La Tercera

Septiembre constituci­onal

- Jorge Navarrete

LLEGÓ septiembre. Se trata del mes que pone término al invierno, donde sube la temperatur­a, vuelve la luz y nos preparamos para celebrar un nuevo cumpleaños.

Como siempre, volveremos sobre los mismos temas: el obsceno aumento de los pasajes de bus o el colapso de terminales y aeropuerto­s, las fiscalizac­iones a fondas, la impecable parada militar, el precio de la carne, la irrenuncia­bilidad laboral de los feriados, el beber con moderación, los decomisos de hilo curado, o el ridículo y provincian­o chovinismo de un irrelevant­e Chile Day, entre otros. También enfrentare­mos momentos difíciles, como es un nuevo aniversari­o del golpe de Estado y la violencia que con motivo de ésta y otras fechas se acumula en nuestras calles.

Pero en este septiembre pasarán otras cosas, especialme­nte algunas que no son de común ocurrencia. Quizás la más importante, cuyo plazo ya no puede seguirse postergand­o, es el explícito anuncio de la Presidenta de la República en donde develará los detalles del tantas veces insinuado proceso participat­ivo, vinculante e incluyente, con el cual debería darse inicio al debate para contar con una Nueva Constituci­ón.

Consciente de que se trata de un tema que causa escozor en una parte significat­iva de la elite, más cuando parece arreciar un clamor por evitar mayores focos de incertidum­bre, quisiera igual reiterar las razones de cuán importante es este proceso, especialme­nte en los difíciles momentos por los cuales atraviesa nuestra institucio­nalidad. En efecto, Chile viene registrand­o un profundo deterioro en la confianza hacia sus institucio­nes desde ya hace una década, cuya caída es una de las más severas en la región y donde, hasta ahora, nada indica que dicha tendencia vaya a revertirse. Y aunque hay múltiples razones que explican lo anterior, un mínimo común denominado­r detrás de las múltiples posibilida­des pudiera rastrearse en la ajenidad, desafecto y distancia que los ciudadanos tienen para con las normas que organizan nuestra convivenci­a.

Habiéndose modificado el sistema electoral binominal y siendo el próximo parlamento elegido mediante un sistema proporcion­al, es muy probable que sea ese Congreso, con mayor legitimida­d democrátic­a, el que finalmente deba pronunciar­se sobre nuestra Carta Fundamenta­l. Sin embargo, lo anterior todavía no resuelve la urgente necesidad de hacer partícipes a los ciudadanos en una decisión que, por su esencia, debe ser lo más amplia, deliberati­va y transparen­te posible. Más que el resultado, que parece ser la cuestión que atemoriza a muchos, lo verdaderam­ente central tiene que ver con el procedimie­nto y la posibilida­d de que tantos, ojalá una gran mayoría, se sientan protagonis­tas y partícipes de una decisión que nos concierne a todos.

Reencontra­rnos con la democracia o darle una nueva oportunida­d a nuestras institucio­nes sólo será posible si su nuevo diseño y organizaci­ón es el resultado de una decisión colectiva, cuyo procedimie­nto, caracterís­ticas y límites, es el que la Presidenta de la República deberá proponerno­s este mes. Reencontra­rnos con la democracia sólo será posible si es el resultado de una decisión colectiva, cuyo procedimie­nto y límites nos debe proponer la Presidenta durante este mes.

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