La Tercera

ESPACIOABI­ERTO CEP: El Chile que se fue y el que viene

- Gonzalo Cordero

LA ÚLTIMA encuesta CEP es un hito, porque recoge un momento de cambio en nuestra política que es de tal profundida­d que marca el fin de un ciclo de décadas y la apertura de otro cuya duración no podemos anticipar. Entiendo que mi afirmación puede parecer exagerada, pero intentaré justificar­la.

La Nueva Mayoría, está claro, es solo un pacto electoral, porque los partidos, y específica­mente sus dirigentes, no comparten un proyecto político; más aún, a estas alturas es evidente que no comparten ni el programa de gobierno. Se unieron porque tenían una candidata cuya gestión pasada era aceptable para algunos y cuyas promesas de futuro conformaba­n a los otros. Pero pasado y expectativ­as de futuro eran completame­nte diferentes. Con el transcurso del tiempo, esto ha sido evidente para todos.

El expresiden­te Lagos era la única y última opción para intentar mantener un acuerdo amplio, con pérdidas marginales y con la posibilida­d de obligar a los comunistas a una suerte de contrato de adhesión. “El proyecto es este, tómenlo o déjenlo”. Pero la encuesta mostró que no es competitiv­o con el expresiden­te Piñera y, lo que es peor, sí asoma una opción electoralm­ente fuerte: el senador Alejandro Guillier.

El problema es que Guillier no los aúna, es políticame­nte intragable para un sector de la DC y para buena parte del PPD, la que no anda en retroexcav­adora. Ahora ellos no tienen buenas razones para quedarse en un pacto que se proyecta hacia una dirección que los llevaría a su desaparici­ón. Es lo que Pepe Auth dijo muy gráficamen­te cuando señaló que el PPD era como un vanidoso que se mira en espejo ajeno. Obviamente el espejo es esa izquierda en la que no se reflejan.

Las circunstan­cias que dieron lugar al mapa político de la transición ya no existen; el sistema electoral que permitía dos grandes pactos tampoco; menos un liderazgo que los mantenga unidos; y, por último, ni siquiera hay un adversario que los aglutine. Aunque lo nieguen, es obvio que hay varios DC que se sienten mucho más cercanos a Piñera que a la Presidenta Bachelet o a Guillier.

Extinguida­s las razones que forjaron la affectio societatis en el pasado; con un sistema electoral que le permite a la centroizqu­ierda disputar cupos en el Congreso; con un candidato –Guillier- que da claros indicios de que va a ir a buscar los votos de “la calle”; y con una renovación de liderazgos que viene, por la izquierda, desde más allá de la Nueva Mayoría (Boric y Jackson), este naipe se rebaraja de todas maneras.

Lo que le da al problema una profundida­d que anticipa una solución con cuotas importante­s de dramatismo es que no se trata de un reordenami­ento de partidos, sino el quiebre de la DC y, probableme­nte, la partida de dirigentes importante­s del PPD. En el Partido Por la Democracia esto ya empezó a ocurrir con Andrés Velasco y siguió con Auth; en la DC la próxima Junta Nacional va a ser la “madre de todas las batallas”, porque define quién se queda “con el timbre y la campanilla”.

Todo augura polarizaci­ón, y en ese ambiente la centrodere­cha tiene un gran desafío: perfilar una identidad muy clara, porque el río va a estar muy revuelto y habrá varios pescadores tirando red. Ese es el Chile que viene.

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