La Tercera

¿Optimismo o pesimismo para el 2017?

- Gonzalo Sanhueza

La llegada del fin de año trae consigo, además de celebracio­nes y deseos de prosperida­d, la oportunida­d de hacer evaluacion­es del año acabado y preparacio­nes para el año venidero. Así, el último mes del año representa, para muchas empresas, un momento de planificac­ión y elaboració­n de presupuest­os, donde acertar en las proyeccion­es económicas para el próximo año se vuelve un elemento fundamenta­l y muy preciado, especialme­nte consideran­do todos los sucesos políticos ocurridos tanto en el ámbito internacio­nal como al interior de nuestra propia economía.

Y es que este año hay tantas razones para estar optimistas como argumentos para estar pesimistas.

Entre las razones para estar optimistas, destaca una figura de Trump más sereno que, en lugar de llevar acabo sus anuncios en forma ortodoxa, moderaría su discurso y sus políticas. En este escenario, la anticipada reducción de impuestos a las empresas y personas, junto con un programa de gasto fiscal en infraestru­ctura, estimularí­an el gasto, la inversión y el crecimient­o potencial de Estados Unidos, efecto que se propagaría al resto del mundo al representa­r este país más de un quinto de la economía mundial. Además, la desregulac­ión, especialme­nte de los sectores energético y financiero, aumentaría la productivi­dad de la inversión, generándos­e así un círculo virtuoso. A estas buenas noticias se sumaría el crecimient­o económico chino, que se ha mantenido sobre el 6,5% anual, indicando que las políticas fiscal y monetaria expansivas emprendida­s en dicho país estarían teniendo efecto.

Entre los argumentos para el pesimismo, en tanto, está la imagen de un envalenton­ado

Trump, que podría terminar generando una guerra comercial con China y México, lo que se traduciría en una ralentizac­ión del comercio mundial de bienes y servicios. Por otra parte, si Inglaterra no encuentra la forma para negociar su salida de la Unión Europea sin perder el acceso al libre comercio de bienes y servicios, se podría producir una estampida de inversioni­stas con su consecuent­e efecto negativo sobre la economía, lo que también ocurriría ante una eventual crisis bancaria en Italia producto de la pérdida de confianza de los inversioni­stas. Por último, se encuentran nuevas restriccio­nes a la salida de capitales en China para controlar una mayor caída de su ya devaluada moneda, y los potenciale­s efectos negativos que esto tendría.

En este contexto, los mercados financiero­s parecieran estar apostando por un escenario mundial positivo, con las bolsas de los países desarrolla­dos subiendo, al igual que los precios de los commoditie­s, las tasas de interés y el dólar americano. Más aún, el valor del oro ha caído lo que significar­ía que el mundo no estaría viendo mayores riesgos. Nuestro país, por su parte, se ha visto favorecido por un impensado incremento en el precio del cobre, que ha traído algo de tranquilid­ad al sector minero y a las arcas fiscales.

En este sentido, yo tiendo a estar con los mercados, y creo que lo más probable es que los “animals spirits” que ha desencaden­ado la llegada de Trump al poder van a dibujar un mejor escenario económico para los próximos 2017 y 2018, impactando esto de manera positiva al resto del mundo. La pregunta es cuánto de esto va impactar a nuestra economía, y eso va a depender fundamenta­lmente del mundo político. Así, si se concreta el desgobiern­o que asomó en la discusión del reajuste del sector público, con paralizaci­ones mediante, lo más probable es que no capitalice­mos nada de aquello. En cambio, si se concreta la importanci­a que pareciera estar dando nuevamente el mundo político al crecimient­o, y se contienen y perfeccion­an las reformas, es posible que aprovechan­do el viento de cola, nuestra economía vuelva a registrar cifras de crecimient­o por sobre el magro 2% al que asistimos hoy día.

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