MEJOR QUE ANTES
Atletas de continentes pobres como el africano daban un mensaje de humildad, respeto y sensibilidad detrás de sus medallas. En el pódium de los vencedores, los vencidos respetaban los himnos con unción sagrada. Aquí, el fútbol nuestro de cada día se me distanciaba de la llama y los cinco anillos.
En el fútbol se difunden campañas clamando respeto por los himnos foráneos. La masa futbolera reñida con aquello embiste hasta los minutos de silencio. ¿Por qué el fútbol no imita estos valores universales? ¿Por qué predomina la ofensa y hostilidad dentro y fuera de la cancha? ¿Qué pasa con los protagonistas que retroalimentan el odio que hace carne viva en los hinchas? Se viene un nuevo clásico. Extrañaré a Cocoliche con el estadio al sur azul y el norte cruzado. No avalemos el codazo, la zancadilla ni menos la medalla encontrada en el suelo presta a recibir un cínico mordiscón.
La televisión debería repetir majaderamente ya no la jabalina voladora, el maratón extenuante, el tiro acertado en el blanco, los segundos del más veloz del planeta o el pez humano bañado en oro. Deberían repetir y repetir los nobles gestos de deportividad, del aplauso apoyador y sincero del competidor, del que ofrenda su botella de agua al sediento rival o el abrazo amable de triunfadores y derrotados. Toda obra humana siempre es perfectible y por tanto de nunca acabar.
La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes.