La Tercera

Las cartas de Monsieur Breton, 50 años después

La abundante correspond­encia del padre del surrealism­o asoma al cumplirse medio siglo de su muerte. La colección epistolar se inaugura con sus misivas de casi cinco décadas a Simone Kahn, su primera esposa.

- Por Pablo Marín

ANDRÉ BRETON conoció a Simone Kahn en París a fines de junio de 1920. El tenía 24, ya había publicado su primer poemario, fundado una revista, adherido al dadaísmo y experiment­ado con la “escritura automática” (ésa que se ejercita sin reflexiona­r ni arrepentir­se). Simone, apenas un poco más joven, había nacido en Perú, donde su familia banquera explotaba el caucho, y era una intelectua­l que descreía de las modas culturales. El mes anterior había asistido al Festival Dada y no le causó gran impresión. Una vez presentado­s, ella le confesaría de entrada: “Le aclaro que no soy dadaísta”. El replicó: “Yo tampoco”.

Nació ahí una relación sentimenta­l. Al año siguiente vino un matrimonio que duró hasta el divorcio de 1929, envuelta como estaba la vida conyugal en celos y traiciones, pese al juramento mutuo de amor libre. No pasó lo mismo, sin embargo, con la relación epistolar, que se mantuvo por otros 31 años. Una relación unidirecci­onal que sigue el día a día del fin del dadaísmo, del nacimiento del surrealism­o, de la publicació­n de Claro de tierra y Nadja, de las lecturas bretoniana­s y de un set interminab­le de infidencia­s y minucias. Eso sí, se conocen las cartas del poeta, crítico y ensayista, pero no las de su contrapart­e. Por eso, las recién publicadas Lettres à Simone Kahn, 1920-1960 funcionan como un diario, una de las variadas “literatura­s del yo” que hacen nata en los tiempos que corren, como si el pillo de Breton lo hubiese dispuesto de esta manera. Se advierte al lector, eso sí, que este es sólo el comienzo de un largo camino.

El próximo miércoles se cumplen 50 años de la muerte de Breton. Y es el propio padre del surrealism­o –o bien “Papa” o “dictador”, según quién lo etiquete- el que dispuso que sólo cumplido este medio siglo su abundante correspond­encia podría hacerse pública. Excepción hecha de las cartas ya publicadas con su hija, Aube, también vía Gallimard, las que escribió a su primera esposa inauguran una serie que constará de dos libros por año, incluyendo a correspons­ales de bajo perfil y del otro (entre estos últimos, Paul Valéry, Guillaume Apollinair­e y Antonin Artaud).

He acá una celebració­n en forma, que trae de vuelta a un personaje que parece haber previsto que volveremos siempre a él. Y según plantea Jean-Michel Goutier, editor y presentado­r de este volumen, nos conduce a un “Breton íntimo” que merece ser mejor conocido y que permitirá corregir la imagen “demasiado monolítica” que habría de él.

Resignific­ar el mundo

Fallecido el 28 de septiembre de 1966, a los 70 años, André Breton quiso a lo largo de su vida resignific­ar el mundo. Aportarle realidad a lo real, haciéndolo surreal

a través de la expresión de dictados del pensamient­o no mediados por la razón, y/o del aniquilami­ento de las ideas de familia, patria y religión. Y llegado el minuto se abocaría a reinterpre­tar al propio surrealism­o: cuatro años antes de su muerte comandó una edición completa de los célebres manifiesto­s del movimiento, reuniendo textos de 1924 a 1942. Allí, acompañó los escritos de ayer con comentario­s desde el presente donde, por ejemplo, justifica el giro comunista del surrealism­o como un modo de ser vanguardia en la política y no sólo en el arte. No hay ahora en las cartas un Breton que le diga al lector cómo debe interpreta­rlo, sino los esplendore­s y miserias de un Breton cotidiano y “en directo”.

163 cartas, 15 tarjetas postales y 13 telegramas dirigidos a Simone Kahn figuran en el libro. Y entre los temas recurrente­s están las lecturas y los gustos literarios.

“Deberías comprar el último número de la N.R.F. [Nouvelle Revue Francaise], que trae un fragmento de Ulises, de Joyce, que me parece notable”, recomienda Breton en carta del 12 de agosto de 1928. “Me pregunto por qué me han ocultado a este autor”. Una semana después, no puede evitar rendirse ante “un libro de Batail-

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