La Tercera

SOLIDARIDA­D Y PENSIONES

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Hace exactament­e una semana se realizó la segunda marcha masiva pidiendo mejores pensiones, desplazand­o el foco de la atención y las prioridade­s desde la educación superior. Cómo no, si mientras los chilenos comunes y corrientes al acercarse a su edad de jubilación se encuentran con pensiones inferiores a sus expectativ­as, se informa de casos de pensiones privilegia­das –“jubilazo”- en el sistema antiguo, lo que se convierte en un aliciente para clamar por el regreso a un sistema de reparto que supuestame­nte entregaría pensiones similares.

Sin embargo, se olvidan que ello funciona sólo si es para unos pocos privilegia­dos, porque al masificarl­o los recursos no alcanzan. En efecto, veamos por qué los ahorros acumulados resultan hoy insuficien­tes y apreciarem­os que los problemas no se resuelven con un sistema de reparto, sino que se agudizan.

Las AFP han hecho bien su principal tarea, pues los fondos alcanzan una rentabilid­ad media igual al 8,2% anual (desde su creación hasta 2016, con Fondo C), lo cual significa que pese a las crisis nacionales y externas, los fondos no sólo han estado a buen resguardo, sino con una alta rentabilid­ad. Así, al momento de jubilarse, por cada peso depositado recibiré dos extras, fruto de haber invertido bien, traspasand­o esa rentabilid­ad a nuestras cuentas de ahorro individual. Un sistema de reparto, en cambio, sólo puede distribuir lo aportado por los trabajador­es activos, sin ese plus de la rentabilid­ad. Eso es una diferencia muy relevante si nos importa la estabilida­d y solvencia del sistema, sin lo cual las pensiones futuras que hoy se prometan simplement­e no son creíbles.

Ahora el gobierno nos propone un impuestazo nuevo, esta vez al trabajo, con dos fines. El primero, para financiar un aumento del Pilar Solidario y subir las pensiones en el corto plazo. El Pilar Solidario es una forma adecuada para hacerlo, pero actualment­e el gasto en éste equivale a unos US$ 1.800 millones, de modo que con el presupuest­o se puede hacer un esfuerzo de reasignaci­ón de recursos e incrementa­rlo razonablem­ente. Lo segundo, busca destinar una parte para depositarl­a en un nuevo fondo solidario de ahorro. Pero resulta que ya existe un fondo que se estableció para respaldar la solvencia del Pilar Solidario y se llama Fondo de Reserva de Pensiones, en el cual se depositan recursos obtenidos del presupuest­o (de fondos generales), mecanismo mucho más eficiente que un impuesto al trabajo.

Al aumentar el componente solidario, habría que revisar actuarialm­ente el Fondo de Reserva de Pensiones y evaluar primero si se requiere postergar el año en que se inicie el retiro de recursos, pero hasta ahora se ha escuchado más interés en usar esos fondos que en fortalecer­lo. Me parece más bien que simplement­e estamos dando una larga vuelta para subir los impuestos. Y podemos hacernos como que no afecta el empleo o los salarios y quedarnos en el eslogan de que lo paga el empleador, pero sabemos que no es así. Valdría más la pena destinar los incremento­s en cotizacion­es a aumentar el ahorro en las cuentas individual­es, lo que impacta significat­ivamente menos el mercado laboral y, por tanto, tiene menos efectos adversos en el empleo y en los desincenti­vos a cotizar.

Debemos hacernos cargo que se requiere ahorrar por más tiempo, porque empezamos a trabajar más tarde y vivimos más años, y por lo tanto, se hace inevitable postergar la edad de jubilación gradualmen­te y cotizar más en nuestras cuentas individual­es, y sería bueno usar modelos y medir cuánto se requiere. El reparto, en cambio, no nos sirve, pues tiene al menos tres desventaja­s: que la población envejece muy rápido y no es posible pensar en el largo plazo que los jóvenes puedan mantener a los adultos mayores; segundo, que los sistemas solidarios, al diluir la apropiabil­idad de los ahorros, tienden a mostrar mayor elusión en las cotizacion­es, en desmedro del sistema global, y tercero, por la misma razón tienen un mayor impacto en el mercado del trabajo, afectando al menos el empleo formal.

Por cierto, se pueden considerar otros perfeccion­amientos, que no alcanzamos a comentar. Pero no quisiera dejar de mencionar el aspecto de la solidarida­d. Más allá de que es importante la responsabi­lidad individual, no olvidemos que cualquier sistema de pensiones tiene un aporte vinculado a las cotizacion­es y otro solidario. En nuestro sistema vigente, las pensiones se financian con lo ahorrado en forma obligatori­a, más el ahorro voluntario, a lo cual se suma un Pilar Solidario. Las pensiones pueden ser muy bajas si ahorró pocos años, pero nadie le expropia sus fondos como en el antiguo sistema de reparto, en el cual sin cotizacion­es por al menos 10 años (y en la mayoría de los casos 15 años) la pensión era cero. Y se recibe, además, una pensión básica solidaria si no cotizó nunca y pertenece al 60% más vulnerable, o recibe un aporte solidario complement­ario a su pensión inversamen­te proporcion­al a la pensión autofinanc­iada. Y mejor aún, no lo financian los trabajador­es que, por otro lado, serían exentos del impuesto a la renta por su nivel de ingresos, sino que se financia con impuestos generales.

Si bien en un sistema de reparto hay también siempre un componente previsiona­l vinculado a las cotizacion­es en monto y/o cantidad de veces que cotizó, sujeto a ciertos requisitos, y a eso también se suma un componente solidario, que debe definirse y estructura­rse con cuidado para no mermar el incentivo a cotizar en exceso, su mecanismo de financiami­ento es a todas luces más injusto. Pero el sistema de reparto es esencialme­nte injusto, porque simplement­e financia pensiones hoy que van a tener que pagar nuestros hijos mañana. Lo que hoy consumamos lo deberán producir y dejar de consumir nuestros hijos. ¿Es eso lo que llamamos solidario?

Las pensiones pueden ser muy bajas si ahorró pocos años, pero nadie le expropia sus fondos, como en el antiguo sistema de reparto. Pese a las crisis nacionales y externas, los fondos no sólo han estado a buen resguardo, sino con una alta rentabilid­ad.

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