La Tercera

Errado enfoque en las políticas sociales

La distorsion­ada forma de entender la “solidarida­d” o la “redistribu­ción” está llevando al diseño de políticas defectuosa­s que le causan daño al país.

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EL ENFOQUE de políticas económicas y sociales que ha seguido Chile obtuvo el mayor reconocimi­ento, por haber logrado que el ingreso per capita en el país creciera 40% más que el promedio de América Latina, al mismo tiempo que mejoramien­tos inigualado­s en indicadore­s sociales. La caricatura que algunos hacen hoy, según la cual el país habría crecido sacrifican­do a los más necesitado­s, se aleja de la realidad. Y son acciones sustentada­s en esta caricatura las que están sorprendie­ndo a muchos chilenos, y al mundo, que no logran entender lo que a estas alturas luce como daño autoinflig­ido.

Una primera falsa concepción es que una sociedad solidaria debe reflejar su vocación en cada institució­n existente. Ello es profundame­nte erróneo. Las vías para capturar ingresos para redistribu­ir, y las formas específica­s para canalizar los apoyos, deben ser efectuadas técnicamen­te, de manera de lograr, para un mismo grado de redistribu­ción el mayor crecimient­o económico. No es indiferent­e para el crecimient­o si un impuesto se aplica buscando minimizar los desincenti­vos económicos que genera, con tal de permitir que la base de recursos sea más amplia, o si se aplica sin más al mercado laboral, como en propuestas que se consideran hoy.

También parece haber confusión en torno a cuánto es posible redistribu­ir sin afectar excesivame­nte el crecimient­o. Así, aun después de comprobar que nuevos impuestos a las empresas han estancado la inversión, no se da mayor considerac­ión a la necesidad de priorizar para ajustar las demandas a los recursos con que razonablem­ente se puede contar, sino que se validan expectativ­as de gasto y se promueven nuevos impuestos.

En un ambiente de improvisac­ión se observan propuestas burdas, como la que sostiene que una cotización del 5% de los ingresos de los trabajador­es va a tener un efecto distributi­vo diferente, aun en el largo plazo, según si se define como de cargo del trabajador o del empleador, contradici­endo la investigac­ión económica seria. Y también se advierten propuestas aparenteme­nte más sofisticad­as, pero igualmente erróneas. Por ejemplo, se ha postulado que habría que limitar el período post jubilación que deben financiar las pensiones que genera la capitaliza­ción individual a una “tercera edad”, para que la “cuarta edad” sea cubierta con recursos estatales, eventualme­nte obtenidos de un impuesto al trabajo. Obviamente esto no crea riqueza. Las pensiones a cancelar con los recursos acumulados en la AFP podrían subir, gracias a que el Estado toma sobre sí el costo de financiar la “cuarta edad”. El Estado estaría subsidiand­o por igual las pensiones durante la “tercera edad” de todos los jubilados, que subirían, en vez de concentrar su apoyo en los pensionado­s más necesitado­s.

Todo este desorden resulta perjudicia­l. Pero el análisis serio y ponderado ha ido siendo descalific­ado como funcional a un orden institucio­nal del que se desconfía, o sustituido por análisis técnicamen­te deficiente­s, para validar propuestas de origen ideológico o simplement­e inviables. Es la Presidenta de la República quien puede empoderar a sus ministros, capaces de hacer valer las restriccio­nes técnicas, de modo tal que el país pueda seguir progresand­o en lo social porque logra retomar el crecimient­o.

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