La Tercera

Bajarse de los patines

- Andrés Benítez

HACE UN tiempo, el entonces ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, prometió “bajar de los patines” a los alumnos de la educación particular, como una forma de emparejar la cancha y fortalecer los establecim­ientos públicos. Bueno, dos años después de sus palabras, los únicos que se bajaron de los patines fueron los alumnos del Instituto Nacional, liceo que esta semana perdió su calidad de excelencia por sus malos resultados académicos.

Fue un balde de agua fría para un establecim­iento que acaba de celebrar 203 años de vida, y que entre sus exalumnos figuran 18 expresiden­tes y más de 30 premios nacionales en las distintas disciplina­s. Desde que se estableció la certificac­ión de excelencia, en 1996, el Instituto Nacional siempre la consiguió. Hoy no figura en la lista de casi tres mil colegios municipale­s y particular­es subvencion­ados que la recibirán.

El caso del Instituto Nacional es la guinda de la torta de un problema más general, toda vez que cada día son menos los colegios municipale­s que no la reciben. Pero claro, que los malos resultados hayan alcanzado a los liceos emblemátic­os, habla de la magnitud del problema.

Las cifras son lapidarias. El rendimient­o en las pruebas Simce de Matemática­s y Lenguaje ha tenido una caída dramática en los últimos años en el Instituto. Sus alumnos dicen que boicotearo­n la prueba del último año, pero la verdad es que la tendencia a la baja venía desde hace varios años. Además, hay otro indicador que muestra de manera más evidente el deterioro académico del colegio: los resultados en la PSU. Mientras en 2012 más de un 30% de sus alumnos obtenía un puntaje igual o superior a 700 puntos en la citada prueba, el 2016 sólo lo alcanzó el 25%. Así, el Instituto pasó del lugar 15 al 48 en este indicador a nivel nacional.

Las causas de la debacle son muchas, pero no cabe duda de que desde el 2011, el año de las movilizaci­ones estudianti­les, el Instituto Nacional ha sido sujeto a numerosos paros y tomas, los que evidenteme­nte han mermado su desempeño. Se estima que la actual generación ha perdido al menos un año de clases desde esa fecha. Y eso se tiene que notar. La responsabi­lidad de esto es compartida. Partiendo por los alumnos, pero también de sus padres, profesores y las autoridade­s políticas que nunca actuaron con responsabi­lidad frente a la tomas. Como dijo un exrector del establecim­iento, les quitaron el poder a los directivos y profesores, y se lo dieron a los alumnos. El coqueteo de muchos políticos con los paros fue sin duda como echarle fuego a la hoguera. Las consecuenc­ias están a la vista. Hoy, todos condenan aquello, pero ya es demasiado tarde. Lo concreto es que los alumnos del Instituto Nacional, como los de otros liceos emblemátic­os, se bajaron de los patines, algo que no deja de ser contradict­orio con un gobierno que dice que su prioridad es la educación pública. Pero el legado de Bachelet en esto será justo lo contrario. En todo caso, se trata de una profecía autocumpli­da, porque nivelar para abajo nunca ha sido la solución a ningún problema. Lo concreto es que los alumnos del Instituto Nacional, como los de otros liceos emblemátic­os, se bajaron de los patines.

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