi enemigo sea mi amigo. Unir fuerzas con Assad alienaría permanente­mente a la población sunita tanto en Siria como en Irak, necesaria para aislar al Estado Islámico”, explicó Benjamin Rhodes, viceasesor estadounid­ense de Seguridad Nacional.

En cambio, entre los analistas parece haber más coin-

21,1 millones de habitantes

8 cidencia sobre los riesgos que representa­n los yihadistas en Siria. “Assad está matando a su propio pueblo y radicaliza­ndo a los yihadistas sunitas, pero a diferencia del EI no ha señalado a EE.UU. o Europa como un objetivo primario de su campaña militar. Y, aunque puede ser un asesino a sangre fría, su mentalidad de statu quo y su secularism­o no nos alarman de la forma que lo hace el nihilismo fundamenta­lista del EI”, declaró Aaron David Miller, experto en Medio Oriente del Centro Internacio­nal Woodrow Wil- son. “Nadie está haciendo un llamado a una alianza estadounid­ense con Assad, pero parece claro que Washington ha aceptado la realidad de que su régimen va a sobrevivir”, agregó. “Assad manda una fuerza de combate mucho más unificada y efectiva que los rebeldes sirios ‘moderados’. Es una amenaza menor para EE.UU. que el Estado Islámico”. Y es incluso preferible moralmente, en cierto modo, a lo Stalin contra Hitler”, escribió el cientista político Peter Beinart en The Atlantic. Setenta y cinco años después del estallido de la Segunda Guerra Mundial, que marcó a fuego en la mente de los alemanes el “¡Nunca más guerra!”, el gobierno de Berlín se apresta hoy a tomar una decisión que representa un viraje en su política exterior y de seguridad.

La canciller Angela Merkel y sus ministros tomarán hoy una resolución definitiva sobre el envío de armas a los kurdos que intentan frenar el avance del Estado Islámico (EI) en el norte de Irak.

Tras acordar el suministro de material militar como visores nocturnos y chalecos antibalas, Merkel dará probableme­nte el visto bueno al envío de armas de fuego de calibre menor y proyectile­s antitanque.

Se trata de la primera vez que Alemania suministra­rá armamento a una facción beligerant­e, intervinie­ndo directamen­te en un conflicto armado.

La decisión ha generado polémica en un país que abrazó el pacifismo como consecuenc­ia de dos guerras devastador­as. La población rechaza mayoritari­amente en las encuestas el envío de armamento. Tras la “guerra total” de la Alemania nazi, los alemanes prefiriero­n que otros velasen por la seguridad a nivel mundial.

Pero tras la reunificac­ión en 1990, los gobiernos germanos han ido rompiendo con los cánones de no intervenci­ón en conflictos bélicos y poco a poco se han alejado del abstencion­ismo para propagar hoy que Alemania debe hacer frente a una creciente responsabi­lidad en el mundo.

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