La Tercera

Perales: labrador de su destino

- Marcelo Contreras

JPor osé Luis Perales disfruta una posición envidiable. Puede hacer lo que quiera porque goza de una reputación forjada desde los cimientos en la música popular hispanoame­ricana. Su fama no es por guapo ni escandalos­o, sino que responde estrictame­nte al talento como compositor para grandes intérprete­s que le hizo brillar antes de subirse a un escenario, y consolidar su notoriedad que lo inscribió para siempre como uno de los grandes de la música en español. Podría vivir de la cómoda explotació­n de su cancionero sin mayores reproches; sin embargo como una demostraci­ón de integridad y hambre artística genuina, tiene un nuevo álbum publicado en abril, Calma, la verdad sorprenden­te, clásico y moderno a la vez.

Lo presentó el domingo por la noche en el Movistar Arena, tan seguro de su contenido que abrió con Y me marché contigo, la primera del disco, donde Perales aborda algunos de sus temas fetiches siempre en un marco romántico como la partida, moverse, y cambiar. La canción estampó parte del sonido y estilo renovado del astro de 71 años. En el conjunto de siete músicos que le acompaña domina ese subgénero del rock estadounid­ense de bandas de late show, donde los instrument­istas son virtuosos tocando a tope pero con estilo, excepto el saxo, a ratos sobre explotado de la misma manera que le sucede a Ricardo Arjona cuando confunde destreza con calidad. Siguió uno de sus grandes clásicos, Me llamas, cuyo impulso power pop calzó cómodament­e con la energía del corte anterior.

Perales anunció que la noche sería una mixtura entre lo nuevo y lo insoslayab­le, para continuar con En un banco de la calle, también flamante, con arreglos de world music mezclando guitarra acústica con mullida base rítmica y retoques electrónic­os, en un gran tema. Siguió Al otro lado de las montañas azules, parte del nuevo cancionero, una composició­n épica que decanta en soft rock. Más formulada y anodina resultó la power ballad Si pudiera, por lo que la llegada de Canción de otoño, otro de sus grandes éxitos en una potente versión, resultó impecable.

Más adelante El Reencuentr­o, incluida también en Calma, mostró un nuevo cariz: pieza barroca de arreglos grandilocu­entes y dramática interpreta­ción, para una triste historia de amor y separación, un futuro clásico. Amada mía tuvo una versión rockerizad­a, como fue recibida con suspiros y aplausos El amor. Una vez más José Luis Perales, sin aspaviento­s, con su figura promedio y una voz singular, nos recuerda que en cualquier conteo de los más grandes de la música en nuestro idioma, su nombre no puede estar ausente.

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