El Consejo está compuesto por 21 personas designadas por distintas organizaciones y universidades
La exitosa película en Estados Unidos fue para mayores de 17 años, y aquí, de 14.
o son algunos de los ejemplos más recordables. Pero a partir de ahí la misión de este organismo quedó limitada a “regular un sistema de calificación para la exhibición de la producción cinematográfica”.
Sin censura, una película como Sombras de Grey, la misma que en países como China, Malasia Indonesia y Kenia ha sido prohibida, en Chile puede ser exhibida sin inconvenientes. Pero eso no implica que cualquiera pueda comprar su entrada y entrar a verla. Aunque muchas de las fanáticas del libro opinan que las escenas sexuales han sido suavizadas, igualmente la cinta obtuvo la calificación de mayores de 18, lo que impide que menores de edad puedan ingresar sin alguno de sus tutores legales.
Pese a que 50 sombras de Grey es cine pensado en adultos, esto deja fuera al mercado adolescente; una decisión que, a nivel de taquilla, se vuelve más polémica en casos como el de Los juegos del hambre, que en 2012 fue calificada para mayores de 18 años (una de las más altas para la cinta en el mundo) por contener “alto contenido de violencia”.
Esa decisión, de quién puede o no puede ver la película, fue tomada por no más de cinco personas. Según estipula la ley 19.846 sobre calificación de producción cinematográfica, el Consejo debe estar compuesto por 21 pr of e s i onales designados por distintas organizaciones y universidades, pero no todos ven todas las películas.
Los dueños de la censura
El Consejo funciona como un órgano dependiente del Ministerio de Educación y tiene como objetivo “orientar a la población adulta respecto de los contenidos de la producción cinematográfica y a proteger a la infancia y adolescencia”. Por semana, el Consejo sesiona en nueve salas (cada una compuesta por cinco miembros), y cada consejero participa como máximo en dos. En el mejor de los casos, el éxito erótico basado en la novela de E.L. James fue calificado para mayores de 18 años luego de que cinco personas la vieran: para los miembros no es obligatorio asistir a sus mesas (pueden excusarse las veces que quieran) y el mínimo para generar un dictamen son tres personas.
“Se intenta que todos los sectores estén representados, pero en ese afán se incluye a gente retrógrada, desconectada con lo que ven los jóvenes”, dice de manera categórica Ricardo Greene, sociólogo de la Universidad Católica del Maule, quien está en el Consejo desde 2013 como uno de los seis representantes del Consejo de Rectores. También apunta al debate que se genera: “El nivel no es muy bueno, pareciera que todos quieren irse rápido”.
Eso porque tras el visionado de la película se genera una discusión que, en palabras de varios de sus miembros, puede ir de los 5 minutos a la media hora; tras eso, se vota y en caso de empate el presidente de la mesa tiene la última palabra.
El pago varía en la medida que asisten a la sala ($56 mil por sesión), dinero que se genera, en parte, porque para las distribuidoras no es gratuito el que el CCC le otorgue una calificación a sus películas. Por minuto, la institución cobra 0,048 UTM. Es decir, que la distribuidora de una cinta como El lobo de
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