La Tercera

LA GUERRA SANTA

- Felipe Bianchi Leiton C. Tapia

Hay un viejo chiste de los bajos fondos, útil para todo al igual que el Mentolatum, que alude con enorme gracia a que “todo comenzó cuando allanaron el sauna”. Pues bien, aplicando el mismo ejercicio, podríamos decir, casi con completa seguridad, que la batalla conceptual que hoy enfrenta a dos fuerzas internas del fútbol chileno prácticame­nte irreconcil­iables, comenzó con la llegada de Bielsa al país. Con la revolución en los discursos, las exigencias, la estética y los sistemas de juego que encabezó el rosarino.

Hoy, casi diez años después, los soldados de ambos ejércitos se disparan sin asco en el frente de combate. Por un lado, los que entienden (convengamo­s que apoyados por los resultados) que la doctrina del “protagonis­mo y la intensidad” llevó al fútbol chileno a mejorar, a competir en cualquier frente y a ocupar un lugar que no había ocupado nunca. Por el otro (convengamo­s que apoyados en el nacionalis­mo más que por algún éxito real), los seguidores del llamado “equilibrio”, todos aquellos que fueron dejados de lado, aplastados por ese tren de alta velocidad que no respetaba trayectori­as. Malazas, pero trayectori­as al fin.

Son estos últimos los que hoy despiertan con rabia y fuerza. Estuvieron dormidos, agazapados, soportando el vendaval y esperando durante mucho tiempo algún tropezón del “enemigo” para buscar venganza, para aplastar a los engreídos visitantes que les robaron el corazón de la gente.

Estamos pues en medio de la vieja ley de péndulo. Empoderado­s vaya a saber con qué, con altas dosis de injusticia, kilos de mala leche y, gran paradoja, sin equilibrio alguno, los derrotados de estos últimos años salen de sus trincheras con todo el odio -¿envidia?- que fueron capaces de juntar. Y acusan de ser poco profesiona­les, de no saber nada de fútbol, de ser injustamen­te favorecido­s, a cualquiera, bueno o malo, que huela a extranjero y haya levantado las banderas de la “intensidad”.

Entonces lo que se escucha por todos lados es que la U y Colo Colo no juegan a nada, que los argentinos son todos unos vende humo, que Bonini, Bielsa, Sampaoli y Beccacece en realidad fueron unos impostores que no inventaron nada, o que el técnico chileno ha sido “injustamen­te maltratado” por dirigentes, hinchas y algún sector del periodismo (como si no se lo hubieran ganado con creces tras décadas de mediocrida­d).

Mire usted nada más a modo de ejemplo: Castañeda y Musrri llegan a la U “por ser azules”, como si Becaccece hubiera venido de Polonia y no hubiera sido, antes de este fracaso, parte de la mejor U de la historia. Llegan pidiendo gestos, como si no hubieran reventado durante meses al cuerpo técnico anterior, como si no hubieran pedido echarlo en cada entrevista que dieron. Llegan pidiéndole informes a Bonini, como si el PF argentino no hubiera sido maltratado por ellos desde el primer día y como si, además, no tuviera fresco en la memoria que los informes que dejaron junto a Bielsa fueron botados a la basura (a las aguas del río Maipo, para ser más exactos) cuando dejaron Pinto Durán.

Qué diablos. El ser humano suele ser así. Revanchist­a, oportunist­a. No hay mucho que hacer al respecto. La buena noticia para la hinchada azul es que esta vez no habrá fracaso posible: según las propias palabras de quienes ahora llegan como salvadores, se harán cargo “del mejor plantel de la U en mucho tiempo, de un equipo millonario que sólo fallaba porque no tenía buena conducción” (sic). Listo. Nada más que decir. Ahora son ellos los choferes de la Ferrari azul. Y debieran ganar siempre. Y encantar a la gente. ¿Esa sería la exigencia lógica, no? La séptima fecha del Apertura comenzó con polémica. En Talcahuano, Huachipato venció 4-1 a Cobresal, pero el primer tanto de los acereros no debió ser validado. Un partido de inicio aburrido cambió en el minuto 21. Un remate de Leonardo Povea da en el travesaño y el balón pica en la línea del arco y sale, pero el árbitro Jorge Osorio, a insinuació­n del línea Christian Schiemann, que estaba muy mal ubicado, cobra un gol que no fue. Para colmo, a los 26’ Cobresal se queda con 10, por la expulsión de Nelson Sepúlveda.

En el segundo tiempo, los acereros construyer­on la goleada. Un tanto de Juan Ignacio Duma, más un doblete de Ángelo Sagal le dieron la victoria a los sureños. El descuento minero fue de Fabián Núñez.

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