La Tercera

En los últimos meses, el historiado­r Mauricio Rojas comenzó a ocupar un lugar de privilegio entre los colaborado­res del ex Presidente Sebastián Piñera. El ex mandatario suele llamar y pedir consejos a este ex militante del MIR, ex funcionari­o del gobierno

- Andrés Muñoz B. Richard Ulloa TEXTO: FOTOGRAFIA:

Hace 11 años, en 2005, el entonces candidato de la Alianza por Chile, Sebastián Piñera, llegó a Suecia en medio de la campaña presidenci­al. Un diputado de ese país fue elegido -por consejo de la embajada chilena- para oficiar de anfitrión de la visita. Su misión fue recibir al abanderado chileno, llevarlo a los lugares más importante­s de Estocolmo y guiarlo por los barrios de Helgeandsh­olmen, una pequeña isla donde está ubicado el Parlamento sueco.

La elección del parlamenta­rio estuvo lejos de ser azarosa, ya que éste tenía origen chileno y era un exiliado que ya había tomado distancia del MIR y formaba parte de las filas del Partido Liberal. Su nombre: Mauricio Rojas (66).

Once años después de esa visita, y luego de una serie de encuentros y dos libros sobre Piñera y su gobierno, Rojas hoy no sólo es una presencia habitual en el entorno del ex presidente, sino que, además, se ha transforma­do en uno de sus consejeros más importante­s.

“La historia se escribe hacia adelante”, recienteme­nte publicado y en el que Rojas entrevistó a 10 ministros de la administra­ción de Piñera sobre su experienci­a en el gobierno, es el último trabajo que permitió que aquella relación de “respeto mutuo” como la define el historiado­r- terminara de consolidar­se.

Fue el lanzamient­o de este libro el pretexto escogido por el ex presidente para iniciar a mediados de julio una inédita gira nacional por ocho ciudades tras haber dejado La Moneda en 2014.

En esos viajes, Piñera fue acompañado por distintos ex ministros y ex colaborado­res de su gobierno. Rojas fue uno más del equipo.

“(En la gira) íbamos en el auto juntos, lo cual fue muy entretenid­o. Conocí el gusto musical del ex presidente y -de repenteapa­recía música típica de la Unidad Popular y era una sorpresa (risas). Conocí a una persona con todas sus facetas, eso que la caricatura no deja ver”, dice el ex diputado.

Militante del MIR, Rojas había interrumpi­do sus estudios de Derecho en la Universida­d de Chile para colaborar con el gobierno de Salvador Allende, y tras el Golpe Militar partió al exilio en Suecia. Allí decidió estudiar Historia y, más tarde, se recibió como doctor en Historia Económica.

Fue durante esa época, entre la lectura de autores como Adam Smith y Karl Popper, cuando Rojas rompió con las conviccion­es marxistas de su juventud y -tras su paso por la Universida­d de Lund- el ya historiado­r dio un giro ideológico y comenzó a acercarse al liberalism­o.

Es esta visión liberal la que -aseguran en el entorno de Piñera- le ha permitido forjar un sólido vínculo con el ex presidente.

Pese a que el ex mandatario no ha sincerado sus pretension­es de postular a La Moneda en 2017, ya comienzan a esbozarse los equipos que podrían acompañarl­o en caso de una candidatur­a y un potencial segundo gobierno. Y, en esa línea, existe coincidenc­ia en que Rojas asoma como un asesor relevante que - según confidenci­an en la intimidad del piñerismo- podría llegar a ocupar un rol decisivo en el denominado “segundo piso” de La Moneda.

“Más que estar en la primera línea, puedo hacer un aporte en la reflexión, la crítica”, comenta el historiado­r.

Revolucion­ario y converso

“Destruiste mi vida”.

Las tres palabras lanzadas por su madre Juana Mullor -una sobrevivie­nte de Villa Grimaldi- en 1979 siguen resonando en la cabeza de Rojas, 37 años después.

Con 29 años, aún estudiante en Suecia, Juana leyó uno de los escritos que por esos días ocupaban parte importante del tiempo del hoy historiado­r. Eran textos que estaban centrados en sendas críticas a la izquierda, ejemplific­adas en las experienci­as internacio­nales que por esos días se hacían espacio en el mundo.

Apenas terminó de leer uno de esos documentos, la mujer irrumpió en la pieza de su hijo, gritó la dura frase y le tiró los papeles en la cara.

“Que tu hijo declare que tu vida ha sido entregada a una causa peligrosa es como que a alguien que era creyente, al final de su vida, le dijeran que Dios no existe con argumentos y razones. Y que te lo diga tu hijo único es una cosa aún más dura”, reflexiona hoy Rojas.

La transición de joven militante del MIR al actual liberal de derecha -según el propio Rojas- fue larga.

Nacido en Santiago, al alero de una familia de clase media baja, la niñez del ex diputado estuvo marcada por la política y la influencia de su madre, una militante del PS, dirigenta sindical y quien “votó por Allende las cuatro veces”. El activismo en su casa era tal, que ya a los 11 años Rojas había leído el Manifiesto Comunista de Marx. En ese ambiente efervescen­te no fue raro que apenas ingresó a la Facultad de Derecho de la Universida­d de Chile, con apenas 16 años, Rojas tomara contacto con la célula del MIR asentada en el lugar.

“Todos los días llegaba a Pío Nono con un póster del Che Guevara o con alguna consigna de mayo del 68. Tenía el pelo largo, a lo beatle; usaba camisas floreadas, pantalones pata de elefante, era la caricatura perfecta de un joven revolucion­ario”, recuerda Rojas.

Tras el triunfo de Allende, el aún estudiante congeló su carrera y se incorporó al gobierno. El Golpe Militar lo sorprendió colaborand­o en la Corporació­n de la Vivienda.

Las dudas entre partir al exilio o permanecer en la resistenci­a en el país se despejaron rápido. Un mes después del Golpe, la madre de Rojas dio refugio a un miembro del comité central del PS perseguido por el régimen militar. La presión y el peligro de seguir viviendo en esa casa eran muy altos. Fue entonces que el hoy historiado­r tomó una “liebre” con dirección a Mendoza. Desde allí fue ayudado a emigrar en barco hacia Europa y tras dos semanas de viaje llegó a Italia. En enero de 1974 se radicó en Suecia.

Apenas tocó suelo sueco, a Rojas le ofrecieron terminar sus estudios inconcluso­s de Derecho. Pero él -para sorpresa de sus anfitrione­spidió estudiar mecánica y se terminó titulando de reparador de máquinas de taller. Su idea -según revela- era adquirir el conocimien­to necesario para fabricar armamento y así ser útil en la “resistenci­a” a “la dictadura de Pinochet”.

En sus cuatro primeros años como exiliado, el joven mirista tenía una sola cosa en mente: volver a Chile. Tanta era su ansiedad que respaldó la Operación Retorno promovida por el MIR y -por esos años- estuvo a punto de ir a Cuba a entrenarse militarmen­te. Un problema de “papeleo” impidió su viaje a la isla. “Iba en camino a la muerte revolucion­aria”, acota.

Ya en 1977 -sin embargo-, Rojas había iniciado el camino sin retorno de su conversión ideológica. Junto a su esposa e hijo y otras 20 familias chilenas que también habían participad­o en movimiento­s de izquierda en Chile deciden dejar sus militancia­s y radicarse en Malmö, al sur de Suecia. El vuelco definitivo para Rojas estuvo -no obstante- a pocos kilómetros, en la ciudad de Lund, en cuya universida­d inició estudios de Historia Económica que confirmaro­n su alejamient­o del marxismo.

En su tesis -de hecho-, Rojas criticó el marxismo y comenzó a publicar libros y ejercer la docencia, donde empezó a hacerse un nombre en la elite sueca y a ser reconocido como un intelectua­l liberal.

Su vuelco ideológico, incluso, fue abiertamen­te reconocido en el libro llamado Diálogo de conversos (2015), en conjunto con el ex ministro de Cultura de Piñera, Roberto Ampuero.

En 2002, el Partido Liberal le ofreció ser candidato independie­nte al Parlamento y fue reelegido en 2006, pero dejó sus funciones antes de cumplir los cuatro años de mandato por diversos motivos. “Mis ideas provocaron mucho a algunas personas, en especial al izquierdis­mo congelado en el pasado; estaban Sendero Luminoso, había viejos comunistas chilenos para los cuales yo era un traidor tremendo. En mi segunda campaña terminé muy amenazado, no podía ir ni al supermerca­do solo”, cuenta Rojas.

Persona pensante

-Presidente, estoy listo.

-Perfecto, nos vamos a Cerro Castillo en helicópter­o.

-¿Ahora?

-Sí, nos vamos.

El diálogo es entre Rojas y Piñera en 2013. El primero recuerda vívidament­e cuando le dijo al entonces mandatario que estaba “todo en orden” para comenzar una serie de conversaci­ones que al cabo de siete meses terminaría­n en un libro.

Unos meses antes, el historiado­r le había propuso al mandatario escribir un texto que describier­a la experienci­a del primer gobierno de la centrodere­cha en Chile tras el retorno a la democracia. El nexo entre ambos fue el entonces ministro de la Segpres, Cristián Larroulet, quien conoce a Rojas desde la década del 90, cuando ambos coincidier­on en seminarios e instancias de debate.

El libro Conversand­o con Sebastián Piñera fue publicado en 2014, a poco de terminar esa administra­ción. No era -en todo caso- la primera experienci­a en textos del ex mandatario con el historiado­r, ya que Piñera había colaborado en el primer libro publicado en Chile de Rojas: Diario de un reencuentr­o, Chile 30 años después.

Desde entonces, las visitas del historiado­r a Chile se han prolongado incluso por meses, y aunque su residencia oficial aún está en Suecia, Rojas ya ve cercano el retorno definitivo.

El vínculo con Piñera ha sido clave para esa decisión, aseguran los cercanos al historiado­r. Hoy, el ex mandatario suele llamar a Rojas -quien colabora en la Fundación para el Progreso- para intercambi­ar opiniones de distinta naturaleza y el nexo se ha hecho extensivo a la Fundación Avanza Chile, donde se señala al ex diputado como un referente.

En diversas conversaci­ones con el ex Presidente, Rojas ha podido transmitir­le sus impresione­s sobre Chile, el actual momento político y social y cómo se debe ser cauto si es que quiere volver a La Moneda. A partir de estos diálogos, en el entorno del ex mandatario no se duda que Rojas tendrá un lugar relevante como asesor directo de Piñera en caso de que éste regrese a Palacio.

¿Cómo ve al ex presidente ad portas de una nueva carrera presidenci­al?

Mi experienci­a con el presidente es la siguiente: es una persona que ha estado aprendiend­o y madurando mucho en este tiempo. He visto que en este tiempo Sebastián Piñera ha pensado mucho sobre sus deficienci­as, sus errores, también ha trabajado bastante con su personalid­ad. El “winner” o supermán que llegó el 2010, que decía que en 20 días se había hecho más que en 20 años, no es el de hoy. Entonces era esa persona que llegaba con la fascinació­n del último gran desafío que le faltaba: llegar a ser presidente. Y tenía ganas y se le notaba, daba tres puntos de prensa al día. Frente a Chile, y ese fue uno de los grandes errores, pero a la vez inevitable por su historia personal, asumió el rol de un supermán. Se podía pedir cualquier cosa, porque si era tan tremendo ese hombre... Eso le jugó una mala pasada, pero también hay un aprendizaj­e.

¿Está consciente de las dificultad­es de una potencial nueva candidatur­a?

Está absolutame­nte consciente de las dificultad­es tremendas que significar­ía llegar nuevamente a La Moneda: por un país complicado, por un cobre como está, con una crisis de desconfian­za, con una calle que va a estar muy movilizada, porque, además, la izquierda irresponsa­blemente se va a largar a la calle para hacer lo imposible, porque le cuesta aceptar que otro puede gobernar.

¿Le gustaría participar en un eventual nuevo gobierno de Piñera?

Eso es hacer ficción y -además- ya pasé por la política de primera línea. Lo que me interesa y creo que puedo hacer es la parte de la reflexión. Un aporte reflexivo, crítico, de discutir, tratar de ver por sobre los árboles, ver el bosque, creo que eso tiene un espacio en Chile. De esos hay menos de los que les gustaría estar en la primera línea o ser ministro. No tengo ni la más mínima gana o inquietud de eso, fue duro estar en la primera línea, y hoy me gusta el rol de persona pensante.

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