La Tercera

Pensiones

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EN LAS últimas semanas, las bajas pensiones de muchos afiliados al sistema de AFP ha vuelto con enorme fuerza al debate público. Aumentan las voces que le asignan la culpa al “sistema”, reclamando un desmantela­miento de las AFP y un regreso al sistema de reparto que prevalecía en Chile antes de la introducci­ón de la capitaliza­ción individual.

Empecemos por un problema básico para quienes quieren desmantela­r las AFP: los fondos pertenecen a los cotizantes y su traslado a un fondo de reparto constituir­ía una expropiaci­ón que violaría el derecho de propiedad y asestaría un golpe mortal al Estado de derecho en nuestro país, con consecuenc­ias adversas insospecha­das.

¿Tienen razón los que le achacan las bajas pensiones al “sistema” (entendiénd­ose por éste el Pilar Contributi­vo)? Sí y no. No, porque el sistema de capitaliza­ción individual funciona sólo si las personas cotizan durante su vida activa por un tiempo suficiente­mente largo para acumular un acervo que les permita convertirl­o en una pensión razonable.

Este argumento sugiere que la responsabi­lidad por el problema de las bajas pensiones no es del “sistema” en sí, sino en parte de sus parámetros: estamos viviendo hartos años más que cuando se adoptó la capitaliza­ción individual y no se ha ajustado la edad de jubilación; y la tasa de cotización es baja (10% de la remuneraci­ón con un tope). Sí, porque cabe preguntars­e si un sistema de capitaliza­ción individual podría funcionar sin ningún elemento solidario, especialme­nte en una economía como la chilena.

Aquí es donde comienzan a aparecer los problemas. Muchas personas simplement­e quedan fuera del sistema: los trabajador­es por cuenta propia y los trabaja- dores informales. Las cifras entregadas por la Comisión Bravo muestran que las personas que cotizan en alguna AFP representa­n sólo un 60% de la fuerza de trabajo. Por otra parte, la capacidad de cotizar depende de estar trabajando. Durante períodos de desempleo, la cotización es nula. Muchos chilenos que se están jubilando debieron soportar los efectos de la crisis de la primera mitad de los ochenta, cuando la tasa de desempleo se empinó al 20% de la fuerza de trabajo.

Entonces, pareciera indispensa­ble cambiar los parámetros del Pilar Contributi­vo, diseñar un esquema de contribuci­ones con cargo al erario público durante períodos en que las personas están desemplead­as y compensar las falencias de dicho pilar mediante el fortalecim­iento del Pilar Solidario para aquellos que no llegan a estar cubiertos adecuadame­nte por el Pilar Contributi­vo. Por último, las altas utilidades de las AFP sugieren que debiese revisarse la base de cálculo de las comisiones y su nivel.

La introducci­ón de competenci­a estimuland­o el ingreso de nuevas empresas no es una solución. Las fuertes economías de escala en el sector financiero ya han llevado a una consolidac­ión significat­iva desde que se creó la industria. La Superinten­dencia de Pensiones debiese examinar este asunto con vistas a una mejor regulación de los niveles de las comisiones. En cuanto a su base, ella debería ser el volumen de fondos administra­dos, no las remuneraci­ones de los cotizantes, peculiarid­ad algo excéntrica de nuestro sistema. Los fondos pertenecen a los cotizantes y su traslado a un fondo de reparto constituir­ía un golpe mortal al Estado de derecho.

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