La Tercera

La caída del último prófugo del Caso Bombas

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En junio de 2009, Edith González se acercó a un carabinero conocido para c o mentar l e una situación que en ese minuto le angustiaba. Su hijo, Diego Ríos González (27), guardaba en su armario pólvora negra en un bolso y otros elementos para la supuesta fabricació­n de explosivos, según informó más tarde la Fiscalía Sur, en el marco del denominado Caso Bombas.

Como consta en la indagatori­a, el policía no dudó en acudir a la Dirección de Inteligenc­ia de Carabinero­s (Dipolcar) y dar cuenta de la denuncia. De inmediato, la Fiscalía Sur solicitó una orden de registro del departamen­to de Ríos, diligencia que se efectuó el 24 de junio de ese año.

La mujer no se equivocaba. Del lugar se incautaron cuatro kilos de pólvora negra, 796 latas de azufre, tres bolsas plásticas de salitre potásico, una balanza digital, un detonador eléctrico y una procesador­a de alimentos con restos de pólvora.

Sin embargo, el entonces estudiante de Filosofía de la Universida­d de Chile desapareci­ó. El Ministerio Público solo tenía en su poder la evidencia, pero no a Ríos, quien desde ese 24 de junio comenzó a ser buscado por la PDI.

Mientras era rastreado por los peritos, nuevos antecedent­es comenzaban a surgir en la carpeta investigat­iva del caso. La Fiscalía Sur, por ejemplo, identificó que la pólvora negra y el detonador eléctrico que guardaba Ríos eran similares a los ocupados en tres atentados explosivos, ocurridos en Santiago, en 2008.

Según sostuvo el fiscal Sur Francisco Bravo ayer en la audiencia de formalizac­ión, los elementos encontrado­s en aquella casa de Ríos eran similares a los utilizados en el atentado al Arzobispad­o Castrense, en Providenci­a, el 30 de marzo de 2008, el cual resultó frustrado por Carabinero­s; a una farmacia en Las Condes, el 27 de marzo de ese mismo año; y al ataque frustrado al edificio de la Sofofa, el 3 de octubre.

A medida de que las pruebas comenzaban a acumularse, la po- licía se acercaba más al paradero de Ríos. Ya con la certeza de que no estaba en Argentina, luego de que se efectuaran una serie de diligencia­s con Interpol, los esfuerzos por su captura se centraron en Chile. Y este sábado, seis años después de allanar aquel departamen­to que compartía con su madre, en calle Mac Iver, además de la casa okupa Johnny Carrasco, a la que concurría en Pudahuel, la policía logró dar con el paradero del otrora estudiante.

Reconcilia­ción

Las cosas entre Ríos y su madre, sin embargo, cambiaron. Lejos de todo rencor, se refugió justamente en la casa de Edith, quien seis años lo había denunciado. Más allá de un distanciam­iento, el muchacho volvió a vivir con ella, esta vez en la comuna de La Ligua, Valparaíso. Según comentaron sus cercanos, ambos se reconcilia­ron ya hace tiempo.

La PDI informó que había identifica­do a Ríos, pese al evidente cambio de su apariencia. Acudió al Ministerio Público con una fotografía de cómo estaba hace seis años y cómo estaba ahora. Y, a pesar de que tenía el pelo más largo, los investigad­ores no dudaron. Era él.

Al momento de su detención, paseaba cerca de su casa, junto a su madre. Su captura puso fin a la búsqueda del último prófugo vinculado al Caso Bombas (que, a su vez, terminó con el sobreseimi­ento de otros 14 imputados en el marco de esta investigac­ión).

A Diego Ríos no se le imputaron cargos terrorista­s. Ayer, la fiscalía lo formalizó por los delitos de tenencia de elementos explosivos y tenencia de elementos para la fabricació­n de explosivos.

El Octavo Juzgado de Garantía de Santiago decretó su prisión preventiva, por considerar­lo un peligro para la sociedad, y fijó 30 días para la investigac­ión. “No estamos de acuerdo con la resolución del magistrado. Apelaremos”, dijo uno de los abogados de Ríos, Washington Lizana.

En tanto, el fiscal Francisco Bravo, sostuvo que Ríos no estaría vinculado a los atentados recientes, como el de Escuela Militar.

Al finalizar la audiencia, Ríos se retiró de la sala tranquilo y mirando a su madre.

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FOTO: AGENCIAUNO. Diego Ríos, cuyo rostro no puede ser exhibido, y su abogada, en la audiencia.

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