Que devuelvan la plata
LA COMPRA y venta de unos terrenos por una sociedad de la nuera de la Presidenta, con la que también de hecho está relacionado su marido, ha dejado un margen de unos $ 2.500 millones. Una transacción que no tiene presentación, porque se hizo con un crédito bancario por el total del precio, recibido por quienes no tienen patrimonio ni la trayectoria suficientes, lo que no puede lograr ningún hijo de vecino, salvo que tenga influencias.
El gobierno trató de distraer. Anunció que Sebastián Dávalos, para mostrar transparencia, realizaría las declaraciones de patrimonio y de intereses que nunca ha efectuado, aunque -dicen- no estaría obligado. Gentileza suya.
¿Qué tenían que ver las declaraciones omitidas? ¿Si se hubieren presentado antes, acaso esto no habría pasado? Por cierto que habría sucedido igual, porque ellas no arrojan luces sobre operaciones futuras que no se ajustan a la ética. De hecho, nada cambió la efectuada a última hora: no incluye los terrenos de marras, con los que Dávalos tiene evidente conexión. Seamos claros, las declaraciones no resolvían nada y la falta no ha sido lavada: de todas formas se quedarán con su parte de los $ 2.500 millones.
Pero, al menos, el punto ha servido para que cayéramos en cuenta que en el Estado existen intersticios que permiten saltarse las normas de transparencia. Según una interpretación de la Contraloría, no correspondía que Dávalos hiciera las declaraciones porque está “ad honorem” en el cargo. Curioso, porque de hecho está ahí y tiene capacidad de decidir nombramientos, gastos e inver- siones en las fundaciones que preside, y que manejan fondos públicos o aportes de privados de “buena voluntad”. Siendo así, es imprescindible la transparencia que suponen las mencionadas declaraciones. Si no le pagan, con mayor razón aún se requieren, porque la pregunta es ¿de qué vive Dávalos, entonces?
Una de las conclusiones de este caso es que deben suprimirse en el Estado todos esos cargos que son y no son, y que habilitan interpretaciones acomodaticias, como los jefes de servicio que tienen rango de ministro, y las fundaciones presidenciales. La regla tiene que ser una sola para todos.
Ya antes Dávalos había creado polémica cuando se le vio en un lujoso auto descapotable. Luego se supo que eran cuatro de la misma marca. El explicó que los tenía la misma sociedad mencionada, para uso de los empleados. La ley tributaria prohíbe adquirir automóviles a nombre de empresas; hacerlo tiene una serie de efectos tributarios. ¿Investigó eso Impuestos Internos? Aunque fue durante el anterior gobierno, el SII nos debe una explicación.
Al final Dávalos tuvo que renunciar, aunque se presentó como víctima de la prensa, porque no cabía otra cosa. Lo que esperamos es que la Presidenta vaya más allá y haga honor al planteamiento político central de su gobierno: que no hay lugar a privilegios. Aquí igualdad significa devolver la plata lograda sólo por tener cercanía con el poder. Tras la renuncia de Dávalos, esperamos que la Presidenta vaya más allá y haga honor al planteamiento político central de su gobierno: no hay lugar a privilegios. Aquí igualdad significa devolver la plata lograda sólo por tener cercanía con el poder.