El rumbo de la DC
EN LAS últimas semanas han sido evidentes las diferencias que han surgido al interior de la Democracia Cristiana respecto de la forma en que se está conduciendo el gobierno y la conveniencia de que el partido continúe en la Nueva Mayoría una vez que concluya esta administración, en especial si el Partido Comunista sigue formando parte del conglomerado. La forma como se resuelva esta tensión en la DC –que probablemente dará más luces en la junta nacional que se llevará a cabo la próxima semana- de alguna manera también marcará el rumbo de la propia coalición.
El fuerte rechazo ciudadano a la actual administración y a sus principales reformas estructurales –según muestran diversos estudios de opinión- ha reavivado las diferentes visiones al interior de la DC –también dentro del propio bloque-, donde parece ser cada vez más evidente que el programa de gobierno no concitó un acuerdo de fondo –uno de los principales dirigentes democratacristianos incluso señaló que ningún presidente de partido de la Nueva Mayoría “firmó ni suscribió ningún programa”-, sino que fue más bien un vehículo programático que despertó consenso en sus líneas más gruesas, pero no en su detalle ni en la gradualidad que deberían tener las reformas. Ello fue inicialmente minimizado, pero terminó jugando en contra. La Democracia Cristiana padece ahora los efectos de no tener una definición programática mejor definida, confusión que probablemente se exacerba al formar parte de una alianza de gobierno con el Partido Comunista. El caso de la DC es aleccionador en cuanto a los riesgos de que las convicciones puedan terminar subordinadas a la conveniencia electoral, y esa disonancia inevitablemente deberá ser resuelta prontamente por la colectividad. El rumbo que el partido tome -tema que no podría estar ausente de la junta nacional- definirá también el futuro de la Nueva Mayoría.