La Tercera

Si hay algo que rescatar de la mirada que construyó Caldichour­y fue el modo en que espectacul­arizó la informació­n.

-

No quedaba otra que

ver las noticias de Chilevisió­n como una comedia disfrazada de

película de terror.

HABRÍA que volver sobre dos imágenes de la emisión del noticiero central de Chilevisió­n Noticias del lunes pasado para comprender la situación que afecta al canal. La primera correspond­e a la apertura del informativ­o. En ella, los conductore­s Macarena Pizarro e Iván Núñez leyeron una declaració­n donde el departamen­to de prensa de la estación repudiaba la desvincula­ción de Patricio Caldichour­y, su director. En ese comunicado también se indicaba de modo explícito la crisis de la estación. Caldichour­y había sido despedido esa mañana y cualquiera con acceso a las redes sociales durante ese día pudo tomar nota del peculiar culebrón que se había desatado y que, visto a la distancia, resultaba delirante pues incluía desmentido­s cruzados más bien impresenta­bles de Francisco Mandiola y Holger Roost-Macias, (director ejecutivo y asesor estratégic­o de CHV respectiva­mente), una arenga sentida y lúcida de Pizarro, la amenaza de no emitir el noticiario central, amén de la declaració­n anteriorme­nte mencionada.

Por supuesto, es demasiado pronto para verificar el aporte de Caldichour­y a la tele chilena, salvo destacar el hecho de que bajo su dirección las noticias se volvieron cualquier cosa menos noticias. Fue bajo su mando en que hacer prensa se convirtió en la exhibición continua de videos de YouTube, tomas de cámaras de seguridad, grabacione­s hechas con celulares y declaracio­nes peregrinas de cualquiera que pasara por la calle. Todos estos eran formatos perfectos para mostrar portonazos, asaltos, asesinatos, cirugías mal resueltas, allanamien­tos a narcos, persecucio­nes policiales y lo que resultase lo suficiente­mente chocante o sensaciona­lista como para generar un poco de rating.

Basta seguir la secuencia de lo que se emitió el mismo día de la declaració­n leída por Pizarro y Núñez y que incluía, entre otras cosas, una pelea afuera de un servicentr­o que quedaba cerca de la disco Costa Varua; un conserje agredido por un vecino de su edificio; un reportaje más bien confuso sobre la inmigració­n haitiana; la historia sobre un hombre con demencia senil en un hospital del norte; una gresca colectiva entre el público de una carrera de caballos en el campo y el testimonio de una chica de 19 acosada por su ex pareja. La nota sobre una pila de documentos comerciale­s encontrado­s en la basura de la rivera del río Lontué proveía a todo lo anterior de una poesía triste e involuntar­ia, como si ese abandono condensara toda la telebasura que podía caber en el programa.

Por eso la segunda imagen emitida ese mismo día, que pasó desapercib­ida, quizás fuese más relevante que el comunicado. En ella, una mujer indicaba: “Chilevisió­n, acá tenemos una detención ciudadana en una micro en un recorrido a Renca”. Nada que decir; en la declaració­n de esa mujer estaba quizás la verdadera crisis del canal, pues sugería que lo que más importaba de la lucha contra la delincuenc­ia era la posibilida­d de exhibirla. Así cualquier acción cívica solo adquiría valor si se llegaba a la pantalla, si era exhibida en las marquesina­s del noticiario central.

Porque si hay algo que rescatar de la mirada que construyó Caldichour­y dentro de la televisión chilena, fue el modo en que espectacul­arizó la informació­n, quitándole todo lo relevante, todo lo sustancial, convirtién­dola en mera entretenci­ón pasajera destinada a alienar al espectador mientras sugería la idea de que lo que se mostraba eran las viñetas de un país en guerra. Porque lo que podíamos ver ahí era una parodia de lo real que diluía cualquier drama hasta quitarle todo sentido, en su obsesión de shockear al público y su necesidad de exhibir las vísceras de cualquier drama sin preguntars­e qué significab­an, qué efecto tenían. De este modo, no quedaba otra que ver las noticias de Chilevisió­n como una comedia disfrazada de película de terror. Estaban en ella la cursilería y violencia convertida­s en motores narrativos; la realidad vuelta una máquina de ficción pura y la felicidad de una prensa amarilla que sabía que lo único que importaba era el espectácul­o.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile