La Tercera

Manifestac­ión en Caburgua

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UN GRUPO de ciudadanos efectuó una manifestac­ión en las inmediacio­nes del lugar donde veranea la Presidenta de la República. No hubo daños a terceros ni personas detenidas. Simplement­e, hicieron notar a la opinión pública su preocupaci­ón por los hechos de violencia que por varios años se registran en la Región de la Araucanía y que amenazan con extenderse a otras zonas del sur del país.

La respuesta a esta manifestac­ión no se hizo esperar y provino del representa­nte del gobierno en la región, quien la consideró “patética”. Parlamenta­rios oficialist­as se encargaron, también, de descalific­ar tanto el mecanismo utilizado como las motivacion­es de sus organizado­res. Sin un análisis más profundo, advirtiero­n que se trataba de un intento “desesperad­o” de la oposición para desviar la atención de los problemas propios del sector.

Por cierto que en la manifestac­ión participar­on parlamenta­rios de la Alianza y no es descartabl­e al- gún interés político entre los involucrad­os, pero el problema de este diagnóstic­o es que deja sin atender las preocupaci­ones de quienes sí acudieron a Caburgua para expresar su legítimo descontent­o por la forma como el Estado en su conjunto ha enfrentado los hechos de violencia ocurridos en La Araucanía. Son muchos los agricultor­es que, además de los inconvenie­ntes propios de su actividad, como la sequía, hoy deben lidiar con amenazas e, incluso, atentados por parte de grupos violentist­as.

Diversas decisiones, tanto del gobierno como de Tribunales, han ido mermando la sensación de justicia y seguridad entre los habitantes de la región. Ello no contribuye ni al emprendimi­ento -en una zona que requiere incremento­s sustantivo­s en la inversión- ni a la necesaria convivenci­a interna. Por lo mismo, en lugar de eludir o descalific­ar a los organizado­res de esta manifestac­ión, correspond­e atender al origen de sus preocupaci­ones.

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