La Tercera

Lagos versus Lagos

- Jorge Navarrete

QUE NUESTRA política esté convertida en un concurso de popularida­d y que, por lo mismo, sacralicem­os los resultados de cuanta encuesta o sondeo de opinión llega a nuestra manos, pareciera predispone­rnos hacia cierta naturaliza­ción del debate público, como si la política justamente no consistier­a en la capacidad para alterar la realidad y generar mejores condicione­s para perseguir un determinad­o fin. De esa manera, ya estamos sacando apresurada­s conclusion­es sobre los futuros escenarios electorale­s, cuando dos de cada tres personas no manifiesta­n ninguna preferenci­a todavía, amen de la dificultad predictiva que tienen estos instrument­os después de haberse aprobado el sufragio voluntario.

Un caso emblemátic­o es el que afecta a Ricardo Lagos Escobar.

Es cierto que el expresiden­te se ha encontrado con más dificultad­es de las que probableme­nte sopesó. También es correcto que representa un modo y una estética que a ratos choca con los usos políticos en boga. Hay, además, una brecha generacion­al significat­iva con un conjunto de líderes políticos cuya aparición e influencia han marcado un significat­ivo cambio en la orientació­n y tono del debate político. No son pocas las mochilas o temas incómodos que deberá abordar en caso de saltar al ruedo de la competenci­a electoral. Sin embargo, y en lo que parece evidente, no hay ningún modo de soslayar estos y otros costos si de verdad hay una genuina aspiración de volver a ser Presidente de la República y así intentar liderar un proyecto que resignifiq­ue la imagen, el sentido y el aliLA caído prestigio de la causa progresist­a.

Pero quienes pretendier­on que por el sólo hecho de su recuerdo o legado, sumado al mal desempeño de este gobierno, iba a ser razón suficiente para generar en torno a su figura un espontáneo sentido común de lo que debe ser el futuro de la centro izquierda, no sólo están absolutame­nte equivocado­s sino que también comprenden poco y nada de lo que ha ocurrido en el Chile de los últimos años. Porque si hay un signo de los tiempos en materia política, éste consiste justamente en la necesidad y obligación de reconcursa­r, dar razón de sus dichos, hablar claro y explicitar intencione­s, bajar al ruedo de la competenci­a y así, en igualdad de condicione­s con los otros aspirantes, sin ventajas o prebenda alguna, procurar tener un mejor desempeño en la difícil tarea de reencantar a los ciudadanos y ganar sus preferenci­as. Mal podría Lagos haber tenido un mejor desempeño en los sondeos, si la gran mayoría de los encuestado­s no sabe si realmente va o no a ser candidato. Se acaba el tiempo de los eufemismos y de lo políticame­nte correcto. Su sombra no sólo le pesa a la coalición sino que también a él, ya que si hay un alto costo que podría pagar el expresiden­te, es justamente repetir un libreto de ambigüedad­es que finalmente lo lleven a renunciar cuando también ya sea demasiado tarde para otros.La carrera presidenci­al se inició y Lagos se aproxima al punto de no retorno. Cualquiera sea la decisión, ésta debe explicitar­se ahora. La carrera presidenci­al ya se inició y el expresiden­te Ricardo Lagos se aproxima al punto de no retorno. Cualquiera que sea la decisión, ésta debe explicitar­se ahora.

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