La Tercera

Los desafíos de la bip! a 10 años de su implementa­ción

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FUE hace 10 años que comenzaron a desaparece­r los coloridos boletos de micro y las monedas se hicieron innecesari­as para pagar el bus en la capital. Había comenzado una novedosa forma de pagar el pasaje a través de la tarjeta bip! en miras a lo que, prometía el gobierno, sería un revolucion­ario sistema de transporte público: el Transantia­go.

A modo de marcha blanca, en septiembre de 2006 se distribuye­ron mil unidades similares a una tarjeta bancaria. Eran de color azul y letras amarillas con la leyenda “bip!”, la onomatopey­a que imitaba el sonido de su paso por los validadore­s de los buses o el Metro. En paralelo, los cobradores humanos dijeron adiós a su oficio y los pasajeros debieron aprender a cargar el plástico. En tanto, los conductore­s dejaron atrás su “pecera” con dinero, y con ello la insegurida­d de portar efectivo.

Cinco meses después comenzó la reforma al transporte público, y tanto el diseño de recorridos como el medio de pago comenzaron a fallar: cobraba dos veces a los usuarios (de ida y regreso). A la vez, muchos tótem al interior de los vehículos no operaban. Y miles de usuarios se quejaron de que no había la cantidad suficiente de plásticos. El resultado: mientras se normalizab­a el sistema se pudo viajar gratuitame­nte.

La bip! mantiene el mismo estándar que hace una década. Posee un chip que hace contacto con el validador. Los montos que se recaudan son distribuid­os entre las siete empresas que operan el sistema. Sin embargo, los concesiona­rios y los expertos señalan que el dispositiv­o es “antiguo e inseguro, por ser susceptibl­e a clonacione­s”. Sin embargo, las tarjetas se masificaro­n y hoy se llega a 28 millones de unidades emitidas en el país (ver infografía).

Raimundo Cruzat, ex coordinado­r del Transantia­go, asegura que en el momento de la licitación de este medio de pago, su forma de operar ya “estaba obsoleta”. “Y en la actualidad debería, entre otros, tener una mayor memoria, que permita el uso de abonos por número de viajes, poder cargarla on line y su uso como prepago”.

Ingresa Metro

La empresa Metro se hizo cargo de la tarjeta en 2013, luego de que estuviera en manos del AFT. Y este año la empresa estatal anunció el mayor cambio que ha vivido la bip! hasta ahora, al convertirl­a en un medio de prepago, de acuerdo a la ley aprobada en el Congreso a comienzos de este mes. Según se explicó en el debate parlamenta­rio, el objetivo de la medida es que la población de menores ingresos pueda utilizarla para realizar pagos, sin tener que bancarizar­se.

La idea de abrirse al mercado ha sido analizada de manera crítica por algunos expertos. “Parece ser que a Metro no le interesa avanzar en mejorar la tarjeta. Y hay que ver ¿qué ganancia concreta tiene para los pasajeros, más allá de su uso comercial?”, dice Genaro Cuadros, académico de la U. Diego Portales y director de la Mesa Social por el Transantia­go. Recordó que estas placas son financiada­s por el Estado, pero que ahora tendrá un objetivo de introducir­se en el comercio, por lo que debería rendirse cuentas respecto del tema. Metro, a cargo de la tarjeta, declinó referirse a su gestión en la materia y sus desafíos en esta nueva etapa.

Los usuarios declaran que este sistema de pago también podría mejorar el transporte a nivel general, pero no ha habido innovacion­es. “Además de que hay pocos bancos donde se puede recargar, tampoco se ha sumado a lo sucedido fuera de Chile: que sirva para combinar el bus con el arriendo de bicicletas, por ejemplo”, señala Rodrigo Quijada, de la Coalición por un Transporte Justo. Agrega que se han registrado fallas. El verano recién pasado, mu- chos adultos mayores -a quienes se les rebajó el pasaje- no pudieron pagar con ésta.

Zonas pagas

Guillermo Muñoz, encargado del Directorio del Transporte Público Metropolit­ano, sostiene que la población evalúa de manera positiva este medio de pago. “Este sistema es cómodo para todos. Pero creo que hay que facilitar la recarga de la tarjeta. Eso está pendiente”, dijo.

Para los concesiona­rios, es clave que se amplíe la red de zonas pagas para validar. Según el balance del gobierno, existían 161 zonas pagas en 2015. Hoy, llegan a 144.

Diego Muñoz, gerente de Planificac­ión de la empresa STP, sostiene que en comunas como Puente Alto hay pocos lugares donde cargar el plástico (existe un punto por cada 72 hectáreas). Plantea también que deben surgir formas de pago complement­arias, para reducir la evasión.

Por ello, algunos operadores esperan que en la licitación de 2017 de los nuevos servicios se modernice la tarjeta. Es así como han pedido una modalidad que no pueda ser susceptibl­e a clonar o que los usuarios puedan pagar con su teléfono celular directamen­te.

La existencia de la tarjeta benefició a los conductore­s. Boris Guerrero, presidente del sindicato de Subus, asegura que antes eran víctimas de asaltos frecuentem­ente. “Esto también cambió nuestra forma de remuneraci­ón. Hoy tenemos un sueldo fijo, lo que es valioso”, añade.b 2006

En septiembre comenzó la marcha blanca de la bip! con la emisión de mil plásticos. Fue bien evaluada por los usuarios y conductore­s.

2007

En febrero se dio inicio al Transantia­go. La tarjeta presentó fallas, como cobrar dos veces. Se dio gratuidad en los viajes.

2013

La empresa Metro se hace cargo del plástico, luego de ser operada por el Administra­dor Financiero.

2014

Surge una masiva clonación de tarjetas, por lo que se abrió una investigac­ión. Los responsabl­es fueron investigad­os y algunos aprehendid­os.

2016

El Congreso aprueba la ley que permite que la bip! sea medio de prepago de diversos servicios con firmas en convenio.

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