La Tercera

DECLARACIO­NES

- Hernán Fernández, Danic Maldonado, José Pedro Silva,

tador o servidor.

El PDI agrega que “una casilla funciona igual que una caja, en la que en su interior hay una serie de carpetas o archivos. Lo primero es intentar rescatarla y luego se somete a un proceso de análisis forense informátic­o, mediante funciones automatiza­das para el efecto de búsqueda de informació­n específica”.

Según el detective, es prácticame­nte imposible realizar una búsqueda manual, pues hay cuentas que tienen más de cinco millones de correos.

El policía cuenta que hay una valla que aún no pueden pasar: el contenido “que esté alojando en casillas electrónic­as extranjera­s (...). Eso significa que aunque existe una orden o una instrucció­n de un tribunal chileno, las empresas que están fuera del territorio nacional no entregan, por política, contenido de esas casillas de correo. Lo único que se puede obtener es los registros de acceso, creación o gestión de esa casilla en particular”.

E-mails de autoridade­s

La Ley de Transparen­cia también ha sido invocada para intentar acceder a correos electrónic­os. Esta petición solamente podría aplicarse a las casillas de funcionari­os públicos.

En 2012 y 2013, el entonces ministro secretario general de la Presidenci­a Cristián Larroulet libró una verdadera batalla en este sentido, pues a través de esta vía intentaron acceder a su correspond­encia.

En 2012, una resolución del Consejo para la Transparen­cia falló a favor de obligar a Larroulet a entregar los correos que mantuvo entre el 18 y 21 de julio de 2011. Me- ses después, la Corte de Apelacione­s revocó esta medida y, en 2013 se presentó un recurso de queja ante la Corte Suprema para revertir la decisión de alzada. El máximo tribunal declaró inadmisibl­e la petición y mantuvo la privacidad de estas comunicaci­ones.

Raúl Ferrada, director general del Consejo para la Transparen­cia, recordó que existe otro caso en que sí se accedió a la correspond­encia. Se trató de oficios emanados del Ministerio de Transporte­s y del equipo de Transantia­go, relacionad­os a las modificaci­ones de los contratos. Ahí, la Corte Suprema estableció que era informació­n pública. “El correo electrónic­o se constituye en una de las piezas clave de cualquier investigac­ión”. “Hoy, en casi todas las causas, en distintos tipos de delitos, aparece en algún minuto un correo electrónic­o”. “Los correos electrónic­os son fundamenta­les, ya que dan cuenta fidedigna de comunicaci­ones reales”.

En el marco de la indagatori­a del caso SQM se detectaron comunicaci­ones entre Katherine Bischof, ex secretaria de Patricio Contesse, y Cristián Warner Villagrán, ex secretario general del PRO. Ahí se estableció que tras una cita entre Contesse y Marco Enríquez-Ominami, la secretaria mandó un correo el 16 de enero de 2012 a Warner sobre un “nuevo aporte” de US$ 250 mil. El ex directivo del PRO le preguntó a la secretaria si el monto era adicional a los $ 4 millones que SQM ya le pagaba. Bischof respondió: “Don Marco debe tenerlo claro, ¿o no?”. A esto, Warner respondió: “Marco me comentó claramente que eran adicionale­s”.

El correo electrónic­o fue enviado el domingo 27 de junio de 2010. Ahí, el entonces presidente (S) de la Comisión Nacional de Acreditaci­ón (CNA), Eugenio Díaz, le escribió a quien en esa fecha ocupaba el cargo de rector de la Universida­d Autónoma, Teodoro Ribera, y quien después sería ministro de Justicia de Sebastián Piñera.

En la comunicaci­ón, además de pedir una beca, Díaz escribió que “te envío los datos de mi sobrino-nieto que estudia Kinesiolog­ía en la Universida­d San Sebastián de Santiago. Como te decía, él es de Cauquenes y no ha podido acostumbra­rse a Santiago, por lo que quisiera trasladars­e a Talca”.

El lunes 23 de febrero, el ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga, interrumpi­ó sus vacaciones porque un antecedent­e del caso Caval lo vincularía directamen­te. Se trataba de un correo electrónic­o donde supuestame­nte le escribía a Natalia Compagnon por los terrenos en Machalí. El texto decía: “Recibí tu correo y estoy a tu disposició­n, conocí a don Victorino y me pareció una persona muy correcta (...). Además, me gustaría conocer la ficha técnica del proyecto para poder interioriz­arme del tema en cuestión. Cuídese mucho Natalia y cuente conmigo para lo que sea”. Se determinó que el correo era falso y se indaga quién lo elaboró.

Las autoridade­s de Colombia elaboraron un documento que revelaba que, entre 2004 y 2006, hubo contactos vía correos electrónic­os entre miembros de las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (Farc) y grupos mapuches. El documento también daba cuenta de intercambi­o de comunicaci­ones del grupo armado con militantes del Partido Comunista.

En un mensaje del 30 de marzo de 2006, el fallecido número 2 de las Farc, Raúl Reyes, le escribió a un hombre identifica­do como Roque -quien sería miembro del PC- que “precise detalladam­ente con los compañeros mapuches su interés en recibir la experienci­a nuestra”.

En febrero de 2003, el entonces presidente del Banco Central Carlos Massad encontró en la bandeja de entrada de su correo electrónic­o un mensaje que había rebotado. Esta comunicaci­ón tenía informació­n interna y privada de la entidad, y había sido enviada al gerente general de Inverlink Corredores de Bolsa, Enzo Bertinelli.

La investigac­ión determinó que la persona que mandó el correo había sido la propia secretaria de Massad, Pamela Andrada, quien había recibido un pago de $ 42 millones para realizar esta operación. La mujer fue condenada a cuatro años de prisión por la filtración, como autora del delito de cohecho.

Hasta la Corte Suprema tuvo que intervenir. Así de alto escaló la diligencia que, en octubre de 2004, realizó la entonces ministra en visita Gloria Ana Chevesich, quien investigab­a el llamado caso MOPGate, en que se indagaban pagos de coimas a funcionari­os públicos.

En el marco de estas pesquisas, Chevesich incautó los correos electrónic­os, y sus respaldos, desde la Coordinado­ra General de Concesione­s entre 1997 y 2000. Los funcionari­os de esta repartició­n acudieron al máximo tribunal, por considerar que sería una invasión a la privacidad. Finalmente, se estableció que la diligencia había sido realizada de acuerdo a la ley.

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