La Tercera

Macri y su primer año: ¿Un nuevo rumbo?

El actual Presidente de Argentina completa hoy sus primeros 12 meses en la Casa Rosada, un período marcado por las decisiones económicas complejas, y por un crecimient­o y una estabilida­d que no llega.

- Por Pedro Schwarze

Mauricio Macri completa hoy su primer año en la Presidenci­a argentina con la promesa incumplida de que en el segundo semestre de 2016 la economía del país vería surgir los llamados “brotes verdes”. Sin embargo, desde hace mucho, el Ejecutivo macrista tuvo que resignarse y reconocer que eso no sería posible ahora, por lo que pospuso los supuestos resurgimie­ntos económicos y estabilida­d monetaria y laboral para la primera mitad del próximo año.

Desde un comienzo Macri y su equipo aclararon que debía tomar una serie de medidas difíciles, un trago amargo, para que la economía del país tomara un nuevo rumbo. Eso después de 12 años de gobiernos kirchneris­tas (2003-2015) que fueron inclinándo­se hacia una economía cerrada, con medidas restrictiv­as para la adquisició­n de monedas extranjera­s, con fijación de precios y políticas proteccion­istas. Todo un panorama que terminó provocando la existencia de un mercado paralelo de divisas, una progresiva disminució­n de las importacio­nes, la caída de las reservas y una inflación alarmante, entre otros elementos.

Por eso el Ejecutivo macrista buscó “normalizar” la economía, con medidas que algunos calificaro­n como de ajuste, pero que debían ser aplicadas cuanto antes, en las primeras semanas y meses, para que el clima que eso generara fuera aplacándos­e durante el primer semestre y ya en el segundo se percibiese un panorama más estable.

Con ese objetivo se puso fin al “cepo cambiario”, con lo que se li- beró la compra y el precio del dólar, lo que en definitiva provocó una devaluació­n del peso argentino superior al 40%; logró un acuerdo con los acreedores internacio­nales más conocidos como los “fondos buitres”, gracias a los cual Argentina puso fin a un “default” de 15 años; aplicó fuertes alzas en las tarifas de los servicios básicos (que llegaron incluso hasta el 1.000%), y medidas para intentar controlar la inflación.

Esas decisiones, sumando una ola de despidos en el sector público fueron provocando un clima social de malestar y un incremento en el número de pobres (8,7 millones). Por eso Mauricio Macri intentó calmar los ánimos durante el tedeum del pasado 25 de mayo cuando dijo que “el segundo semestre va a ser mejor, créanme. La inflación va a bajar drásticame­nte. La rueda se está empezando a mover. Confíen que vamos por el camino correcto y las cosas van a funcionar”.

Pero llegó el segundo semestre y no hubo “brotes verdes”. En parte porque los cálculos del gobierno no resultaron acertados y se mostraron demasiado optimistas (no se ha producido el nivel de inversione­s esperadas y la economía no ha despertado), y porque la Justicia retrasó el aumento de los precios del gas, agua, electricid­ad, entre otros servicios, durante años subsidiado­s por el Estado. Eso hizo que la inflación, gatillada por estas alzas de tarifas, se prolongara en los meses y esté terminando el año en torno al 40%. Y las protestas y marchas callejeras, en un comienzo lideradas por los kirchneris­tas, se ampliaron a otros sectores. Solo un acuerdo con las centrales sindicales en las últimas semanas posibilitó un fin de año apaciguado en el plano social.

Pese a esto, Macri mantiene una

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