¿Optimismo o pesimismo para el 2017?
La llegada del fin de año trae consigo, además de celebraciones y deseos de prosperidad, la oportunidad de hacer evaluaciones del año acabado y preparaciones para el año venidero. Así, el último mes del año representa, para muchas empresas, un momento de planificación y elaboración de presupuestos, donde acertar en las proyecciones económicas para el próximo año se vuelve un elemento fundamental y muy preciado, especialmente considerando todos los sucesos políticos ocurridos tanto en el ámbito internacional como al interior de nuestra propia economía.
Y es que este año hay tantas razones para estar optimistas como argumentos para estar pesimistas.
Entre las razones para estar optimistas, destaca una figura de Trump más sereno que, en lugar de llevar acabo sus anuncios en forma ortodoxa, moderaría su discurso y sus políticas. En este escenario, la anticipada reducción de impuestos a las empresas y personas, junto con un programa de gasto fiscal en infraestructura, estimularían el gasto, la inversión y el crecimiento potencial de Estados Unidos, efecto que se propagaría al resto del mundo al representar este país más de un quinto de la economía mundial. Además, la desregulación, especialmente de los sectores energético y financiero, aumentaría la productividad de la inversión, generándose así un círculo virtuoso. A estas buenas noticias se sumaría el crecimiento económico chino, que se ha mantenido sobre el 6,5% anual, indicando que las políticas fiscal y monetaria expansivas emprendidas en dicho país estarían teniendo efecto.
Entre los argumentos para el pesimismo, en tanto, está la imagen de un envalentonado
Trump, que podría terminar generando una guerra comercial con China y México, lo que se traduciría en una ralentización del comercio mundial de bienes y servicios. Por otra parte, si Inglaterra no encuentra la forma para negociar su salida de la Unión Europea sin perder el acceso al libre comercio de bienes y servicios, se podría producir una estampida de inversionistas con su consecuente efecto negativo sobre la economía, lo que también ocurriría ante una eventual crisis bancaria en Italia producto de la pérdida de confianza de los inversionistas. Por último, se encuentran nuevas restricciones a la salida de capitales en China para controlar una mayor caída de su ya devaluada moneda, y los potenciales efectos negativos que esto tendría.
En este contexto, los mercados financieros parecieran estar apostando por un escenario mundial positivo, con las bolsas de los países desarrollados subiendo, al igual que los precios de los commodities, las tasas de interés y el dólar americano. Más aún, el valor del oro ha caído lo que significaría que el mundo no estaría viendo mayores riesgos. Nuestro país, por su parte, se ha visto favorecido por un impensado incremento en el precio del cobre, que ha traído algo de tranquilidad al sector minero y a las arcas fiscales.
En este sentido, yo tiendo a estar con los mercados, y creo que lo más probable es que los “animals spirits” que ha desencadenado la llegada de Trump al poder van a dibujar un mejor escenario económico para los próximos 2017 y 2018, impactando esto de manera positiva al resto del mundo. La pregunta es cuánto de esto va impactar a nuestra economía, y eso va a depender fundamentalmente del mundo político. Así, si se concreta el desgobierno que asomó en la discusión del reajuste del sector público, con paralizaciones mediante, lo más probable es que no capitalicemos nada de aquello. En cambio, si se concreta la importancia que pareciera estar dando nuevamente el mundo político al crecimiento, y se contienen y perfeccionan las reformas, es posible que aprovechando el viento de cola, nuestra economía vuelva a registrar cifras de crecimiento por sobre el magro 2% al que asistimos hoy día.