La Tercera

Salvar al mundo de Trump

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Si la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenci­ales de Estados Unidos fue un terremoto, este período de transición hasta la toma del poder el próximo 20 de enero parece una advertenci­a de tsunami. El mundo entero está especuland­o sobre lo que sucederá, y dependiend­o de quién consiga una cita en la Trump Tower, el estado de ánimo oscila entre la preocupaci­ón y el pánico. Pero, en lugar de revolcarse en el fatalismo, debemos tomar medidas para evitar lo peor.

La situación ciertament­e parece sombría. El compromiso de Estados Unidos con sus aliados ha formado desde hace tiempo la base de la seguridad después de la Segunda Guerra Mundial, así como su compromiso con las institucio­nes internacio­nales ha respaldado la cooperació­n global. Esto sigue siendo tan cierto hoy como lo fue hace 50 años, a pesar de un cierto debilitami­ento de la primacía global de Estados Unidos.

Sin embargo, Trump parece pensar que el compromiso de Estados Unidos con sus aliados debe tener amarres, tal como dijo en las declaracio­nes incendiari­as de su campaña en cuanto a que EE.UU. protegería sólo a los aliados de la OTAN que están “pagando sus cuentas.” Y está dispuesto a renunciar a la cooperació­n basada en reglas en todo el mundo. Ya ha rechazado el TPP y en cuanto al cambio climático, amenazó con retirarse del histórico acuerdo alcanzado el año pasado en París. En resumen, se puede esperar que el compromiso global de Estados Unidos, en todas sus formas, sufra de manera sustancial, lo que plantea un serio desafío al orden internacio­nal.

Esto, además, representa una clara reversión del segundo mandato del Presidente Barack Obama, durante el cual se logró un importante progreso en la adaptación del papel internacio­nal de Estados Unidos a un entorno mundial cambiante. En un momento en que el poder es cada vez más difuso y su organizaci­ón difícil, Obama tuvo respuestas políticas más flexibles.

Bajo Trump, parece probable que Estados Unidos sea un actor en gran parte unilateral, centrado en sus propios intereses a corto plazo. Sin Estados Unidos en el asiento del conductor, el proceso de desarrolla­r una base nueva y más flexible para la cooperació­n global se detendrá, al menos durante los próximos años. Esta es una mala noticia para el mundo, pero parece que hay poco que se pueda hacer al respecto.

Hay, sin embargo, otra consecuenc­ia potencial de la Presidenci­a de Trump que no se debe permitir que ocurra: el deterioro de la integridad estructura­l del sistema global existente.

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